
El disco de vinilo en 2025
Del ritual cultural al objeto de lujo: lo que el auge del vinilo esconde en 2025
El vinilo volvió a ser relevante en el panorama musical a finales de la primera década del siglo XXI, pero el alza de precios, la especulación y el cambio de perfil del comprador en 2025 desafían su futuro como referente cultural.

El vinilo fue el rey absoluto de la industria musical durante buena parte del siglo XX. Si, lo fue, en pasado. Por mucho que hable de él como el formato definitivo, que me guste pensar en él como la forma más perfecta de disfrutar de la música escuchando conscientemente y para mí sea la mejor experiencia de escucha posible —por lo que implica su ritual— no invalida que su trono ahora lo ocupa otro.
A pesar de sus años de gloria, el ocaso llegó en los años 90 del siglo pasado con el advenimiento del CD en primer lugar —recuerdo a muchas personas que vendieron muy precipitadamente toda su colección de LPs—, y la revolución del MP3 fue casi su epitafio. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XXI el vinilo se levantó como un fénix de sus cenizas.
En este artículo vamos a analizar su trayectoria, las causas de su declive, cómo es que ha vuelto a la primera plana de la actualidad del formato físico y el panorama disparatado en el que se encuentra en 2025: precios inflados, desafíos de producción y la especulación del formato —que la hay, y no precisamente poca— plantean unos cuantos interrogantes sobre su sostenibilidad.
La era dorada del formato analógico (1948 - 1980)

El dominio del vinilo como soporte principal comenzó con su lanzamiento comercial en 1948por parte de Columbia Records. Esta discográfica presentó lo que hoy conocemos como Long Play —LP a partir de ahora— de 33 revoluciones por minuto, en discos de 12 pulgadas.
En aquellos primeros años, los discos permitían hasta 22 minutos de música por cara, lo que sirvió para darle la vuelta a la escena mundial. Además, la superioridad técnica del vinilo frente a los discos de pizarra y de goma laca era evidente: el vinilo reducía el ruido de superficie y permitía surcos más estrechos, llegando a acumular 260 por pulgada. Esto se traduce en mejor calidad de sonido, discos más duraderos y resistentes y más minutos de música por cara.
La industria se estandarizó en dos formatos: LPs para álbumes completos y singles —una canción por cara— de 45 RPM en discos de 7 pulgadas. Estos fueron popularizados por RCA en 1949. Y desde entonces hasta los años 80, el vinilo se convirtió en un sinónimo de cultura musical. Las tiendas de discos funcionaban como centros sociales y las portadas de diseñadores como Hipgnosis —Pink Floyd—, H.R. Giger —Emerson, Lake & Palmer— o Roger Dean —Yes— se convertían en iconos generacionales.
Hacia 1980, el formato alcanzó su cénit con 341 millones de unidades vendidas sólo en EE.UU., representando el 95% del mercado musical. Desgraciadamente, este sería el principio del fin.
El ocaso acelerado (1980 - 2000)

El CD apareció en 1982 y fue algo completamente disruptor. Desarrollado por Philips y Sony, ofrecía mayor durabilidad, portabilidad y la novedad del sonido digital. Para 1988 las ventas del CD superaron a las del vinilo por primera vez en EE.UU., lo que sirvió para acelerar el declive. Se considera que hubo tres factores fundamentales que facilitaron la caída del LP:
Cambio generacional: los jóvenes asociaban el CD con modernidad, mientras que para ellos el vinilo era el pasado.
Cambio en las prácticas industriales: las discográficas abandonaron masivamente la producción de vinilos para centrarse en quemar CDs, que salían más rentables.
Revolución digital: el MP3 irrumpió en escena en 1993, y cuando en 1999 explotaron los clientes P2P el consumo de música giró hacia lo intangible —donde sigue en su mayor parte—.
España no se libró de la debacle. En 2001 las ventas de vinilo en nuestro territorio eran de 4,4 millones de unidades, pero en 2013 apenas llegaban a las 140.000... que la industria tenga en cuenta oficialmente. En ferias el formato siempre se ha movido y el mercado de segunda mano siempre ha estado ahí, aunque esto no sirve para engrosar las estadísticas de los organismos competentes.
Y antes de que eso sucediera, en 2000, la producción global se redujo un 97% respecto a 1980, con sólo 17 prensas de vinilo activas en todo el mundo. Parecía que el formato, si no estaba muerto, poco le quedaba. Pero, como ha pasado una y otra vez en la industria, el vinilo se empeñó en demostrar que no estaba muerto, sólo dormido.
El renacimiento que nadie vio venir (2007 - presente)

