Un grupo de jóvenes ingresados en Coria del Río (Sevilla) asiste a una clase en el primer centro hospitalario andaluz dedicado en exclusividad a adolescentes con problemas de conducta, según sus promotores

El “primer hospital” que trata los problemas de conducta de los adolescentes

Tiene 25 plazas y 25 trabajadores y desde su puesta en marcha en Coria de Río (Sevilla) hace más de un año está casi siempre lleno. En los últimos cinco años han aumentado un 60% las sentencias contra adolescentes por violencia intrafamiliar

Los adolescentes con problemas de conducta van en aumento cada año, aunque es una realidad que la mayoría de las familias oculta y que es posible tratar con el ingreso de los jóvenes en Coria del Río (Sevilla) en el primer centro hospitalario andaluz dedicado en exclusividad a este tipo de trastornos, según sus promotores.

El hospital tiene 25 plazas y 25 trabajadores y desde su puesta en marcha hace más de un año está casi siempre lleno, ha explicado a Efe Ricardo Prado, el presidente de la cooperativa social que lo gestiona, Adinfa.

“Los adolescentes con problemas de conducta son como la violencia de género hace unas décadas: es una realidad que se oculta, que se queda en el ámbito familiar y contra lo que muchos creen que no hay nada que hacer”, lamenta Prado.

Sin embargo, asegura que el “intenso” tratamiento a los adolescentes de entre 13 y 18 años que ingresan tiene un éxito del 80 % si no tienen un trastorno psiquiátrico asociado y se implican los padres.

Son chicos y chicas con propensión a la impulsividad y falta de autocontrol, con fracaso o bajo rendimiento académico, dificultades en el aprendizaje, uso o abuso de sustancias tóxicas, trastornos de conducta o con violencia filio parental, algunos con “relaciones” con la justifica pero sin ser delincuentes, problemas que dejan “exhaustas” a las familias que los padecen, añade Prado.

Según los datos de la Junta de Andalucía, en los últimos cinco años han aumentado un 60 por ciento las sentencias contra adolescentes por violencia intrafamiliar y el año pasado se contabilizaron en la comunidad andaluza 1.682 víctimas de este tipo de violencia de las 7.654 que hubo en España.

Un profesor da clases a un grupo de jóvenes ingresados en Coria del Río (Sevilla) en el primer centro hospitalario andaluz dedicado en exclusividad a adolescentes con problemas de conducta
Un profesor da clases a un grupo de jóvenes ingresados en Coria del Río (Sevilla) en el primer centro hospitalario andaluz dedicado en exclusividad a adolescentes con problemas de conducta-Agencia EFE

La terapia a los adolescentes internos tiene varios inconvenientes, el primero de ellos que los padres admitan que están “desbordados” y sean capaces de llevar a sus hijos allí, y el segundo el coste, que es de unos 3.000 euros al mes, de los que el Ministerio de Trabajo paga dos tercios.

La asociación Adinfa lleva tratando a jóvenes desde hace quince años pero de forma ambulatoria, sin ingresarlos, y en ese periodo los profesionales han atendido a 2.134 adolescentes, según su presidente.

El hospital de Coria es un recurso “poco conocido”, como admiten responsables de la cooperativa y algunos padres consultados por Efe, y en sus instalaciones, médicos, psicólogos y educadores aplican el principio que resumen en “ordenarse. Conocerse-aceptarse-quererse”.

El proceso de cura se prolonga casi un año y medio, y al principio los jóvenes no salen del centro hasta que su comportamiento positivo les abre las puertas los fines de semana, y si la evolución sigue mejorando, a los cuatro o cinco meses están la mitad del tiempo en el hospital y la mitad en sus casas.

En el hospital estudian gracias a la colaboración con centros educativos, participan en reuniones terapéuticas, hacen tareas domésticas que rechazaban en sus domicilios y aprenden normas “como si fuera una familia”, añade la responsable del equipo técnico, Ángeles Pérez García.

“Los objetivos se logran a largo plazo”, asegura la responsable del equipo técnico, quien se congratula de que uno de los primeros jóvenes que trató es ahora compañero de trabajo y recomienda a las familias que “sean valientes y pidan ayuda porque no están solos, hay muchas que pasan por lo mismo”, subraya.

PADRES DESESPERADOS

Rafael es un profesor de Educación Física que ahora ejerce de orientador municipal de empleo y que llevó “con tristeza” a su hija de 16 años al centro porque la relación familiar era un “calvario” y además empeoró durante el confinamiento por la pandemia de coronavirus.

“Intenté cambiar la actitud de mi hija yendo a la escuela municipal de familia de Sevilla”, aunque el docente no logró esa evolución esperada pero al menos pudo ser encauzado a recursos profesionales desde el servicio de ayuda psicológica que presta el Ayuntamiento, una atención que debería extenderse, según opina.

“Hay muchísimos padres desesperados que no llevan a sus hijos al centro por vergüenza”, revela antes de explicar que el internamiento de su hija durante ocho meses está ayudando a mejorar la relación familiar aunque con un esfuerzo económico “grande”.

Una terapia a tiempo evita que los jóvenes crucen la línea roja y entren de lleno en la delincuencia o la drogadicción, afirma este padre y resalta el presidente de Adinfa como una llamada de atención a la Administración por la labor preventiva que realiza el centro que dirige.

JÓVENES INGRESADOS

Una de las jóvenes que recibe tratamiento, Patricia P., de 17 años, entró en el hospital hace diez meses porque en asuntos sociales le informaron de esa opción y después de repetir tercero de la ESO y “ni siquiera” ir al centro educativo en cuarto.

“No estaba bien conmigo mismo”, resume Patricia, quien se muestra satisfecha de la evolución que ha tenido tras unos principios que fueron “duros” tanto para ella como para sus padres.

En ese periodo ha asumido su rutina, que empieza a las siete de la mañana, tras lo cual desayuna, hace trabajo en grupo, limpia, estudia, de nuevo actividad grupal antes de un tiempo libre, después terapia de autoayuda, asamblea, otro tiempo de estudio, refuerzo y un rato de televisión o de nuevo estudio, según relata.

Alberto A., de 15 años, entró hace seis meses en Coria después de haberse “abandonado” y no prestar atención a sus cuidados personales ni asearse habitualmente. Tampoco estudiaba, estaba siempre “consumiendo” en la calle y casi sin relación con los padres.

Al principio admite que se “agobió” y pasó “momentos difíciles”, con episodios de comportamientos iguales a los de su rebeldía previa y aislamiento hasta que, afortunadamente, le “pararon los pies” y se ha ido adaptando a la rutina diaria y se está “creyendo” que puede evolucionar.

“No sé qué quiero ser de mayor, a lo mejor estudio un módulo de mecánica. Lo que sí quiero es que mi abuelo se sienta orgullo de mí”, proclama el joven.