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“Las chicas del cable”: quien resiste, gana

Netflix acaba de estrenar la última temporada de una serie que ha reivindicado el papel de las mujeres a principios del siglo XX

De derecha a izquierda NAdia de Santiago, Ana Fernández y Ana Polvorosa
De derecha a izquierda NAdia de Santiago, Ana Fernández y Ana PolvorosaLa RazonLa Razón

La mujer frente a un hombre. Encara su primer trabajo, un autobús con última parada en la capital o una mentira como arma inevitable. Las féminas luchan ante la discriminación, la cohibición de sentimientos y la búsqueda de empoderamiento. En este campo de batalla se presentó «Las chicas del cable» cuando se estrenó en 2017 como la primera producción española de Netflix. El punto de partida fue el de unas mujeres inseguras pero valientes que, por diferentes motivos, buscaban saciar su pasado y realidad con la evasión y fortaleza que brinda un trabajo. Pero en cinco temporadas las cosas pueden cambiar de manera radical. Ayer se estrenaron los últimos cinco capítulos de una serie cuya evolución se percibe mayúscula, tanto de los personajes como de su reparto y, principalmente, de una trama que se ha desarrollado al mismo ritmo de su contexto histórico. Y este cambio reside en la madurez. Tanto de los personajes en sí mismos como de ellos para con la actualidad a la que se enfrentan.

Dar la cara

«Las chicas del cable» han dado la cara ante «el maltrato, la evolución de la mujer en una época tan convulsa como fue la de los años 20, los 30, la Guerra Civil y la posguerra», explica Blanca Suárez, que interpreta a Lidia. «Se han tratado muchos valores, sería imposible e injusto destacar uno». Sí subraya el poder que ha mostrado la ficción a la hora de «exponer temas, enseñar y dar presencia a determinadas situaciones que a veces no son visibles para partes de la sociedad», de tal manera que el público «se pueda poner en la piel de esos personajes». Suárez lidera un reparto femenino formado por Ana Fernández (Carlota), Ana Polvorosa (Óscar), Nadia de Santiago (Marga) y Denisse Peña (Sofía). Esta última, que se incorporó en la anterior temporada, se ha sentido como una más. «Me han acogido muy bien y me han cuidado mucho», asegura.

La última temporada plantea un desenlace «que no deja indiferente», asegura Suárez. «Habrá seguidores de la ficción a quienes les impacte y se pregunten por qué, pero hay que pensar en que la serie acaba y en que esas mujeres hicieron historia, ellas son la cara visible de todas nosotras». En este sentido, Polvorosa añade que el final «es bastante inesperado, potente y drástico». «Es bonito ver cómo nos han puesto a cada personaje al límite», explica Nadia de Santiago. Y es que, si parecía que «Las chicas del cable» podían con todo, en esta última temporada esta lucha se lleva al extremo. «Son las ‘'Supernenas 2′‘», dice Fernández. «Ellas han estado luchando por sus derechos, su voz y vivir en un conflicto como el de esta temporada y que no reaccionaran habría sido incoherente». Por ello, el final pretende cerrar y dar sentido a por qué han pasado de ser las chicas del cable a unas heroínas de pintalabios y pistola en mano.

«El título de la serie se ha quedado como la esencia, porque con tanta trama y tantas misiones no les ha dado tiempo a estar en su trabajo», dice Fernández. «Realmente es como el típico bar de una serie donde todo el mundo se reúne, pero que en este caso es la compañía telefónica», añade. La actriz se une a sus compañeras en la nostalgia que les produce despedirse de esta etapa profesional y, aún más, en una situación como la actual. En palabras de Concha Velasco –que asegura que ha sido «gratificante» interpretar a doña Carmen–, «siento que tengamos que promocionarla así, aunque la serie termina como dios manda». Eso sí, en esta batalla a contrarreloj, que asegura que es «la más grande de todas», permanece el vínculo de esas amigas que llevan (en la serie) 20 años esquivando trampas y dolor a través de la impulsividad y la necesidad de justicia.

Concha Velasco, actriz por encima de todo

Para Concha Velasco interpretar a doña Carmen no ha supuesto ninguna dificultad. Aunque el personaje sea, como define Ana Fernández, «un demonio inmortal», «me ha gustado hacerlo, porque todos tenemos un puntito de maldad».