
Semana Santa
Pasos mímicos: Una forma singular de representar la Pasión de Cristo
Las calles de Alcalá la Real se transforman en escenarios donde los vecinos reviven antiguos autos sacramentales del siglo XVII y pasajes bíblicos
En algunos rincones de Andalucía, la Semana Santa se vive de forma diferente. No respecto a la manera de sentir y rendir culto, que, al fin y al cabo, es algo universal en esta región, España y hasta en Roma. Es más bien, una manera distinta de representar la vida, pasión y muerte de Cristo; tradiciones que han trascendido de generación en generación, patrimonio de sus vecinos y, por qué no, una seña de identidad que los define y hace únicos. Es el caso del municipio jienense de Alcalá la Real.
Las calles de esta localidad se convierten en escenarios donde se realizan representaciones mímicas que recuerdan a los antiguos autos sacramentales del siglo XVII. Son los conocidos «pasos mímicos», también llamados «pregonados», en los que un trío de enlutados recita, en una mezcla de poesía y prosa, escenas de la Pasión de Cristo acompañados por tambores y trompetas. Estos «pasos» son una mezcla de autos sacramentales o misterios (piezas de teatro religioso) y los ingenios (representaciones religiosas festivas de pasajes bíblicos). Durante estas fechas, se reviven momentos como la Venta de Judas, el Lavatorio de Pilatos o la Lanzada. Dado su carácter singular, se trata de una Semana Santa única en la región, transmitida de padres a hijos de forma oral, que está reconocida oficialmente como Fiesta de Interés Turístico de Andalucía desde 1999.
El resto de la semana mantiene el equilibrio entre tradición y originalidad. El Domingo de Ramos y el Martes Santo desfilan las cofradías más jóvenes, como la de la Borriquilla y Virgen de la Estrella, además de la Hermandad del Huerto y la Cofradía de la Esperanza.
El vía crucis del Cristo de la Salud por la Fortaleza de la Mota y sus arrabales, el Miércoles Santo, constituye una estampa de enorme belleza y fervor. El Jueves Santo, la Muy Antigua Hermandad del Señor de la Humildad y María Santísima de los Dolores, del siglo XVII, desfila junto a la Hermandad de los Apóstoles y Discípulos que realizan el simulacro de la Santa Cena portando la mesa del sacrificio, y la Hermandad del Señor del Ecce-Homo, con su cuadro del Flagelado.

La mañana del Viernes Santo acoge a la Real Cofradía del Dulce Nombre de Jesús y Santa Caridad, con las imágenes de Jesús Nazareno, la Verónica, San Juan y la Madre de Dios del Rosario. En este brillante desfile se incorporan activamente y con auténtico protagonismo el Ecce-Homo, el Apostolado y el Gallardete de Nuestro Padre Jesús. Ya por la tarde, procesionan el Santísimo Cristo de la Salud y la Virgen de las Angustias. El momento del encuentro entre ambas imágenes es uno de los más emotivos de toda la semana.
En la madrugada del Sábado Santo, las imágenes de Cristo Yacente y Nuestra Señora de la Soledad dan a la noche una solemnidad marcada por el silencio que solo se rompe por el sonido del tambor y las cadenas que arrastran los penitentes. Finalmente, el Domingo de Resurrección, la imagen del Cristo Resucitado recorre las calles acompañado por todas las cofradías, marcando el final de un ciclo que nunca se rompe del todo.
Por otro lado, a pesar de que Alcalá la Real es cuna de dos grandes escultores andaluces —Pablo de Rojas (1549–1611), precursor de la escultura barroca, y su discípulo Juan Martínez Montañés (1568–1649), autor de algunas de las tallas religiosas más importantes del Siglo de Oro—, lo que domina en estas procesiones no es el virtuosismo artístico, sino la sobriedad.
Sin duda, la Semana Mayor alcalaína representa la puerta de entrada a todo un universo local: a la historia de una ciudad que fue cruce de caminos, a una arquitectura monumental presidida por la Fortaleza de la Mota y a una comunidad que ha sabido hacer de sus tradiciones una forma diferente de entender la Semana Santa.
Curiosidades: Veneración de enseres religiosos
Las hermandades más antiguas –Ecce-Homo, el Gallardete y los Apóstoles– se caracterizan porque los titulares de la misma no son imágenes sagradas, sino enseres sagrados que se custodian durante todo el año en altares ubicados en las viviendas particulares de los hermanos. Lejos de lo que predomina en Semana Santa, no se venera una representación escultórica sino un cuadro, un gallardete y la mesa de la Santa Cena. En el caso de los Apóstoles y el Ecce Homo, los hermanos visten en los desfiles trajes que representan personajes relacionados con las representaciones mímicas.
Así son los pasos mímicos
Los pasos mímicos son representaciones festivas y religiosas que protagonizaban los gremios locales y que escenificaban historias bíblicas y la vida, pasión y muerte de Cristo. Se realizaban hasta el siglo XVIII en los templos, contribuyendo a difundir la doctrina católica. El alboroto que provocaban motivó su salida al exterior de las iglesias, utilizando como escenarios tablados de madera. En la actualidad las calles y plazas del centro histórico son el escenario de los pasos pregonados.

Los personajes
Queda patente que uno de los rasgos más distintivos de la Semana Santa de Alcalá la Real son los pasos escenificados. Los personajes que participan en este utilizan rostrillos o caretas, una particularidad que aporta un aire expresionista y teatral al conjunto.

Entre los más reconocibles están los Apóstoles, ataviados con túnicas moradas y estolas floreadas, salvo Judas Iscariote —conocido popularmente como “Juillas”—, que se distingue por su vestimenta roja. Simón de Cirene aparece con calzones anchos, coleto y camisa con ribetes morados, y un rostrillo de rasgos ingenuos. También figuran Dimas y Gestas, el Buen y el Mal Ladrón, vestidos con túnicas y capirotes —blanca para el primero, amarilla para el segundo— que evocan los trajes de los reos de la Inquisición, bajo la guía de un verdugo que los conduce portando caperuza, careta negra y una honda cuyo crujido remite al castigo. Los sayones, por su parte, recrean el aspecto de los verdugos del siglo XVII, con vestimenta militar, trompetas, tambores y símbolos de la Pasión. A ellos se suman los judíos, que conforman la tropa, con una indumentaria heterogénea: casco romano con penacho floral, trajes inspirados en la infantería española de los siglos XVI y XVII, y armamento simbólico. Finalmente, personajes como Longinos y el Lazarillo, equipados con lanza larga y vestiduras similares, completan este peculiar elenco.
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