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Melendi

La peor actuación de la historia de «Operación Triunfo»

Los 16 concursantes estuvieron correctos en la segunda gala de «OT 2018», pero la falta de emoción tuvo una clara consecuencia: aburrimiento soberano

Noelia y Dave, durante su interpretación de «Volando voy»
Noelia y Dave, durante su interpretación de «Volando voy»larazon

Esther Aranda lideró el mayor bochorno de la historia del concurso con su versión de “Las de la intuición”, allá por el año 2008. Lo que para unos fue la mayor catástrofe sonora audible, para otros fue el elemento necesario para volver a engancharse a un programa con síntomas de desgaste. Anoche, los 16 concursantes estuvieron correctos, pero la falta de emoción tiene una clara consecuencia: aburrimiento soberano

Estoy casi seguro de que la mayoría de ustedes recuerdan aquella edición de Operación Triunfo en la que Esther Aranda destrozó “Las de la intuición”, de Shakira, junto a su compañera Tania G. Aquella noche en la que berreó durante casi tres minutos, no dio ninguna nota en tono y los abucheos del público se entremezclaron con su gorgoritos desafinados. Aquel recital en el que la vergüenza tomó la delantera y no hubo tierra suficiente para tragar tanta nausea generalizada. Aquella sinrazón en la que su voz se confundió con la de Carmen de Mairena y sus gestos con los de Bea, la Legionaria. Pues bien, aquel ultraje calificado como “una de las peores y más lamentables actuaciones” del concurso, casualmente, salvó un programa inicialmente desgastado. Si por algo se caracterizó la sexta generación (aquella que encumbró a Virginia Maestro y dejó a Pablo López en segundo lugar) fue por incitar al espectador a opinar y hacerlo partícipe en otros conflictos más allá de los estrictamente musicales. Aranda lideró el mayor bochorno de la historia del concurso, lo que convirtió al público y a la malagueña en víctima y verdugo indistintamente. De tal modo que lo que para unos fue la mayor catástrofe sonora audible, para otros fue el elemento necesario para volver a engancharse.

Esta joven 20 años fue su protagonista, pero nadie como ella para hacerlo. Cada semana le dedicaban una serie de calificativos que la convirtieron en una (si no, en la que más) de las participantes más humilladas. Y eso hizo que el cualquiera pudiese empatizar con ella, para bien o para mal. Ese enganche, desgraciadamente, no lo está teniendo esta décima hornada de artistas. La gala de anoche fue soberanamente aburrida, muy lenta y poco atractiva. Ninguna de las diez actuaciones emocionó y, lo que es aún peor, no consiguió llamar la atención. Ni los chillidos eufóricos de Noelia en “Volando Voy”, de Camarón, levantaron el ánimo; ni la intentona amorosa de Carlos Right en “Mis historia entre tus dedos”, de Gianluca Grignani, provocó ningún suspiro. Estuvieron todos bien (algunos incluso muy bien), pero la corrección pasa factura y la expectación que generó Aranda fue mucho mayor que la de los 16 concursantes (ahora 15) que aspiran a vivir la música. Es cierto que ella hoy no lo hace, pero ya quisieran atraer tantas miradas como lo hizo ella. No para vender más discos (pocos lo hacen ya), sino para levantar un formato que muestra síntomas de estancamiento y en el que lo que más importa son los sentimientos.

Eso fue exactamente lo que se vivió el año pasado. La naturalidad brotaba tan rápido como la inocencia. Recuerden que su primera gala fue desastrosa (por problemas de sonido) y que la gente se fue enamorando de cada uno de sus personajes poco a poco. El fenómeno Amaia - Alfred se gestó con calma: primero, una canción; después, un beso. Y así. Lo mismo con la tan querida y ansiada unión de Cepeda y Aitana. Su “No puedo vivir sin ti” fue tan solo la chispa perfecta para que la llama se encendiese. Mantenerla viva fue cuestión de horas de ensayo, de clases de interpretación, de pases de micros... en los que todos fuimos partícipes de cómo evolucionaba cada uno, tanto en lo profesional como en lo personal. Ahora, estos elementos tan necesarios se están forzando con intentonas absurdas (las famosas carpetas) para conseguir el mismo efecto, pero la consecuencia no está siendo la esperada. Ojalá surja, de momento resulta hasta cargante planteárselo. De ahí la importancia de contar con la peor actuación entre las manos, porque aquí de lo que se trata es de enamorar a través de la música y si bien es cierto que los gallos son algo que no gustan, la superación sí. Y en eso OT 2017 dio en el clavo.

