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Ucrania arrasa en ovaciones en la primera semifinal de Eurovisión 2022

Las votaciones llevan a la final una sobredosis de baladas que, a priori, favorecería todavía más a la minuciosa apuesta latina de la española Chanel

Actuación de los representantes de Ucrania con la canción 'Stefania'
Actuación de los representantes de Ucrania con la canción 'Stefania'ALESSANDRO DI MARCOAgencia EFE

Antes de que salga como un automatismo del que quiere despachar el festival con un deje despectivo, se suelta sin más, por si acaso: Eurovisión es politiqueo. Puede. Pero, sobre todo, es Europa. Una Europa catódica que ya apeó a Rusia del concurso con más rapidez que las sanciones petrolíferas. No a la invasión. Una Europa de jurado y televoto que se desgañitó cuando los representantes ucranianos se subieron al escenario del Pala Alpitour de Turín para defender ‘Stefania’ en la primera semifinal del añejo certamen. Y, también, cuando los presentadores Laura Pausini, Mica y Alessandro Cattelan les dieron el pase a la final de sábado, donde, a buen seguro quedaran en un puesto más que respetable y respetado con una canción en la que los raperos Kalush Orchestra homenajean a todas las madres del país masacrado.

Ellos, que hasta hace unos días estaban empuñando un arma para defenderse de la masacre de Putin, se llevaron los aplausos y ovaciones que no cundieron entre los otros 16 participantes, que se movieron en unos altibajos constantes. ¿La culpa? De una riada de soporíferas baladas y medios tiempos de unos cuantos países, que buscan hacerse los finos con pseudocantautores y lograron hacerse un hueco en la final. Véanse Países Bajos, Suiza, Armenia, Grecia, Islandia y Portugal. Entre ellas, quizá por sonar a otro tiempo, la lituana Monika Liu y su “Sentimentai” podía dejarse querer. A candidatos más aburridos, dicen los eurofans de postín, más oportunidades para que Chanel Terrero, la representante española se signifique con sus golpes latinocañís de cadera y su voz impecable.

Afortunadamente siempre hay hueco para el desparrame eurovisivo de pura raza, que encarnaron en este primer saque unos lobos noruegos amarillos empachados de bananas y los divertidos moldavos con “Trenuletul”, un ‘chacachá’ del tren remasterizado y con graceja.

Fuera se quedaron la albanesa y su coleta que giraba a tantas revoluciones por segundo que solo le permitía desafinar al unísono. También se apearon del deleite del sábado noche los letones veganos y su estribillo “Instead of meat, I eat veggies and… pussy” (En vez de carne, como verduras y …coños). A la defenestración se sumaron Austria, Bulgaria, Croacia, Letonia, Eslovenia y Dinamarca.

Y todas las actuaciones, bañadas por un mamotreto semicircular que se estropeó semanas antes del festival y que chafó más de una puesta en escena, con queja razonable de los países. Capítulo aparte mereció el interludio maquinero aderezado por un grupo de Dj que jugaron a ser Jean-Michel André Jarre mientras el realizador homenajeaba de forma velada a Valerio Lazarov y sus zooms. Más les valía en la RAI y en la UER haber dedicado algo más que treinta segundos raquíticos de ‘Fiesta’ para recordar a Raffaella Carrá. Aunque solo fuera por reconocerla que fue ella la que logró que Italia volviera Eurovisión y, de alguna manera, que Eurovisión volviera a Italia.