Opinión

Machado: Carralero

Es el poemario más intenso y bello de los últimos 200 años, además de uno de los libros fundamentales de la Literatura contemporánea. Fue publicado, por vez primera, en 1912 por Antonio Machado y reeditado ahora por Reino de Cordelia, en espléndida edición ilustrada por el más predilecto de nuestros paisajistas, el leonés José Carralero, Premio Castilla y León de las Artes; Carralero lleva décadas inundándonos la vida de luz, y coloreandola con sus pinceles, con el sol de la caliente llanura y la alegre soledad del campo, de monte a monte y de corazón a corazón. Aparece esta primorosa edición de Luis Alberto de Cuenca _maestro en estas y otras deliciosas ocurrencias_, cuando se cumplen 80 años desde la muerte de Don Antonio lejos del hogar, un Miércoles de Ceniza de 1939, en la pequeña localidad costera de Colliure, al sur de Francia. Fueron su hermano José y su cuñada Matea, los que vertieron sobre el sencillo ataúd los dos puñados de tierra castellana que el poeta había traído consigo en su exilio, mientras media España se alzaba en armas contra la otra media. Una fecha para nunca olvidar y ocasión para que los azules serenos y el viento severo de Carralero, junto a sus yermos y laderas cubiertas de hierva menuda y arbustos arracimados y verdes, muy verdes, el color de la esperanza, rindan homenaje al universal poeta. Pero no sólo, también, a esta tierra visionaria e inmortal cantada por Machado como nadie lo hizo nunca: “¡OH, SÍ, CONMIGO VAIS, campos de Soria,/ tardes tranquilas, montes de violeta,/ alamedas del río, verde sueño/ del suelo gris y de la parda tierra,/ agria melancolía” ... Qué bien verdean los paisajes raídos, los nogales, los robles y las rojizas llanuras de José Carralero, con las cañadas hondas, humildes abejares, álamos marchitos y viejos encinares machadianos. Con el joven Duero y los dispersos regocijos, zarzas y pesares que saltan a borbotones en los versos de Don Antonio. José Carralero, el pintor más humanista de los nuestros y Antonio Machado, el gran poeta español del siglo XX, se unen felizmente para emocionarnos y acompañarnos por los inacabables crepúsculos de esta bendita tierra de peñascales, cigüeñas, barbechos y trigales. De lo eterno humano.