Poco o nada importó que Sabela (que continuó en la Academia tras obtener el 78,8 por ciento de los votos) y Alfonso estuvieran nominados. Quizá no son las peores voces de la Academia, pero sí los que menos aportan. Bien podrían haber salido los primeros, los segundo o directamente no haber entrado. En los vídeos semanales, cada uno iba a lo suyo y sin generar ningún interés. Lo mismo que sus actuaciones: pasaron desapercibidas (a pesar de la terrorífica traducción al español de “All of me”, de John Legend) y lo mejor que se podía hacer con ellas era olvidarlas. ¿Dónde quedaron los despropósitos de Rosa López en “Desde la oscuridad”, de Gloria Estefan; las batallas de gallos entre Jesús de Manuel y Janina en “Volverte a ver”, de Juanes; o los movimientos espásticos de Cristina e Ismael en “Usted abuso”, de Celia Cruz y Willie Colón? Posiblemente en su mente, algo que por el momento no podemos decir de ninguna de las interpretaciones de esta edición. Algo se le acercó “Déjala que baile”, de Alejandro Sanz y Melendi, que interpretaron Famous y Damion. Menuda pareja para semejante canción. En el fondo, resultó gracioso ver al primero cantar en español con tan poco desparpajo y al segundo moverse tan arrítmicamente como las muñecas de Famosa en su camino hacia Belén.

Por un instante, el “Tainted love”, de Imelda May, que presentaron Natalia y Marta, estuvo a punto de emular al “Bad romance”, de Lady Gaga, que Gano y Nirah. Con mucha probabilidad, esta sea la actuación que más revuelo causó en la malograda edición que presentó Pilar Rubio. Es tan difícil de definir que les animo a que vean el vídeo y juzguen ustedes mismos (si lo encuentran). Algo tuvo para que, después de siete años, se siga hablando de ella con tanto ímpetu. La misma excentricidad hubo anoche durante su versión. No como en “Friends” (de Marshmello) que atufaron (por decir algo) África y María o en “Another day of sun” (de “La La Land”) que desgastaron Marilia y Joan. De nuevo, ninguna pasará a la posteridad.

Está claro, casi todos pudieron estar nominados en esta segunda gala. Si la música es emoción, ninguno (por ahora) debería dedicarse a ello. Ninguno salvo Miki y Alba. Su versión de “Alma mía”, de Natalia Lafourcade, fue bastante singular. A guitarra y voz, consiguieron dar a la noche algo de sentido. Fue imposible no mirarles, no escucharles con detenimiento. Hipnotizaron con cada leve gesto, con cada suave nota. No hizo falta nada más. A veces, menos es más. Y ambos sacaron partido (no el máximo) a una canción que arranca sentimientos con tan solo escuchar un par de notas. Bien por los dos, pero sobre todo por su autora. A Julia, en cambio, he preferido no mencionarla porque de las segundas (o terceras) oportunidades también se vive y ella tienen un as escondido en la manga. Lo sacará cuando lo crea oportuno. Finalmente, quedaron nominados Dave y África (a María la salvaron los profesores y a Joan sus compañeros), pero bien podrían haber sido Famous y Damion o Marilia y Sabela. Casi ninguno conquistó a la audiencia de forma contundente (que Natalia fuese favorita no quiere decir que fuese la mejor) y las oportunidades para conseguirlo cada vez son más reducidas.