Contra todo pronóstico y para alegría de muchos, el vinilo empezó a volver a un lugar destacado en 2007. Las ventas globales subieron a 300.000 unidades ese año, alcanzando 49,7 millones de LPs vendidos en 2021. España en 2022 vivió un hito: por primera vez desde 1991 se compraron más vinilos que CDs según datos de Promusicae.
Este fenómeno se sustenta en tres pilares, siendo el primero de ellos la calidad de sonido percibida por el oyente. En realidad el vinilo, a nivel puramente empírico, no suena mejor que el CD. Suena peor; tiene 20 dBs menos de rango dinámico —diferencia entre los puntos de volumen más bajos y más altos de una señal sonora— que el CD —70 del LP frente a 90 del disco compacto—. Sin embargo, los LPs tienen un curioso efecto psicoacústico que resulta agradable al oído: precisamente por ese menor rango dinámico se produce una distorsión armónica que "calienta" la señal, según percibe el oyente.
De ahí que siempre oigamos que los vinilos tienen un sonido "más cálido", cuando en realidad es saturación que se añade a la señal —y que es inherente a los soportes analógicos—. De hecho, en el mundo del audio profesional, se sabe que esta saturación analógica puede ser muy beneficiosa a la hora de darle emoción a una obra musical y se utiliza a conciencia por sus efectos psicoacústicos. Un ejemplo rápido que puedo dar es la batería de Rehab de Amy Winehouse, que lleva un efecto de saturación de cinta. No es igual que la saturación del vinilo, pero el resultado es el mismo.
El segundo de ellos es que el vinilo ofrece una experiencia tangible. Seguramente habrás escuchado a muchos amantes del formato decir que pinchar un disco es un ritual. Bien, no es una exageración: lo es. Sacar el disco de la funda, colocarlo en el reproductor, poner la aguja en el primer surco, sentarse a observar el arte de la portada y leer las letras del inserto es un contraste directo con la frialdad del streaming. De hecho, según Spotify Culture Next, el 78% de los oyentes estadounidenses enmarcados dentro de la generación Z echan de menos un elemento físico.
El último pilar son las estrategias de márketing asociadas al vinilo. Artistas como Taylor Swift o Billie Eilish lanzan ediciones exclusivas en vinilo —no sólo en cassette—. En estas ediciones hay contenido extra y suponen el 34% de sus ingresos por ventas físicas lo que, teniendo en cuenta el pantagruélico nivel de ventas de estas artistas, no es precisamente poca cosa.
Problemas actuales del vinilo: ¿es una burbuja a punto de explotar?

