Por los salafistas

En la primavera de 1810, a su paso por la comarca camino del asedio de Cádiz, las tropas napoleónicas saquearon Montellano, pueblo que quedó arrasado por un devastador incendio que aún hoy se recrea en su escudo. "Por los franceses", reza el lema a modo de recordatorio y hasta hace unos días, cuando un energúmeno fabricó una bomba casera que llamó "Madre de Satán", dos siglos largos de tranquilidad habían transcurrido plácidos en la Campiña sevillana.

Quería sembrar la destrucción, como el gabacho en su momento, con la diferencia de que él no es un soldado en el frente, sino un lobo solitario con el cerebro taladrado por la prédica del odio. La eficacia policial ha impedido que el emblema heráldico haya tenido que ser revisitado: “Por los salafistas”, tendría que haberse puesto en la nueva versión sobre una imagen del vecindario despanzurrado.

Igual que en episodios recientes de yihadismo en Bélgica, Gran Bretaña, Francia o la propia España –recuérdese la célula de Ripoll que atentó en Las Ramblas–, el (aspirante a) terrorista es un joven mahometano formado en el sistema de educación de su país de acogida, que ha fracasado en su aspiración de formar a ciudadanos responsables.

La escuela, o sea, excreta a muchachos macerados en el auto-odio, el complejo de culpa primermundista y el desprecio a los valores occidentales que propugna la cháchara identitaria con la que se adoctrina al estudiante inerme.

En su declaración ante el juez, el sospechoso ha reproducido el argumentario antisemita con el que políticos, telediarios e influencers de toda laya glorifican a Hamas desde el 7 de octubre. La inculcación del pensamiento liberal es el más eficiente pisotón al huevo de la serpiente extremista. Pero molan más los profes que van al insti disfrazados de Yasser Arafat.