Opinión

En la ciudad del águila negra

En este su último libro, el colombiano Guillermo Tovar retrata el “realismo callejero" y muestra como los necios, los listos y los trapaceros, pero también la buena gente, se dan la mano en todas partes

Portada de "En la Ciudad del Águila Negra", de Guillermo Tovar
Portada de "En la Ciudad del Águila Negra", de Guillermo TovarLa RazónLa Razón

En Iberoamérica hay miles de poetas, novelistas y ensayistas de reconocida valía, que escriben en castellano, y que se sienten muy orgullosos de ello, convirtiendo el español, en idioma universal hablado, a día de hoy, por 493 millones de personas, la segunda lengua materna de todo el mundo.

Entre esos escritores notables de la América Hispana, destaca el colombiano Guillermo Tovar, por su talento y capacidad para retratar el “realismo callejero”, muy distinto del realismo mágico, pero igualmente rico en vivencias y acaeceres, en su caso de pobres callejeros de ciudades como Bogotá o Caracas sorprendiéndolos, a cualquier hora del día, en las mas diversas e inimaginables situaciones.

"En la Ciudad del Águila Negra", es su último libro, publicado por Buque de papel; un puñado de cuentos en los que Tovar muestra como los necios, los listos y los trapaceros, pero también la buena gente, se dan la mano en todas partes, porque el corazón del hombre es el mismo. La suya es una narrativa de compromiso y de combate, que arroja luz sobre la fragilidad del vivir y muestra, sobre todo, lo resuelto y firme de muchas vidas aparentemente insignificantes, que ponen de relieve hasta qué punto lo sencillo y cotidiano es lo que importa y lo que hace grande a una mujer o a un hombre.

El autor de este manojo de cuentos, desnuda los adentros del ser humano, sin detenerse en fronteras. Guillermo Tovar, es capaz de transmitir, a través de sus personajes, esa compasión de la que tan necesitado está nuestro mundo, desde planteamientos realistas y alejados de cualquier buenismo, mediante la complicidad del lector con la alegría, las lágrimas, afanes y esperanzas de unos personajes rebosantes de vida y más vida. “Somos palomas y palomos. Sí, ambas cosas, pues dicen los hombres que el sexo de las palomas se puede saber por el plumaje“, asegura Guillermo Tovar en su primer cuento.

Mucho me ha gustado la historia de Rolo y Gata, una pareja de esposos que viven en la indigencia. Es decir que son indigentes, pero no desechables como los llaman. Forman una unión estable, permanente, aunque sin papeles que lo refrenden.

Pero, lo mejor de esta pareja, tal vez sea la naturalidad con la que nos muestran, desde el desamparo, como nuestros mandamás nos imponen comulgar con ruedas de molino. bellísima, también, la historia de una señora libre de pecado, cuyo único problema en la vida fue ser acaudalada. Heredera de una fortuna en papeles de renta fija y en unos cuantos inmuebles, su rutina diaria consiste en abrir todas las mañanas, de lunes a viernes, su negocio de antigüedades situado en un lugar obvio: la calle de los anticuarios, previo paso por la misa de 7:00 de la mañana en una iglesita cercana.

A nuestra anticuaria, libre de pecado, no le molesta casi nada, pero hay algo que lleva muy mal: que le restrinjan la vida; tampoco yo lo llevo bien y tú, amable lector, ¿cómo lo llevas? Pero si tuviera que quedarme con un cuento de los de Tovar, elegiría

¡Eso es una blasfemia! Una peripecia muy humana, que transcurre en una fonda, en cuya puerta se puede leer con grandes letras: “Si en el sexto no hay perdón, ni en el noveno rebaja, ya puede nuestro Señor llenar su cielo con paja”.