
Mascotas
Hay un país en el mundo que tiene más gatos que habitantes, y está bastante cerca de España
En Chipre no te despierta el gallo matutino, sino los gatos pidiendo comida alrededor de toda la ciudad

Los sonidos matutinos de una ciudad mediterránea pueden incluir gaviotas, campanas de iglesia y el tráfico que despierta. Pero en ciertas zonas de Chipre, lo que realmente marca el ritmo del amanecer son los maullidos expectantes que emergen desde cada rincón.
La isla cuenta con una particularidad demográfica que pocos territorios en el mundo pueden presumir. Una cifra que, lejos de aparecer en censos oficiales, se ha convertido en el rompecabezas silencioso de las autoridades locales y en la obsesión de decenas de voluntarios que tratan de mejorar las condiciones de vida de los felinos. Esterilización, lucha contra peligrosos parásitos, y por supuesto, mucho amor, son las claves del sentimiento de la isla hacia estos animales.
Mientras otros países lidian con problemas de natalidad o envejecimiento poblacional, Chipre enfrenta un desafío completamente diferente. Su población no humana ha alcanzado dimensiones que desafían cualquier lógica urbanística conocida. Así, Chipre es una ciudad que tiene más habitantes gatunos que humanos.
La isla donde los felinos superan a los humanos
En las calles y santuarios de Chipre vive una población felina estimada en más de un millón de ejemplares, según apuntan desde Reuters una cifra que iguala o supera al número de habitantes humanos de la isla mediterránea.
Dinos Ayiomamitis recorre cada madrugada los caminos de Nicosia alimentando hasta 200 gatos diarios. Como presidente de Cat PAWS, este voluntario encarna la realidad de una isla que se ha convertido en el hogar de miles de felinos callejeros. “No hay un recuento oficial, pero según nuestra propia evaluación es igual al número de personas, por lo menos”, explica mientras los animales rodean su camioneta esperando el desayuno.
La relación histórica entre Chipre y los gatos se remonta a 9.500 años atrás, cuando arqueólogos franceses documentaron el primer registro de domesticación felina en un sepulcro antiguo. En el año 400 d.C., Helena de Constantinopla envió barcos cargados de gatos para combatir las serpientes venenosas que plagaban la isla.
El santuario Malcolm’s Cats, ubicado a 80 kilómetros de la capital, alberga 200 felinos en un entorno controlado. David Fender, director de operaciones, describe una situación desbordante: “Un montón de gatos sin castrar ni esterilizar, eso supone un montón de gatitos cada año”. Aunque realojan un centenar anualmente, las llegadas superan las salidas.
El gobierno chipriota destina 75.000 euros anuales a programas de esterilización, una cantidad que los expertos consideran insuficiente ante el crecimiento exponencial de la población felina. El programa de 2024 comenzó en junio, pero tanto Fender como Ayiomamitis lo califican como “una gota de agua en el océano”.
La península sur de Chipre, donde se encuentra el santuario, mantiene vínculos profundos con estos animales. Un monasterio cercano honra a “San Nicolás de los Gatos”, donde históricamente una campana llamaba a los humanos a rezar y otra convocaba a los felinos.
La situación plantea interrogantes sobre el equilibrio entre la preservación de una tradición milenaria y la necesidad de control poblacional humanitario en un territorio donde los gatos han encontrado su paraíso definitivo.
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