Viajes

Entre copas (de vino) por el sur de la República Checa

La región de Moravia Meridional ofrece 20.000 hectáreas de viñedos jalonadas por pueblos y castillos de cuento

Entre copas (de vino) por el sur de la República Checa
Entre copas (de vino) por el sur de la República ChecaDavid MarvanDavid Marvan

Cuando el personaje que interpreta Paul Giamatti en la película «Entre copas» le pregunta a la chica de la que acabará enamorándose que por qué le apasiona tanto el vino, ella responde:

–Es que es una cosa viva. Me gusta pensar en qué pasaba el año en que crecían las uvas, en cómo brillaba el sol, o si llovía. Me gusta pensar en toda la gente que cuidó y recogió las uvas. Y si es un vino añejo, en cuántos de ellos ya deben de estar muertos. Me gusta ver cómo un vino sigue evolucionando. Por ejemplo, si abro una botella hoy, ¿sabrá distinto cualquier otro día? Porque un vino embotellado en realidad está vivo y evoluciona y adquiere complejidad constantemente, hasta alcanzar su punto álgido.

Una no puede dejar de pensar en este diálogo la víspera de tomar un avión con destino a Praga (República Checa). Este viaje se antoja diferente antes incluso de arrancar y la ruta en tren hasta Brno, capital de Moravia del Sur y destino final, confirma las sospechas. El paisaje verde que se ve desde el vagón es el aperitivo perfecto para contagiarse del estado de ánimo adecuado para lo que aguarda al viajero: miles de hectáreas de viñedos jalonados por castillos y pequeñas bodegas donde paladear el vino blanco único que se produce en esta región del corazón de la vieja Europa.

Antes de servirse la primera copa, un par de noches en la sorprendente ciudad de Brno resulta totalmente aconsejable. Es una ciudad universitaria con una vida y una alegría que se sienten nada más poner un pie en la plaza del Mercado de Verduras, que data del siglo XII y sigue reuniendo a vecinos y agricultores como si el tiempo no hubiera pasado. El Hotel Grandezza, de imponente edificio, es una buenísima opción para tomar aire. De camino a la Catedral de San Pedro y San Pablo (barroca e impresionante), un restaurante un tanto especial: L’Eau Vive, regentado por monjas de todo el mundo ataviadas con sus correspondientes hábitos. Tiene un precio razonable e, incluso, da trabajo a jóvenes de paso que tienen que habituarse a las pausas para rezos y bailes en medio de la jornada laboral (muy estricta, al parecer).

El verdadero corazón de la ciudad está en otra plaza, la de la Libertad. Atravesada por el tranvía y enmarcada por edificios de la escuela Bauhaus de la vecina Viena, es en realidad una superficie triangular en la que se han incorporado interesantes construcciones contemporáneas. Y en el centro, el reloj astronómico de Brno. Una atracción turística levantada en conmemoración del asedio de Suecia en 1645 y que, cada día a las 11:00, libera una canica de cristal por alguno de sus cuatro orificios para que se lo quede el más avispado, que, desgraciadamente, suele ser alguien de la ciudad que luego revende la esfera por Internet.

Entre copas (de vino) por el sur de la República Checa
Entre copas (de vino) por el sur de la República ChecaDavid MarvanDavid Marvan

A pocos metros, otra excentricidad: uno de los mayores osarios del mundo. Huesos de 50.000 cadáveres distribuidos de forma creativa y un tanto tétrica en un búnker bajo la Iglesia de Santiago al que se accede previo pago de cinco euros (unas 130 coronas, la moneda checa). La chica de la entrada, ataviada con pendientes de calaveras, se muestra feliz de trabajar en un lugar tan peculiar: «Cada día, cuando abro, me quedo 30 minutos sola en este espacio lleno de calaveras, tibias y peronés. Me sirve para meditar en lo que somos en realidad: un montón de huesos».

Y ahora sí, arranca la ruta del vino por Moravia del Sur, una región bendecida con un clima y una tierra hechos para el cultivo de la uva blanca (aunque también encontraremos algún tinto). Una de las mejores formas de recorrer estos cientos de kilómetros de caminos de tierra que serpentean entre las viñas es en bici. Existen viajes organizados para poder hacerlo con seguridad y acompañado.

El pueblo de Vrbice alberga 200 diminutas bodegas, algunas tan ancianas que se remontan al siglo XVI. Son espacios de almacenaje que pasan de generación en generación y que se emplean como lugar de reunión de amigos y familiares, un lugar perfecto para paladear en compañía el vino cosechado esa temporada. Situadas en lo alto de una colina, desde sus techos se divisa un paisaje espectacular. Cepas hasta donde se pierde la vista, moteadas por cicloturistas que las colorean.

La puesta de sol en la bodega Sonberk, construida con vistas a las montañas de Palava, es un sueño. Cobran sentido las palabras del diálogo con el que empezaba este reportaje: el vino como una metáfora de la vida. Es un edificio espectacular, un proyecto del arquitecto Josef Pleskot perfectamente integrado en el paisaje y armado con una madera sin tratar que irá envejeciendo con el paso del tiempo. Con una producción de entre 50.000 y 150.000 botellas según haya sido la cosecha, en 2020 fue reconocida como la mejor bodega de tamaño medio de toda la República Checa.

Un grupo de jazz sorprende en la terraza de la vinatería Reisten, en la localidad de Pavlov. Las salas de cata están firmadas por el arquitecto Jan Veisser y se puede comer, cenar y dejarse llevar en un ambiente vinícola con cierto regusto a la Toscana. Con los ojos ligeramente entornados podríamos teletransportarnos a cualquier rincón de esa región italiana, aunque tampoco hace falta porque aquí la temperatura y la gastronomía también son perfectas.

Según cuenta la leyenda, el paso de los romanos por esta zona dejó toda su sabiduría vinícola, que los lugareños pronto harían propia. Viajaban con sus propias cepas para poder obtener el vino con el que desinfectar los manantiales que no creían puros. Aunque la ciudad de Brno fue fundada en la Edad Media y no tiene un pasado romano, el reciente hallazgo de restos de asentamientos de la Antigua Roma ha confirmado quiénes fueron los cosecheros originales de Moravia del Sur.

Siguiendo con la Historia, la UNESCO ha reconocido como Patrimonio de la Humanidad un curioso festival de folclore autóctono que se realiza en la Eslovaquia morava. Es una tradición única llamada “Ride of the Kings” que se puede vivir durante el último fin de semana de mayo en varios pueblos y ciudades. Sólo en Vlčnov la tradición cuenta con más de 200 años de vida. Al calor de esta suerte de cabalgata cuyo protagonista es un niño que elige el pueblo entero, se celebra una feria de productos típicos de gastronomía y artesanía.

Las cuevas azules y blancas de Petrov-Zle son otra parada obligatoria antes de poner punto final al viaje. Con una apariencia de cuento, traen a la memoria las viviendas de los hobbits de Tolkien. Allí se puede saborear el vino en alguna de sus más de 80 bodegas dispuestas en hilera.

La producción bio gana puntos con cada año que pasa y ya es una realidad en país conocido mundialmente por su cerveza y que tiene en esta esquina entre Eslovaquia y Austria un pequeño paraíso para los amantes del vino. Un remanso de paz tan inesperado como placentero.

(Recordatorio final: no dejar el país bajo ningún concepto sin probar la Vanocka, la versión checha de nuestro roscón de Reyes).