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Perros

Los perros no son juguetes: esta es la advertencia del entrenador Alejandro Flores

La frustración y los problemas de convivencia con un perro no suelen ser culpa del animal, sino de una elección precipitada y del desconocimiento sobre su verdadera naturaleza

perros Sinc

La forma en que nos acercamos a un perro desconocido dice mucho más de nosotros que del propio animal. El impulso de llevar la mano directamente sobre su cabeza, aunque bienintencionado, es a menudo interpretado como una amenaza. El gesto correcto, que con frecuencia se pasa por alto, consiste en ofrecerle el dorso de la mano por debajo de su hocico, en un gesto no invasivo que le permite olfatear y tomar la iniciativa. Es él quien debe decidir si el contacto se produce, sentando así las bases para una interacción basada en el respeto y no en la imposición.

De hecho, como indica el entrenador Alejandro Flores, esta falta de comprensión se extiende a todo su lenguaje corporal. Un bostezo en mitad de una caricia no suele ser señal de sueño, sino una forma de comunicar un claro malestar ante una situación que le resulta estresante. Del mismo modo, gestos como relamerse los belfos repetidamente o girar la cabeza son señales de apaciguamiento, un intento del perro por calmar el ambiente y pedir espacio. Ignorar estas sutiles comunicaciones es el primer paso hacia una convivencia llena de malentendidos.

En este sentido, muchos de los llamados «problemas de conducta» nacen de una interpretación errónea por parte del dueño. El perro que tira de la correa durante el paseo, por ejemplo, rara vez lo hace por un afán de dominación. Lo más probable es que se trate de una mala gestión de la excitación o la ansiedad del animal. El foco, por tanto, no debería estar en reprimir, sino en anticiparse y enseñar al perro a canalizar esa energía de una forma más tranquila y controlada.

La genética, el manual de instrucciones que no se puede ignorar

Y es que detrás de estas conductas se esconde una fuerza mucho más profunda: el instinto. La genética de un perro es una herencia ancestral inalterable que dicta una parte fundamental de sus motivaciones. Pretender que un border collie no sienta el impulso de pastorear o que un beagle ignore un rastro interesante es una batalla perdida y una fuente de frustración para ambos. Comprender la función para la que fue seleccionada una raza es clave para saber qué necesidades tendrá y cómo satisfacerlas.

Por todo ello, la decisión de incorporar un perro a la familia debe trascender la mera apariencia o el capricho del momento. Requiere una reflexión honesta sobre nuestro estilo de vida y sobre nuestra capacidad para satisfacer las necesidades físicas y mentales del animal. Elegir un compañero de vida implica aceptar su naturaleza y comprometerse a guiarla, no a anularla. Porque un perro no es un lienzo en blanco, sino un compromiso para toda la vida con un ser vivo cuyo bienestar depende por completo de nuestra responsabilidad y entendimiento.