Viajes

La sangre de nuestros antepasados sirve de abono para los vinos de Peñafiel

La localidad vallisoletana cuenta con una fortaleza formidable, extensos viñedos en torno a la ribera del Duero, historias fantásticas y originales corridas de toros

Vista de Peñafiel, en la provincia de Valladolid
Vista de Peñafiel, en la provincia de ValladolidPacoSantamaria

El mundo ha cambiado. Ciudades que antes eran el orgullo de una civilización se ven reducidas a la ruina, villas donde pululaban la flor y la nata de la aristocracia se transforman, evolucionan como los cangrejos, se ven devoradas por otras localidades que siglos atrás fueron devoradas por la villa en decadencia, devorar se vuelve retroactivo. El mundo ha cambiado porque las estrategias militares han cambiado, es así de sencillo. Las ciudades amuralladas han pasado de moda. Los ríos que antes se defendían con enormes fortalezas ahora pueden cortarse, simplemente cerrando el grifo de una presa; las románticas cargas de caballería cayeron fulminadas por una sola ametralladora. Ciudades como Toledo se vuelven opacas bajo el manto de Madrid. Y creo que es muy importante que entendamos la naturaleza de esta transformación, para la próxima vez que vayamos a Peñafiel y queramos comprender la importancia histórica de una localidad que, hoy, acorralada entre el Duratón y el Duero, parece absolutamente despreocupada de los asuntos humanos.

Punto estratégico... del ayer

El mundo ha cambiado. Líneas de frontera que hace pocos siglos significaban la vida y la muerte, paseos junto a la orilla del río Duero que podían acabar con una flecha atravesándonos la garganta, meses de corrido entre duros inviernos, nervios e histerismo, se reducen hoy a un párrafo en los libros de Historia y que apenas un pequeño porcentaje de la población española conoce con exactitud. Peñafiel está situada a las orillas del río Duero desde que construyeron su primera choza, y nosotros ahora no lo pensamos demasiado pero, para que Peñafiel fuera cristiana, hicieron falta varias batallas violentísimas. Entre estos combates destaca la batalla de Simancas, donde murieron decenas de miles de hombres y donde dicen que incluso el mismísimo apóstol Santiago se apareció con su espada y su caballo blanco para participar en la contienda. El mundo ha cambiado, ciertamente: hace mil años, la fantasía y la realidad se inmiscuían en el cacofónico griterío de la batalla. Mientras que nosotros, los escépticos, los intocables, hacemos burla en el televisor de las supersticiones de nuestros propios antepasados.

Vistas del entorno desde el Castillo de Peñafiel.
Vistas del entorno desde el Castillo de Peñafiel.Alfonso Masoliver

Desde que la villa volvió a ser controlada por los ejércitos cristianos, pronto se decidió construir una fortaleza adecuada y que permitiera dominar esta fracción del valle del Duero. Se construyeron iglesias y conventos y ermitas, hasta 27 edificios religiosos fueron construidos en Peñafiel durante los años del medievo, a la vez que la repoblación cristiana abría la puerta a la agricultura y a las sencillas riquezas que siguen a cada cosecha.

Peñafiel hervía de actividad. Especialmente importante en su bullicio fue el primer llanto de Carlos de Viana (el hermanastro de Fernando el Católico, que posteriormente sería rey de Navarra y construiría el fabuloso palacio de Olite), y ya puedo imaginar un tiempo diferente al de ahora, cuando Juan II de Aragón, entonces duque de Peñafiel, levantó a su primer hijo desde las murallas de la fortaleza como hacían en la película del Rey León. A los pies de la colina, armando un jaleo de escándalo, nuestros antepasados miraban con ojillos curiosos al berreante y diminuto puntito que estaba destinado a morir con 40 años y en extrañas circunstancias repletas de rumores.

