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Turismo

El pueblo que parece colgado entre la selva española y el océano y que casi nadie sabe encontrar

La combinación de naturaleza, historia y aislamiento geográfico convierten a este lugar casi desconocido en un destino inolvidable para este otoño

El pueblo que parece colgado entre la selva española y el océano y que casi nadie sabe encontrar Daily Travel Pill

Hay viajes que se disfrutan cuando no hay prisa y uno puede dedicar tiempo a mirar por la ventanilla, y Tenerife es precisamente uno de esos lugares en los que el paisaje se transforma mientras el coche avanza desde la costa hasta las cumbres y el Teide dibuja en todo momento su silueta de 3.718 metros que domina toda la isla. En los meses fríos, como ahora, en otoño, resulta habitual encontrar gente bañándose y disfrutando del clima canario mientras, a pocos kilómetros, la cima del volcán más alto de España amanece cubierta de nieve, un contraste que convierte este territorio insular en un pequeño resumen de lo que es el Archipiélago, y que explica por qué tantos viajeros eligen este lugar para desconectar en cualquier época del año.

El norte y la cara más salvaje de Tenerife

La vertiente septentrional mantiene un carácter distinto al del sur más urbanizado y turístico y ofrece un litoral de playas oscuras, oleaje y acantilados donde el viento y la humedad marcan el ritmo de la vida insular. Quien decide subir hacia esta zona se encuentra con arenales volcánicos, carreteras que se agarran a la montaña como si no hubiera un mañana y pequeños núcleos rurales que conservan la arquitectura tradicional, lejos de grandes hoteles que se alzan como cual rascacielo de Manhattan sobre el sur de la isla.

Anaga, parque rural y reserva de la biosfera

En el extremo noreste de la isla se levanta el macizo de Anaga, una formación montañosa de cumbres afiladas, barrancos muy profundos y laderas cubiertas de laurisilva que alberga una de las mayores concentraciones de especies endémicas de Europa, lo que le valió la declaración de Parque Rural en los años noventa y el reconocimiento posterior como Reserva de la Biosfera por parte de la Unesco. Su superficie ronda las 14.500 hectáreas y se reparte entre los municipios de Santa Cruz de Tenerife, San Cristóbal de La Laguna y Tegueste, con cotas que superan los mil metros de altura en zonas como la Cruz de Taborno y descensos bruscos que terminan en un litoral recortado por roques y calas de arena negra.

Este espacio protegido conserva un bosque de laurisilva que es un auténtico vestigio del Terciario y que hoy solo puede verse en contados puntos del planeta, un ecosistema húmedo donde se alternan helechos gigantes, laureles, musgos y brezos mientras la niebla se cuela entre los troncos y deja al turista, aunque también al local, con la sensación de caminar por un espacio de otros tiempos. Los senderos permiten recorrer estas montañas a pie y conectan la parte alta con caseríos costeros, miradores y áreas de cultivo, de manera que en una sola jornada se puede pasar del frescor del monteverde al olor a salitre del océano.

Taganana, caserío histórico rodeado de montañas

En el corazón de este paisaje aparece Taganana, principal núcleo de población dentro del Parque Rural de Anaga y uno de los asentamientos más antiguos fundados tras la conquista castellana, lo que le otorga un valor histórico añadido además de su evidente atractivo natural. El caserío se extiende por las laderas de un valle que desciende hacia el mar, con viviendas encaladas que se sujetan a la montaña mediante terrazas y bancales y que dibujan una estampa muy reconocible para quien se asoma a los miradores de la zona.

El origen del topónimo se relaciona con voces guanches que se interpretan como rodeado de montañas o subida, una definición que encaja a la perfección con el entorno abrupto en el que se asienta el pueblo y con las cuestas que deben salvar vecinos y visitantes en su día a día. Fundado en torno a 1501 y durante décadas municipio independiente, hoy pertenece al término de Santa Cruz de Tenerife, aunque sigue conservando su ritmo, marcado por la agricultura, las viñas y una vida cotidiana que gira en torno a a otros tiempos, donde la plaza, la iglesia y los caminos tradicionales marcan el ritmo de vida del lugar.

Playas salvajes de arena negra

Quien continúa la carretera que baja desde Taganana hacia la línea de costa se encuentra con algunos de los arenales más fotografiados del norte de Tenerife, todos ellos de arena volcánica oscura. El primero en aparecer suele ser Roque de las Bodegas, pequeña playa familiar situada junto a un caserío costero que cuenta con embarcadero, restaurantes y una franja de arena donde el mar rompe con menor fuerza que en otros puntos cercanos, por lo que se ha consolidado como la zona de baño más habitual de esta parte de Anaga.

Un poco más adelante surge Almáciga, arenal abierto al Atlántico que combina tramos de arena fina con zonas de callaos y que se ha convertido en lugar de referencia para la práctica del surf gracias a sus potentes olas y corrientes, motivo por el cual las autoridades recuerdan con frecuencia la importancia de extremar la precaución al entrar en el agua. Más allá espera Benijo, playa prácticamente virgen que se sitúa frente a roques que emergen del mar y que regala algunos de los atardeceres más llamativos de la isla.

Cómo llegar a Taganana

El acceso por carretera se realiza principalmente mediante la TF-12, que asciende desde La Laguna por la zona de Las Mercedes y atraviesa el parque rural hasta enlazar con los desvíos hacia el valle, o bien desde el núcleo costero de San Andrés en un itinerario que combina curvas y túneles. Desde estos trazados parten los enlaces que bajan hasta Taganana y continúan hacia Almáciga y Benijo, siempre por vías estrechas que requieren conducir con calma y tener mucha paciencia para llegar.