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Estreno

"El clan Olimpia": El dilema de una narco en casa

Basada en hechos reales y tocando una herida personal, la nueva serie de Disney+ llega para remover conciencias con una madre narco que atrapa y desconcierta

"El clan Olimpia": El dilema de una narco en casa Disney+

Tantas narcoseries, tantos cárteles, tantos esteroides de guion que ya uno pensaría que está todo contado. Pero “El clan Olimpia”, que llega este miércoles 9 de julio a Disney+, lo revienta desde el interior. Aquí no hay héroes omnipotentes ni vestidos blancos, ni tramas de narco-leyenda. Aquí hay una madre angustiada que empieza vendiendo hachís para pagar el tratamiento de cáncer de su marido, después de ver cómo una sociedad le da la espalda. Algo que, sin duda, no solo ha pasado, sino que puede estar volviendo a ocurrir ahora mismo y en la puerta de al lado.

Cuando Olimpia empieza en la plaza del barrio, su empuje es pura supervivencia. No hay plan maestro, solo necesidad. Pero cuando descubre que necesita llevarlo a una clínica en Estados Unidos, acepta el reto de escalar y enfrentarse a una red criminal donde hombre suele pintar más. Y ahí la serie comienza a jugar con algo incómodo: ¿hasta qué punto le puedes desear ganar cuando está cruzando límites que no nos gustan?

Zaira Romero ofrece una interpretación que respira contención. Su Olimpia no grita, no busca lástima y ni intenta convencernos: actúa. Se empeña, resuelve y sigue. Esa mirada determinada, a veces fría, se impone sin aspavientos y nos hace aliarnos con ella. No es heroína, pero la ficción casi nos obliga a tomar su lado. Y ahí radica la fuerza de la serie.

El dilema moral surge solo con verla. No hay sermones ni subrayados. Vemos cómo la protagonista engancha a cárteles colombianos, mafia napolitana, mentiras familiares. Vemos su crecimiento. Vemos su familia, con un padre merchero que nunca imaginó que su hija acabaría del otro lado. Y sentimos: esto está pasando. Se parece a nuestra vecina, a alguien de la calle, solo que con una mochila cargada de poder ilegal.

La producción se aleja del arquetipo narco. No hay mansiones, ni chalecos antibalas molones. Hay calles reales, bares sin glamour, talleres viejos y paredes desconchadas. Esa naturalidad se contagia. Y cuando la cámara está en exteriores, se siente que no hay filtro. Ahí hay vida. Y esa vida le da personalidad, autenticidad, valor.

El trío de directoras —Gracia Querejeta, Violeta Salama y Claudia Pedraza— apuesta por contar la historia sin fuegos artificiales. Ceden espacio a los silencios, a los planos detalle. Cuando Olimpia cuenta el dinero o mira a su marido, no necesita música épica. Basta una guitarra española que acompaña sus pasos. La tensión nace no de disparos sino de la posibilidad permanente de que todo se derrumbe.

El ritmo está en un punto justo entre suave e intenso. No es un thriller de persecución, ni una serie de acción con explosiones. La tensión es moral y emocional. Avanza sin pausa, sin reposo, sin permitir que el personaje frene. A veces, la figura del marido o de los hijos desaparecen de la trama. Y eso duele. Porque demuestra que la ambición de Olimpia pasa por encima incluso de sus causas iniciales.

El elenco complementa el universo sin eclipsarla. Tamara Casellas, Juan Carlos Vellido, Joel Bosqued, Daniel Ibáñez, Mina El Hammani, Juan Pablo Raba y María de Nati caminan en esa zona gris, donde ayudas, dudas y traiciones conviven. Cada rostro expresa lo complejo. No hay buenos absolutos ni malos estereotipo.

Podrías criticar que la serie escala rápido: llega, sube, sube y casi no mira atrás. Pero justo en esa velocidad está su fuerza: Olimpia no para. Ni la serie. Lo que podría parecer ligereza, revela una decisión precisa del guion: la ambición se convierte en urgencia. Y la urgencia ignora el pasado.

“El clan Olimpia” se mira en un espejo incómodo. Te empuja a preguntarte: ¿qué harías tú si alguien de tu familia dependiera del dinero de la droga? No es un ejercicio retórico, es un corte moral que no se cura con clics. Y eso es poco frecuente en este subgénero.

Disney+ podría haber lanzado un narco folletín, pero ha preferido una serie pequeña en grandes temas. El precio del poder, el rol de género, la moral quebrada. Y lo cuenta desde la individualidad de su protagonista, sin pancartas ni maniqueísmos.

La serie te golpea con una verdad: detrás de cada delito hay una persona con motivos. Panorama doméstico y prisión legal. Esa fricción es poderosa. Y si la cuenta la hija de la protagonista interpretando a su madre, el golpe no baja. Es más fuerte y contundente.

“El clan Olimpia” no solo entretiene; cuestiona. No es la niña bonita del género, es la que te hace mirar en el espejo. Y mucho.

La serie revive la historia familiar real

“El clan Olimpia” habla desde la intimidad: no es un relato sobre un narco cualquiera, sino sobre la madre de Zaira Romero, protagonista de la serie. Cada escena se enraíza en su verdad, en los rincones donde su familia vivió el duelo, la valentía y el callejón moral. Los guionistas no solo transcriben hechos, sino que asumen el pulso emocional de quien vivió el proceso en carne propia. Esa conexión personal dota la serie de una fuerza visceral: no hay desconexión entre la actriz y su pasado, ni entre la escena y la herida. El arte, así, deja de ser reflejo para convertirse en piel.