Entrevista

Henar Álvarez: "Que te gane una mujer sigue sin sentar bien"

Con su última novela, «Ansia», invita a pararnos y mirarnos

en el espejo de aquellos micromachismos que denuncia

Henar Álvarez, guionista y cómica
Henar Álvarez, guionista y cómicaRuben MóndeloLa Razón

Divertida, turbia, emocionante, oscura, tierna … así es la última novela de Henar Álvarez. «Ansia» puede leerse como quien ve una ‘miniserie’ de tres capítulos o escucha un par de podcast buenos. Pero merece la pena hacer un esfuerzo y no dejarte llevar por la ansiedad lectora que propone su vertiginosa trama. Conviene de vez en cuando parar y mirarte en el espejo de aquellos micromachismos que denuncia.

Su novela trata sobre una chica que quiere ser libre y que quiere que la juzguen.

La cultura genera pensamiento y la realidad es que avanzamos. Pero no debemos dejarnos engañar, hay una imagen de la mujer todavía cosificada y que debemos romper para ganar en igualdad. Somos más protagonistas y ‘directoras’ de nuestras vidas pero no terminamos de ser considerados como personajes secundarios.

Usted toma partido con «Ansia», una sensación intensa de deseo que saca en primer plano un machismo crónico disfrazado de «normalidad» o costumbre.

Intento equilibrar las relaciones de poder. El relato machista frente a las armas de mujer. Una lucha de contrapesos dopada de moral liviana para ver si esta vez no sale esta victoriosa la dominación masculina, que parece está perdiendo la condición de invicto.

Y lo hace con «Nat», una mujer sin complejos y rompedora. De éxito frente a la frustración de los mediocres.

Sentirse humillado es probablemente la peor sensación que le puedes generar a alguien. Muchísimo peor que pegarle un puñetazo en la boca del estómago. Que te gane una mujer continúa sin sentar bien. En esa trama sitúo la novela.

Intentas desmontar tópicos y típicos que todavía están anclados. Por ejemplo, los asuntos del dinero.

El dinero no lo mancha todo, lo arregla todo. A las mujeres nos han metido en la cabeza una serie de cosas para que nos alejemos del dinero, y por ende del poder, de manera voluntaria. En nombre de no sé qué dejamos de trabajar para cuidar de la familia o para que mi marido pueda dedicarse plenamente a sus ocupaciones no vaya ser que lo echen . Todo el rato intentando manipularnos para que tomemos decisiones que desembocan en la dependencia económica y en la ausencia de poder. Y todo eso gratis.

También denuncia eso que de que «el amor no tiene edad»...

Así es. No solo tiene … salvo que la mujer de sesenta salga con uno de veinte. O cuando nos colocan el muro en los treinta años. A esa edad una mujer no está acabada, empieza a revivir con más argumentos de experiencia, madurez y autonomía económica que unas canas para resultar interesante.

Y luego está la presión estética...

Todavía funciona la apelación a «te vas a quedar sola» o la propia de «¿me dejará por una más joven?». Es un miedo muy anclado. Da pie a hacer una serie de cosas rarísimas, como ponerte la misma cara que Kim Kardashian. Empezamos a tomar decisiones que no van en la línea de lo que realmente queremos ni somos.

Incluso llegar a aguantar a un «tipo que me repugnaba».

Por ese miedo del que hablamos … o simplemente por despecho. Cuesta soportar el rechazo, que nos abandonen o nos dejen. Y nuestros instintos, también los más primarios, salen en tromba.

Una lucha de poder que a poco que descuides puede acabar en violencia. «Ya estoy harto de escucharte, zorra». Ay con la palabrita…

Es lo que pasa cuando te sales del canon o del rol que pensaron para ti. Molesta que una mujer se comporte como un ser humano, pero nada, se tendrán que acostumbrar. Por muchas veces que nos llamen zorra… o el otro calificativo del que no creo que se haya librado una mujer al menos una vez en su vida: puta.