En pleno 2025 el vinilo se está enfrentando a un reto que corre paralelo a su éxito: la escalada especulativa que ha convertido al formato en un objeto de inversión, casi lujo y que está teniendo un efecto secundario curioso que abordaremos en otra ocasión y que afecta al CD. De momento, basta quedarse con que el precio subió un 24% entre 2018 y 2023 a nivel mundial —en España el aumento fue del 77%—.
La especulación opera en tres niveles:
Muchos lanzamientos son ediciones exclusivas o se lanzan en fechas muy específicas, como el Record Store Day, y se agotan en horas. Después estas ediciones reaparecen en plataformas como Discogs, que es el mayor mercado de música en Internet. Y cuando aparecen allí, se sobreprecian entre un 300 y un 500%. Y ojalá, ojalá estuviera exagerando.
Distribuidores y coleccionistas compran grandes cantidades de novedades, creando una escasez artificial. En 2024, sólo en Estados Unidos, el 22% de los compradores admitieron adquirir vinilos sólo para invertir, no para escucharlos.
El vinilo se mercantiliza como arte objeto. Sellos como Mofi llegaron a vender ediciones "especiales para audiófilos" a 100 € para que, posteriormente, se destapase que todo había sido parte de una estratagema comercial y que los procesos usados para crear estas ediciones no eran totalmente analógicos. ¿Hubo un escándalo? Hubo oyentes y compradores que se cabrearon, sí, pero esto no frenó la demanda ni de lejos.
Lógicamente, esta dinámica tiene un impacto en el ecosistema musical que distorsiona el mercado. Los artistas emergentes no pueden editar sus primeras obras en vinilo por culpa de la sobrepreciación de la producción, que se ha triplicado. Los sellos independientes se han visto obligados a reducir tiradas o cancelar proyectos.
Por otro lado, el 65% de los compradores españoles en 2025 pasa de los 35 años de edad, lo que significa que el vinilo está quedando para personas de cierta edad que tienen cierto poder adquisitivo. Los jóvenes están abandonando el formato por culpa de los precios prohibitivos y no se les puede culpar —spoiler: los más mayores también estamos mirando hacia otros lugares más asequibles—.
La última señal de impacto tiene que ver con la distribución. Las grandes discográficas acaparan el 78% de la capacidad mundial de prensado, lo que está obligando a los sellos pequeños a esperar hasta 18 meses para que sus pedidos sean atendidos.
El mercado se regula solo. El del vinilo, también
A veces olvidamos que el mercado del vinilo sigue las mismas convenciones de oferta y demanda que cualquier otro. Esto nos está llevando hacia un escenario que sugiere correcciones de mercado inminentes: las ventas mundiales de LPs han caído bastante, con Estados Unidos como principal exponente, donde se han vendido un 33% menos de vinilos en 2024 con respecto al año anterior y tras un año de crecimiento continuo.
El coleccionismo también está saturado. El 50% de los compradores no tiene dónde escuchar los discos que adquiere, y el 90% de lo que se compra nunca llega a escucharse según datos de Luminate recogidos por Cordópolis. Esto pone sobre la mesa compras motivadas por miedo a perderse algo —el famoso FOMO—, no por uso real.
También hay un desacople entre precio y valor. Volviendo al ejemplo de Taylor Swift, algunas de sus ediciones se cotizan a 80€ la unidad, quintuplicando el coste de producción, y no hay una justificación sonora o material para ello. ¿Hay señales de burbuja? Por supuesto, hay similitudes con burbujas históricas similares.
Sin embargo, hay factores estructurales que dibujan un escenario diferente:
Hay una base de consumidores real. El 41% de los compradores sigue siendo menor de 35 años, y el 72% combina streaming con compras físicas. Hay demanda auténtica, a pesar de la especulación.
Sony y Amazon han invertido dinero en nuevas plantas de prensado, y no precisamente poco: 300 millones de dólares. Estas plantas están automatizadas, lo que introduce nuevos métodos de fabricación y sustituirá a las viejas plantas que llevan inalteradas desde los años 40.
Hay una regulación emergente en Europa, con la Unión Europea debatiendo desde el año pasado el imponer límites a reventas especulativas en plataformas como Discogs.
Entonces, ¿el vinilo es una moda, una burbuja o un nuevo paradigma?

Aunque hay indicadores que sugieren que el vinilo ha consolidado un nicho estable, nunca recuperará su dominio histórico. Las ventas globales llevan cinco años fluctuando entre los 48 y los 52 millones de unidades vendidas anualmente. Son muchos discos, pero están muy lejos de los cientos de millones de hace 45 años.
El futuro del formato depende de resolver la ecuación económica. La burbuja de precios va a servir para excluir a nuevos consumidores, repitiendo lo que pasó con los CDs en los 90 y lo que supuso que plataformas como Napster vivieran un espectacular auge. El vinilo debe dejar de ser un producto de lujo para convertirse en una opción accesible sin perder su esencia si quiere conservar su relevancia cultural.
Los LPs no están inmersos en una burbuja, sino en un ajuste cíclico. Analistas de la industria prevén que los precios se reajusten entre un 15 y un 20% para 2026, sacando a los especuladores de en medio y manteniendo a un núcleo duro de entusiastas y coleccionistas.
Qué pase con el formato después de esto dependerá de que se democratice el acceso al mismo, como dijimos hace un momento. Hay que encontrar un punto medio entre el objeto cultural y el objeto de lujo, ocho décadas de historia musical lo contemplan y sería fantástico que lo hiciesen unas cuantas más.
Quizá el verdadero lujo no sea tener una estantería llena de vinilos, sino poder permitirse escuchar música sin que el precio te recuerde que todo acaba convertido en objeto de especulación.
✕
Accede a tu cuenta para comentar