Especiales

Cataluña

Coronavirus: ¿Podríamos convertirnos en Jack Torrance de “El resplandor”?

Los aislamientos prolongados provocan lo que se llama “fiebre de la cabaña”, una alteración provocada por el estrés, el aburrimiento, el desasosiego y la irritabilidad

“El resplandor”, protagonizada por Jack Nicholson, es una buena muestra de fiebre de la cabaña
“El resplandor”, protagonizada por Jack Nicholson, es una buena muestra de fiebre de la cabañalarazon

En psiquiatría existe el término “fiebre de la cabaña”, una patología causada por épocas de aislamiento prolongado. El confinamiento forzoso al que el coronavirus nos ha obligado hace que este desarreglo psicológico esté más en boga que nunca, más si cabe si esta situación se prolonga mucho en el tiempo. De momento ya llevamos 34 días y la manecilla del reloj no deja de contar.

Sus primeros síntomas son difíciles de adivinar, pero con el tiempo llevan a causar delirios y megalomanía, una combinación que aumenta la sensación de ahogo y la necesidad de autoafirmación, lo que puede derivar en pulsiones violentas y pérdidas de la noción de tiempo y espacio. La soledad, el aislamiento y el aburrimiento se combinan para ejercer de polo distorsionador de la realidad y a partir de aquí el cerebro “se distrae” con una percepción diferente de tu día a día.

La primera vez que se habló de esta fiebre de la cabaña fue en la época de los colonizadores de Estados Unidos y Canadá, que tenían que hacer frente a grandes extensiones en solitario llegando a lo que se llamó también “locura de la pradera” o “locura de la montaña”. Solían vivir confinados muchas veces a causa de grandes nevadas o en lugares de difícil acceso. De esta forma, estaban obligados a vivir en espacios inhóspitos, remotos, aislados o monótonos. Sin embargo, el confinamiento prolongado en lugares de sumo confort también pueden ser susceptibles de afectar a determinadas personas.

En los años 80, bajo la dirección del doctor se comenzó un estudio con los habitantes de una pequeña comunidad de MInnesota, que sufre inviernos tan extremos que las nevadas y las temperaturas obligan a sus residentes a vivir confinados en sus casas. Los vecinos de dicha comunidad describieron una sensación de insatisfacción, desasosiego, aburrimiento e irritabilidad que iba creciendo hasta que empezaban a realizar actos en apariencia sin sentido sólo para romper la rutina. “Son personas cuya claustrofobia se transforma en un trastorno afectivo estacional que puede derivar en patologías más graves”; aseguró el doctor P. C. Rosenblatt, que realizó el estudio a 35 personas entre 15 y 84 años.

El estudio reveló que la fiebre de la cabaña también se daba en personas encerradas al cuidado de niños pequeños o que se ocupan de enfermos o ancianos. Por tanto, no tenían por qué vivir solos, incluso la sensación de encierro en lugares abarrotados aumentaban los síntomas. Otros elementos agravantes eran los encierros por fuerzas de causa mayor como guerras, alta criminalidad o, como no, pandemias. "Algunas personas pueden caer en depresiones, pueden tomar decisiones malas con respecto al consumo de alcohol y drogas, o convertirse en amenazas para las personas con las que conviven”, determinó el doctor Rosenblatt.

Su implicaciones siempre han tenido un gran atractivo para la cultura popular. El caso paradigmático es el de Jack Torrance en “El resplandor” de Stanley Kubrick. El personaje interpretado por Jack Nicholson se encierra durante tres meses en un hotel aislado por la nieve en la montaña con su mujer y su hijo. Pronto empezará a experimentar una serie de alucinaciones y desarreglos psicológicos que le llevará a querer matar a su propia familia.

No es el único caso. En “Crimen y castigo”, el encierro de Raskolnikov en su miserable buhardilla le provocará delirios de grandeza y superioridad que le harán asesinar a la vieja que regenta su casa simplemente porque puede, porque es inferior a él. También hay quien le ha encontrado el lado cómico, como Charles Chaplin en “La quimera del oro”, donde encerrado en una cabaña el personaje de Charlot empezará a ver alucinaciones provocadas también por la privación de comida.

Recientemente, hay grandes películas de terror como “Cabin Fever”, de Eli Roth, que indagan en el concepto o la recientemente estrenada “El faro”, donde la claustrofobia lleva a los personajes de Robert Pattison y William Dafoe a enfrentarse con sus propios fantasmas. También se ha tratado el tema en otro colectivo que sufre aislamientos prolongados, los astronautas, como en la película “Moon”, donde San Rockwell caía por completo en la esquizofrenia.

¿Hay remedio para la fiebre de la cabaña? Los especialistas aconsejan no perder el contacto con el exterior, ya sea a través de videollamadas o correo electrónico. También aseguran que es importante mantener ciertas rutinas, buscar ocupaciones fijas y tener objetivos de futuro una vez se pueda volver a la normalidad. En todo caso, esperemos que Jack Torrance sólo sea un fenómeno inventado por la febril imaginación de Stephen King.