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Refranes

Los refranes más ingeniosos de Canarias que todo español debería conocer

Estas expresiones resumen la chispa y picardía del Archipiélago

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Con más de 585 millones de hablantes en el mundo, el español es un idioma global, pero también un tesoro de palabras, matices y giros que conectan la historia y la forma de ver la vida. Entre ese océano de vocablos, los refranes ocupan un lugar especial, y es que los pequeños relatos populares condensan sabiduría, humor y carácter.

Con esa idea en mente, la revista Viajar ha trazado un mapa del refranero nacional, seleccionando los dichos más representativos de cada comunidad autónoma. En el caso de Canarias, el resultado deja ver un ingenio cargado de picardía y una manera muy isleña de ponerle palabras a lo cotidiano.

El alma de las islas en pocas palabras

En el Archipiélao, los refranes funcionan casi como fotografías. Expresiones como “Ya el conejo me riscó la perra”se escuchan cuando un plan se viene abajo de repente, un recordatorio de que la vida puede torcerse en un segundo. Su origen, explica el Diccionario Básico de Canarismos, está ligado a la caza, cuando los perros podían quedar en desventaja frente a los conejos.

Otra expresión: “Qué dos cabezas para un caldo pescado”, se utiliza con ironía para señalar la falta de lógica o sensatez en alguien, mientras que “Pícamelo menúo que lo quiero pa’ la cachimba” es casi una súplica humorística: “explícamelo con calma, porque no lo estoy entendiendo”.

Identidad compartida

Se dice que los refranes son brújulas culturales. Revelan el modo de reírse de la adversidad, la manera en que una comunidad entiende la inteligencia o el deseo de que las cosas se cuenten con claridad. En las Islas, esa oralidad cobra un peso especial, reflejando la alegría, la cercanía y la chispa que caracterizan a sus gentes.

Como subraya Viajar, el objetivo de su recopilación es “poner en valor la España de los refranes”. Y en las islas, cada dicho demuestra que la lengua es mucho más que un medio de comunicación. Es memoria viva, herencia y, sobre todo, un pedazo de identidad.