Entrevista
Agustin Martínez: «A la gente le gusta que salga su pueblo, aunque sea para contar asesinatos»
Creador de «La Caza: Irati», nos contó en el Festival de Televisión de Vitoria-Gasteiz (FesTVal) todo sobre la reinvención de esta saga
Agustín Martínez (Lorca, 1975) es uno de los integrantes del seudónimo Carmen Mola y guionista, y presentó en el Festival de Televisión de Vitoria-Gasteiz (FesTVal) la cuarta temporada de la saga «La caza», bajo el nombre de «Irati».
El espectador debe prestar atención a los sonidos.
Hay que enseñar la parte del sonido porque le hemos dado muchísima importancia en esta temporada. Por un lado, cada entrega de «La caza» me la planteo como una serie nueva y creo que, manteniendo una serie de cosas, de constantes de temporada a temporada, cada una es distinta. Se maneja en un tono más o menos diferente; el tipo de trama es distinto. Y, en este caso, la parte del sonido, que la trabajamos con la gente de Mil Ciclos, nos lo planteábamos desde el principio: cómo suena ese bosque; cómo usar el sonido a nivel narrativo dentro de la historia. Hemos contado con un naturalista que grababa la selva y los animales. Todo lo que se oye en la serie está registrado directamente de la selva de Irati, y es como que lo que tiene que sonar en ese momento son los animales que viven allí. Y luego lo hemos usado a nivel narrativo. Cuando voy haciendo la serie, tienes una primera fase que es el guion, el rodaje y el montaje. Pero me parece tan importante la fase de las mezclas de sonido como las otras, porque al final con el sonido vas creando atmósfera. En esta temporada que toca un poquito el terror. Para todo eso sirve el sonido: cómo metes la música, cómo metes los efectos, cómo suena con el ambiente de la serie. Estoy muy contento con el resultado. A la gente le digo: «Intenta verla y escucharla bien».
Hay una especie de detalle que radica en la propia localidad: un grupo reducido de personas viviendo solos y a los que les pasa de todo. ¿No tiene miedo de que la gente piense que hay terror en lo rural?
No. A mí me gusta mucho lo rural, y esta temporada es la más rural de todas las de «La caza», porque nosotros hemos ido a una localidad que es la más pequeña que hemos retratado. Me gusta mucho lo rural, porque al final me permite, con un grupo de personajes más o menos limitados, una especie de retrato de la sociedad, de los tipos de ser humano, que supongo que uno puede encontrar. Y en esto no hay ni que idealizar ni que demonizar lo rural, simplemente cuento una historia y listo. Y luego, siempre me hace gracia cuando rodamos en los sitios, que a la gente le gusta que salga su pueblo, aunque sea para contar asesinatos; aunque haya un criminal en ese pueblo. Como sale mi plaza, yo con esto ya estoy contento. En esta temporada lo que sí pasa es que es una comunidad muy cerrada, de personajes muy aislados. Que emocionalmente están muy bloqueados. Muy en contacto con la naturaleza, por un lado, y muy poco en contacto con otros seres humanos. Hay personajes como el de Julen (Roger Casamajor), que es muy de la tierra.
¿Hay una dedicación especial al personaje de Julen?
Era un personaje clave dentro de la temporada y, cuando empezamos a trabajar en el casting, sabíamos que necesitábamos a alguien muy bueno, porque es un personaje que tiene mucho matiz; está construido desde la sobriedad y desde la contención. Pero todo lo que le está pasando por dentro a ese personaje son un millón de conflictos y es muy complicado llegar a expresar todo eso. Recuerdo en el casting, hablando con Reyes Baltanás y con Rosa Esteve, la importancia del personaje. Y apareció Roger y, si hablas con él, te lo dirá: discutimos un montón. Estar allí en Eugi, el pueblo donde rodamos, tomando una cerveza y repasando todas las secuencias porque Roger estaba empeñado en entender al personaje; todos los matices para poder defenderlo. Y creo que también con la responsabilidad de saber que estaba haciendo un personaje muy complicado. Es un trabajo espectacular. Los matices que tiene Roger; cómo encaja las desgracias que le van cayendo, porque son terroríficas. Y cómo lo va gestionando. Es muy importante también el trabajo de los directores, Rafa Montesinos y Javi Pulido, que vienen de la temporada anterior y con los que tengo muy buena relación.
Para el personaje de Megan, Sara, también ha sido su propio viaje.
Y casi acaba como el rosario de la Aurora. Me faltan palabras. Temporada a temporada bromeamos mucho de «te lo voy a hacer pasar mal». Pero más allá de la broma, le voy exigiendo cosas que emocionalmente son muy complejas y hemos construido un personaje que tiene una enfermedad mental. Creo que de «La caza» es de lo que más orgulloso estoy: haber creado una serie en la que tu protagonista tiene una enfermedad mental, y convive con ella para lo bueno y para lo malo. Mostrar eso es muy complicado. Esa trama paralela que hay entre ella y Víctor, pero que a nivel de concepto tiene mucho que ver con lo que está pasando en la serie, explota en el capítulo siete. Todo lo que sucede en ese capítulo era casi el motivo de esta temporada. ¿Y dónde llega ella? ¿Dónde llega también Félix en la secuencia que tiene en ese capítulo? Me parece asombroso. Estás viendo cómo una persona toma conciencia de haber perdido el control de sí misma; no saber qué es la realidad y qué no es real. Y hasta dónde le ha llevado eso. Ella se acaba de asomar a ese abismo y es algo que me alucina. Soy muy fan de Megan Montaner; me parece una de las mejores actrices de su generación.
Todos quisieron volver a hacer «La caza», ¿le ha despertado cosas nuevas?
Es verdad que tengo un enganche emocional con «La caza», o sea, es un universo en el que me siento muy cómodo. Y no quiero llegar a tener nunca la sensación de repetirme, de agotamiento. Estar haciendo las temporadas por inercia, porque te lo pide la plataforma o me lo pide José Manuel Lorenzo. No quiero que eso me pase. En este caso de la cuarta temporada, de entrada no era muy fan de hacerla. Porque dices, es que no sé si ya hemos contado todo. Luego hablando, y de repente ya se me abre la luz y veo el camino nuevo para Sara y veo contar el duelo desde una perspectiva distinta. Cada temporada es prácticamente una serie nueva y entonces no exprimes tantísimo a los personajes como en otras series y que en la cuarta entrega ya les ha pasado todo lo que les podía pasar. Pero sí que necesito enamorarme de la historia. Necesito que haya algún tema del que me apetezca mucho hablar. No entrar en la mecánica de: busco un sitio chulo para rodar, un crimen curioso y jugamos al «whodunit» y ya está. Porque perdería el espíritu de la serie.