
Hallazgo
Hace 45.000 años estos humanos devoraron a una mujer y niños: su único error fue ser de un grupo rival
La prehistoria no siempre encaja con una imagen tranquila, pues mucho antes de que surgiera la agricultura o las primeras ciudades, los grupos humanos ya competían ferozmente por territorio, recursos y supervivencia

A lo largo de los últimos años, distintos hallazgos arqueológicos han revelado que el canibalismo no fue un fenómeno aislado en las sociedades humanas antiguas. Sitios como El Sidrón en Asturias, Moula-Guercy en Francia o Krapina en Croacia han documentado episodios de descarnado, fractura de huesos y consumo dentro de grupos neandertales presionados por el clima, la escasez o los conflictos territoriales.
Sin embargo, uno de los casos más estremecedores procede de Bélgica, donde un episodio de violencia intergrupal, tan extremo que combina conflicto armado, captura de rivales y canibalismo selectivo. Su estudio, además reciente, no solo amplía el conocimiento sobre el comportamiento neandertal, sino que también lo matiza, revelando que su vida social incluía alianzas complejas y hostilidades profundas.
El episodio en cuestión tuvo lugar hace unos 45.000 años en una cueva del actual territorio belga, donde un grupo de neandertales masacró y devoró a seis individuos, cuatro mujeres y dos niños, que aparentaban pertenecer a un clan rival. Según la investigación publicada en Scientific Reports, este conjunto de huesos constituye una de las evidencias más detalladas de canibalismo prehistórico motivado por rivalidad entre grupos, un fenómeno que también se observa en otras poblaciones arcaicas.
Los restos, hallados en las cuevas de Goyet, muestran marcas inequívocas de desmembramiento, descarnado y fractura controlada con herramientas de piedra, lo que confirma que los cuerpos fueron procesados deliberadamente para su consumo. Los seis individuos pertenecían a cuatro mujeres adultas o adolescentes y dos varones: un niño y un bebé. Este último, el más pequeño del grupo, fue el único sin huellas de corte, probablemente por su escaso valor nutritivo o por otras razones simbólicas difíciles de identificar.
Con todo, el conjunto constituye el mayor registro de canibalismo neandertal en el norte de Europa, y uno de los más completos. Además, los análisis isotópicos realizados a los huesos demostraron que estas personas no eran originarias de la zona, lo que sugiere que fueron atacadas por un grupo local con el que mantenían tensiones o una relación conflictiva.
La violencia convertida en herencia
Además de su origen foráneo, su aspecto físico refuerza esta hipótesis: las víctimas tenían baja estatura y constitución delgada, rasgos inusuales entre los neandertales, conocidos por su morfología robusta, lo que llevó a los investigadores a concluir que el ataque no fue aleatorio: los agresores seleccionaron a miembros especialmente vulnerables de otro grupo, quizá capturados en una incursión o durante un enfrentamiento territorial.
Para los autores del estudio, esto describe un comportamiento depredador y selectivo, centrado en hembras gráciles y jóvenes, así como en individuos infantiles. Asimismo, el tipo de canibalismo registrado corresponde a exocanibalismo: la ingesta de individuos ajenos al propio grupo, un fenómeno que ha sido documentado en diversas sociedades humanas y prehumanas, y suele relacionarse con contextos de guerra, dominación o ritualización de la violencia.
En este caso, los investigadores descartan que la motivación fuera puramente alimentaria. Todo apunta a que el acto fue un gesto de intimidación, poder o terror dirigido a grupos vecinos. Es un testimonio excepcional de violencia intergrupal extrema, que expone la complejidad social y emocional de los neandertales.
El periodo en que ocurrieron estos hechos coincide con un momento convulso en Europa occidental: la llegada de los primeros Homo sapiens. Por lo que, seguramente, la coexistencia entre ambas especies intensificó la competencia por los recursos y generó un entorno más inestable.
En suma, los clanes sometidos a presiones ecológicas, climáticas y demográficas pudieron recurrir a comportamientos cada vez más agresivos. En este escenario, la agresión hacia grupos rivales, incluido el consumo simbólico de sus cuerpos, puede entenderse como una reacción extrema frente al colapso social, el miedo o la adaptación desesperada a un mundo cambiante.
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