Cargando...

Entrevista

Óscar Pedraza: «La Generación Z tiene motivos más que de sobra para estar encabronada»

Dirige la serie de Prime Video «Zoomers», un retrato de los jóvenes en la universidad con sus luces y sus sombras

Óscar Pedraza: FesTVal

Óscar Pedraza (Zamora, 1977) se ha metido en el lío de hacer «Zoomers» para Prime Video, un retrato directo, dinámico y atrevido sobre la Generación Z que fue presentada en el Festival de Televisión de Vitoria-Gasteiz (FesTVal) y acaba de estrenarse en la plataforma de streaming.

El montaje le da agilidad a la serie, ¿con qué retos se ha encontrado en «Zoomers»?

Reflexioné sobre esto mucho, porque efectivamente vivimos en lo que ahora llaman la generación TikTok: cero atención. Y pensé, pero, ¿y si paramos cuando haya que hablar de lo importante? ¿Y si ese montaje ayuda, te engancho rápidamente, entras bien, y una vez que me interesa, paro ¿Me vas a prestar atención? Y esa fue un poco la apuesta. Vamos muy rápido, pero ojo, ahora nos detenemos. Quería probar si realmente esa generación, a la que acusamos de falta de atención y de hiperactividad (últimamente todo el mundo tiene TDH), es así o sencillamente tienen los mismos estímulos y distracciones que teníamos nosotros, de otra manera, y si su atención sigue intacta. Esto no solamente pasa en las series juveniles. En todas las series que dirijo habitualmente, incluso ahora en un par de películas, hasta los adultos hemos entrado también en ese juego: le damos muy poco tiempo y muy pocas oportunidades a las cosas. No se debe solamente acusar a la Generación Z, porque en el fondo ya desde la adultez somos los primeros que inventamos el zapping. Y es sencillamente una evolución. Creo que, igual que los adultos nos detenemos cuando algo nos toca, ellos también, y que si escuchamos con atención lo que tienen que decirnos o les damos el mensaje adecuado, se van a parar a escucharlo.

¿Le resulta gratificante profundizar en los detalles?

Es la parte que más disfruto de mi trabajo y te diría que últimamente casi la única, porque una vez que más o menos controlas cierta técnica... Aunque siempre estamos aprendiendo, hay algo que me apasiona de mi trabajo, que es aprender y escuchar en cada uno; ponerme en una piel diferente en cada trabajo. Soy una especie de actor frustrado y empecé a hacer cortometrajes con 9 años, donde era mi propio protagonista, pero me di cuenta de que era muy malo y aparte, luego lo de ser director, como que molaba. En cada trabajo aprendo. Te diría que esas experiencias son para mí lo mejor de mi trabajo. Lo otro es sencillamente coger un guion y poner tornillos.

Es la parte más automática.

Sí, y es la que menos me interesa ahora mismo. Hace unos años todo el mundo quería rodar a cámara lenta y con una grúa, pero cuando has jugado con todos esos juguetes, es cuando realmente descubres por qué contamos historias. Y es por los personajes, es por las personas. A partir de ahí me lleva a una elaboración visual: decidí hacer todo con efectos prácticos, físicos; no quería utilizar apenas digitales más que los imprescindibles de borrados de cables. Se supone que estamos en la generación más tecnológica. Pues lo vamos a hacer todo con marionetas. Hay muy pocos efectos visuales, pero no hay nada generado en 3D.

Y llama más la atención.

Me parecía que precisamente si quiero llegarles, a estos jóvenes, lo que les puedo dar es lo que yo aprendí. Yo crecí con programas como «La bola de cristal», con la bruja Avería. Crecí con un montón de cosas que eran físicas; que podías tocar.

¿Está en un momento vital en el que ya disfruta de las cosas?

Sin duda. Es un momento también en el que echas la vista atrás y te das cuenta de que toda esa rebeldía y esa pose dices: «¿De dónde me venía?». Quiero investigar, y a través ahora mismo de la Generación Z, que tiene motivos más que de sobra para estar encabronada, entenderme a mí mismo. De ahí esa búsqueda constante en escucharles o entender sus problemas.

No puedo achacarles a mis hijos determinadas cosas porque son, extrapolándolas, las mismas que nosotros hicimos en nuestra época.

Y además, hay algo también que en Psicología y en interpretación se llama la teoría del espejo. Al final, lo que más detestas de otra persona suele ser lo que precisamente tienes tú. Sí que creo que los ciclos se repiten y no entiendo el sentido de la vida, eso ya no te sé decir, porque es demasiado profundo, pero sí que me parece que tenemos una oportunidad magnífica si somos capaces de seguir escuchándonos los unos a los otros; tenemos una vía magnífica de entendernos a nosotros mismos. Al final, todos dimos un primer beso, todos tuvimos miedo, todos nos enfrentamos a lo que ahora llaman bullying.

¿Qué no es esta serie?

No es una serie que pretenda engañarte. No es falsa. No es un diseño. No es una fórmula. Y he rodado mucha fórmula y ruedo mucho género. Esta serie es el antigénero, porque de repente, salta de un sitio a otro cuando menos te lo esperas y como menos te lo esperas. No es previsible, te diría también sobre ella. Y está hecha con muchísimo cariño.

¿En qué momento decidió que era el tono correcto para hablar de estas cosas?

Ese tono yo creo que está ya en el propio guion. Cuando recibí el encargo por parte de Dinamo, con Michel Rubén y y Miguel Menéndez, me enviaron muy amablemente el piloto y yo pensé que iba a ser una serie más de adolescentes. Ya había dicho que no a alguna, precisamente porque lo que narraban en los pilotos, yo no soy capaz de hablar de esto. Entonces, cuando empecé a leerlo. Para que te hagas una idea, normalmente nos mandan la Biblia y el piloto. Entonces, normalmente, lo primero que haces es ir a la Biblia porque es lo más colorido. Había una nota que decía, “Hey, no tan rápido. Léete primero el piloto, venga, anda, que no cuesta tanto. Me pareció de una osadía, y ya solamente con eso me engancharon. En cuanto me leí el piloto y empecé a ver ciertas bromas, el tono estaba ahí.