
Marruecos
Royal Mansour Tamuda Bay, un capricho real en la Costa del Sol marroquí
El sello de hoteles de lujo del país vecino redefine el concepto de resort con esta propuesta a orillas del mar de Alborán, concebida para el deleite del cuerpo y del alma

Si hay algo que define a los hoteles de la colección Royal Mansour en Marruecos es su habilidad para captar con exquisita precisión la idiosincrasia de cada uno de sus destinos. A los ya conocidos establecimientos en Marrakech y Casablanca, se suma ahora el más reciente: Royal Mansour Tamuda Bay, erigido en la costa norte del país, bañada por las aguas del mar de Alborán, entre Fnideq y Martil.
Cuando el rey Mohamed VI, propietario de esta exclusiva cadena hotelera, puso su mirada en la llamada “Costa del Sol marroquí”, lo hizo con un objetivo claro: revolucionar el concepto tradicional de resort de playa. Y lo consiguió. En Tamuda Bay, la sofisticación se funde con la tradición, en un entorno seguro donde reinan la luz serena, la calma absoluta y un lujo discreto que invita a la conexión con la naturaleza.

Desde el primer paso en el hotel (al que se llega fácilmente desde el aeropuerto de Tánger, situado a apenas una hora), la presencia del mar es una constante. Desde la entrada principal ya se vislumbra el Mediterráneo, que se funde con una piscina infinita accesible a través de un sendero flanqueado por conchas convertidas en pórticos. Una bienvenida que es, en sí misma, una declaración de intenciones.
Las sombrillas en tonos crema y bermellón se alinean a lo largo de los más de 700 metros de playa privada, cuya arena se cuida a diario con mimo. Caminar por ella cada mañana es como pisar tierra virgen. Para los más sibaritas, hay camas balinesas desde las que se contempla el horizonte, se respira el aroma del mar y se escucha el romper de las olas justo a los pies.
En este entorno idílico se distribuyen las 55 villas privadas. Entramos en la nuestra. Una arquitectura sobria, de inspiración mediterránea con toques marroquíes, da paso a estancias amplias y luminosas donde la luz natural inunda cada rincón. Un espacioso salón nos conduce a las suites, donde el descanso está garantizado. Desde las villas con jardín se puede ver el mar, pero para una experiencia completa, lo ideal es reservar una villa frente al mar con piscina privada.
Tomamos las bicicletas que nos esperan a la puerta de la villa para recorrer el recinto rodeado de vegetación exuberante entre palmeras, limoneros y almez. Llegamos al spa, donde el tiempo parece detenerse. Este es un lugar donde la paz se convierte en experiencia. Elegimos uno de los masajes de su amplio menú de tratamientos. Las manos de nuestra terapeuta indonesia nos dejan sin palabras.
Gastronomía de autor en el corazón de la costa
Para reponer energías, nos entregamos a la propuesta gastronómica del Royal Mansour Tamuda Bay, uno de sus grandes atractivos. La firma del chef español Quique Dacosta, con tres estrellas Michelin en su restaurante de Dénia, está presente en dos de los restaurantes del complejo. Aquí, Dacosta traslada su visión personal de la alta cocina mediterránea.
La primera parada es Le Méditerranée, un espacio elegante junto al mar que ofrece una versión refinada y contemporánea de los sabores costeros. Su carta propone platos como carpaccio de carabineros con huevas de trucha, langostas gratinadas con erizos de mar o un delicado guiso de rape con cintas de sepia. Una oda al producto y al entorno, con el inconfundible sello del chef.

El segundo restaurante, Pool Beach, apuesta por una experiencia más informal, sin perder el toque gourmet. Con vistas a la piscina infinita y al mar, su carta ecléctica incluye desde ensaladas frescas hasta sushi y hamburguesas gourmet. Un lugar ideal para dejarse llevar por el ritmo pausado del resort y la constante caricia de la brisa marina.
Más allá del resort: Tetuán y Chefchaouen
Aunque el cuerpo pide quedarse eternamente en el resort (una salida en barco es una opción muy recomendable), decidimos explorar los tesoros culturales de los alrededores. Hacemos una escapada a Tetuán, a solo media hora del hotel, para conocer su histórica medina, reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Conocida como Paloma Blanca por el color de sus edificios, esta ciudad (que estuvo bajo protectorado español durante la primera mitad del siglo XX) es hoy una de las favoritas del monarca marroquí, quien pasa largas temporadas en su palacio del centro urbano. La clave para disfrutarla es perderse por las callejuelas del zoco, hacer alguna compra y culminar el paseo en la zona más alta, desde donde se aprecia la magnitud de la ciudad y las montañas del Rif.
Al oeste de la medina se extiende la ciudad nueva o Ensanche, un barrio nacido en tiempos del Protectorado Español, cuando Tetuán era la capital. Con una arquitectura inspirada en el estilo andaluz, este barrio fue uno de los escenarios del rodaje de la serie “El tiempo entre costuras”. Desde la Plaza Muley El Mehdi (antes Primo de Rivera), parten amplias avenidas con edificios que merecen una parada pausada entre los edificios coloniales de principio del siglo XX.
La ciudad azul
De Tetuán nos dirigimos a otro de los destinos imperdibles de esta costa: Chefchaouen. Enclavado entre montañas, este pueblo azul conocido como La Perla del Norte es famoso por sus calles empinadas y casas pintadas en distintos tonos de azul. ¿Por qué este color? Hay varias teorías: algunos lo atribuyen a los inmigrantes judíos llegados en los años 30, para quienes el azul representa el cielo y la conexión con Dios; otros dicen que el color sirve para alejar a los insectos. Sea cual sea su origen, lo cierto es que Chefchaouen es una obra de arte al aire libre, y su encanto reside en perderse sin rumbo por sus calles.
Para quienes disfrutan de las leyendas, se cuenta que durante el dominio musulmán en España, el emir Mulay Alí ben Rachid se enamoró de Zhora, una joven de Vejer de la Frontera. Al ser expulsados de la península, emigraron a Marruecos, y para mitigar la nostalgia de su amada, el emir construyó una ciudad que evocara su tierra natal.
Con la silueta azulada de Chefchaouen todavía en la memoria, emprendemos el regreso al Royal Mansour Tamuda Bay, donde nos espera una deliciosa cena en La Table, con algunas de las propuestas más suculentas de la gastronomía marroquí. Un broche perfecto para una escapada que combina la tradición, el arte del buen vivir y el lujo más sereno.
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