Toros

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Un Cayetano valeroso se alía con los planetas

El torero arrasó y cortó cuatro orejas, las dos últimas del sexto, premiado con la vuelta al ruedo; un trofeo paseó Ferrera y otro Perera tras una sólida actuación

Cayetano, a hombros, en Pamplona. Foto: Efe
Cayetano, a hombros, en Pamplona. Foto: Efelarazon

Antonio Ferrera en este año tan suyo, tan enrevesado y tan caprichoso acabó convirtiéndose en el único torero que hizo doblete en Sanfermín y dos días seguidos. Cuatro toracos para el cuerpo casi sin respirar. Y sin despeinarse. ¡Lo que dan los años! La emoción que habían tenido los Cuvillos a las ocho de la mañana fue justo a la inversa que la de ese “Palmero” más que con las fuerzas contenidas, con el fondo al límite. Ya no era suya la película esta vespertina del toro que abrió plaza. Lo quiso hacer Ferrera todo despacio y mantener al toro en esos límites. La espada le fue a la contra. El toro es una aventura y el toreo es a veces inexplicable y resulta un huracán para las emociones... O no. El cuarto cumplió a la perfección su papel de toro de la merienda, tan noble como desfondado y con poco interés. Ferrera no tuvo muchas opciones, pero abundó, le mató con rapidez y paseó un trofeo.

Cayetano aplaude al sexto, de vuelta al ruedo

Perera lo intentó con un segundo, que tomaba el engaño con calidad, muy por abajo, aunque no demasiado larga la embestida y duró poco. Así el interés por la labor, que tuvo su momento más cotizado en una tanda diestra de una seria labor y con mucha profundida, más allá del calado.La espada se fue a los bajos. Calidad y nobleza sacó el quinto con el que Perera echó el resto. De rodillas, centro del ruedo, pase cambiado por la espalda, un completo volcánico que puso el corazón a mil y entró en Pamplona. Luego toreó con temple al toro que quería los vuelos y cuando le faltó revoluciones, le había apretado, tiró de recursos. Muy por encima de las condiciones del toro. La espada esta vez no le dejó atrás y se fue con un trofeo muy sólido.

Cayetano da un pase de pecho, ayer, en Pamplona

Un metro tenía de pitón a pitón el tercer toro. Cayetano su matador. Y noble la embestida como se intuía en el nombre “Aguaclara”. Cayetano vio a la legua sus bondades y brindó al público y ya desde el principio desplegó molinetes de rodilla en tierra y tandas en las que combinó el temple y el relajo con algún remate que prendiera con el público como dinamita. No volvió la cara. Su decisión ante el toro fue indeleble, pero la prueba de fuego era la espada. Cruzar la suerte de matar, con esa pedazo cornamenta, era un infierno. Se fue derecho, colocó la espada. Se creció. Rugió Pamplona. Y paseó las dos orejas. El doble trofeo que le daba ya en el tercero de la tarde la Puerta Grande de San Fermín. Una larga cambiada de rodillas en el tercio fue el saludo al sexto. Noble el toro y de buena condición, que acabó por ser premiado con la vuelta al ruedo. Cómplice perfecto en una faena afanosa y que fue directa al corazón de Pamplona, hasta multiplicar el éxito, como el pan y los peces.

Pamplona. Octava de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de Núñez de Cuvillo. El 1º, noble y sin fondo; 2º, de calidad y corto el recorrido; 3º, noble y de buen juego; 4º, soso y desfondado; 5º, noble y de buena condición con el fondo justo; 6º, noble y de buena condición premiado con la vuelta al ruedo. Lleno de “No hay billetes”.

Antonio Ferrera, de tabaco y oro, pinchazo hondo, dos pinchazos, estocada, tres descabellos (silencio); estocada caída (oreja).

Miguel Ángel Perera, de blanco y plata, bajonazo (silencio); pinchazo, estocada (oreja).

Cayetano, de azulón y oro, estocada (dos orejas); estocada (dos orejas).