Guerras, guerras y más guerras

El silbido del acero tardó muchos años en acallarse en Peñafiel. Tras la victoria en Simancas, ocurrió una nueva derrota que obligó a los cristianos a regresar a la orilla norte del río Duero. Sancho García recuperó Peñafiel de una vez por todas en 1010 y, quizá un poquito cansado de tanta batallita, pronunció la famosa frase que da nombre a la localidad: “esta será la peña más fiel de toda Castilla”. Juan II de Castilla (padre de Isabel la Católica), también retorció pieles y entrañas para hacerse con el control de Peñafiel durante la Guerra Civil castellana. Incluso las personalidades liberales de Roa se escondieron en el castillo, todo para escapar de la nostálgica ira de las tropas carlistas que les perseguían.

Cuando la paz sale cara

Plaza del Coso en Peñafiel.
Plaza del Coso en Peñafiel.Algarabidreamstime

Uno diría que los tiempos de paz son los tiempos más prósperos para todos pero, la verdad, la verdad de la buena es que hay algunos lugares (y personas) a los que les iba de fábula cuando nos matábamos por cualquier tontería. Todos esos pueblos y villas que florecieron gracias a su valor estratégico, como lecheros de la guerra, se apagaron muy poco a poco tras firmarse la última paz. No quiero que el lector piense que estoy menospreciando a Peñafiel porque es un lugar magnífico y precioso y lleno de cositas interesantes con una edad media de 500 años pero, las cosas como son: hace diez siglos que no nace un rey en Peñafiel. Los tiempos han cambiado. Y no necesariamente para mejor, si lo miramos desde cierta perspectiva.

Y de verdad que me parece una pena que no haya turismo en masa en Peñafiel, que no reciba varios millones de visitantes al año. Después de todo lo que ha sangrado por nosotros. Somos unos desagradecidos. Deberíamos visitar Peñafiel más a menudo. Porque no solo es Historia lo que murmuran los muros de Peñafiel. En la Plaza del Coso se celebran algunas de las corridas de toros más originales de nuestro país. Uno puede alquilar la terraza de una de las casas que rodean la plaza (como en los abonos de cualquier otra plaza española) y disfrutar de excelentes muestras de arte taurino degustando el gin-tonic que nos hicimos hace un momentito. En la Iglesia de San Miguel de Reoyo y en la Iglesia de Santa María podemos rezar, sí, y también admirar algunas de las muestras arquitectónicas más bellas del siglo XVI. Esto solo son algunos ejemplos significativos, antes de abalanzarnos sobre el plato principal que hoy ofrece la localidad.

Tiempo de cosecha

Aunque mejor sería decir “la bebida principal”. Es el vino. Ya cuando hagamos la visita al Castillo de Peñafiel, veremos que en la planta de inferior se encuentra el Museo Provincial del Vino. Aquí nos introduciremos en el mundillo enológico de la provincia de Valladolid, que reúne el mayor número de denominaciones de origen de España, cinco en total: D.O. Tierra de León, Ribera del Duero, Cigales, Toro y Rueda, tratándose esta última de la Denominación de Origen más antigua de Castilla y León. Casi nada.

Museo Provincial del Vino, en Peñafiel
Museo Provincial del Vino, en PeñafielMuseoVinopeñafielLa Razón

Desde lo alto de la torre del homenaje del castillo, luchando contra el viento que se nos mete por todos los agujeros haciéndonos cosquillas, podemos ver las viñas de Peñafiel retorciéndose y esperando a regalar su fruto, un año más. En los últimos meses del verano, todo el ambiente se vuelve empalagoso por el olor dulzón de la uva a puntito de estallar, y los aromas a veranos de infancia y vid manosean nuestros pensamientos. Especial encanto tiene la Bodega Protos, que ya desde su fundación en 1927 ha sido considerada como una de las mejores bodegas vallisoletanas. En su página web (link aquí) podrás encontrar diferentes actividades relacionadas con el enoturismo de la Ribera del Duero, paseos entre viñedos, visitas imperdibles para los amantes del mejor vino castellano. Es porque mentí un poquito antes. No es cierto que Peñafiel sirva solo para la guerra y la fidelidad. También sirve para la paz, en cierta medida, para el tipo de paz más extremo de todos, que es la celebración. Peñafiel también sirve para celebrar la paz... siempre que no nos falte una copa de vino.