Opinión
Una suma de individuos sin rostro
"Monseñor Argüello rescata el poder de la esperanza y lo que verdaderamente sostiene al alma"
El Papa recuerda con frecuencia que “no estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época”; un giro histórico. Francisco reafirma así la realidad de un mundo que está experimentando “cambios profundos”, vinculados a una “revolución global“, con distintas alteraciones en el orden social, psicológico, moral y religioso. En definitiva, un mundo de desequilibrios, en el que se dan, sin embargo, “aspiraciones universales de la humanidad”.
En todo ello profundiza Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y, en opinión de muchos, la mejor cabeza del episcopado, en “El Dios fiel mantiene su alianza”, un documento que acaba de publicar la Conferencia Episcopal Española. Monseñor Argüello, ajeno a toda presunción, a cualquier afán de erudición, pero acostumbrado a escuchar y a penetrar la apariencia de lo obvio, rescata el poder de la Esperanza y lo que verdaderamente sostiene el alma del mundo.
Todo un instrumento de trabajo pastoral sobre persona, familia y sociedad, a través del cual, la Iglesia ofrece respuestas a la sociedad española, desde la fe en Dios y la perspectiva del bien común; y afronta, también, las carencias en la falta de acompañamiento en situaciones irregulares. Se trata de un texto valiente que, apoyado en verdades eternas, destripa las causas culturales, legislativas y sociales que condicionan y dañan la familia, reducen la persona a individuo, dificultan el bien común, y las insuficiencias eclesiales que lo favorecen.
Así las cosas, La Iglesia, propone una antropología adecuada a la experiencia humana elemental, “porque es experta en humanidad y acoge, en su seno, existencias personales de hombres y mujeres con nombres y rostros”; y porque “solo quien sabe de Dios conoce al hombre”, en palabras de Romano Guardini. ¿Cuál es la experiencia humana elemental?, se pregunta Luis Argüello. Esta es la respuesta: “Que somos amados. Amor que se expresa en el don de la vida, en nuestra corporalidad y conciencia.
Que somos cuerpo y que, nuestro cuerpo, nos dice que hay una diferencia sexual_masculina como femenina_que tienen un significado y que podemos reflexionar sobre él”. Que es la conciencia de lo que somos y de nuestras relaciones, lo que nos permite reconocer nuestro yo personal, familiar y social. Precisamente por eso, “resulta imprescindible un nuevo diálogo sobre la vocación del hombre y de la mujer, previo a los roles sociales y económicos que hombre y mujer desempeñan”. Eso que Benedicto XVI llamó una “ecología del hombre”. Porque poseemos una naturaleza que debemos respetar, y que no podemos manipular a nuestro antojo.
El ser humano es a imagen y semejanza de Dios. El texto alerta, igualmente, sobre posibles atajos que aparecen en el camino, para justificar la desvinculación y el desarraigo, “mediante una suma de individuos sin rostro a quienes, el colectivo al que pertenecen, ofrece una máscara común que pretende sustituir los rasgos personales”. En este contexto, la familia cristiana, hogar de la vida y escuela de gratitud, trabajo y fraternidad, emerge como una forma de pertenencia que se abre a la participación y a la entrega, en medio de un totalitarismo que, por más difuminado que se presente, no deja de ser una tiranía más.
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