Elecciones en Cataluña
Elecciones en Cataluña: Iceta, ¿ante un sueño imposible pese a la remontada?
PSC: El partido insiste a Torra con elecciones sabedor de que puede mejorar resultados y ser la fuerza constitucionalista de referencia. Se presenta como alternativa al independentismo, rechaza la coalición con Cs y PP y el «tripartito» de izquierdas
El PSC, el primer partido que acusó las tensiones derivadas del «procés» –las costuras socialistas se rompieron en 2013 con la votación de la primera declaración de soberanía en el Parlament– afronta un nuevo otoño caliente reclamando con ímpetu que Quim Torra fije la fecha de las elecciones en Cataluña. Descartado el rumor del ministro Salvador Illa como presidenciable sorpresa -el consenso es total en torno al primer secretario-, Miquel Iceta y su formación se ven con posibilidades de dar carpetazo a la travesía por el desierto iniciada a finales de 2010 y mejorar sustancialmente los 17 escaños actuales para convertirse con bastante probabilidad en la fuerza de referencia del constitucionalismo de confirmarse la caída de Cs que vaticinan los sondeos.
Sin embargo, la cuadratura del círculo, llegar de nuevo a la Generalitat, parece un objetivo difícil dada la endiablada aritmética parlamentaria, los vetos cruzados entre formaciones –el PSC ha rechazado un frente con PP y Cs, y también un tripartito con ERC y los «comunes», que ahora se antoja imposible– y la cambiante situación de la política. Eso sí, el independentismo puede sufrir su fragmentación y el socialismo salir beneficiado en las urnas.
Justo hace ahora un año, el PSC dejó atrás una de las peores épocas recientes con los comicios generales, municipales, europeos y la rúbrica del pacto entre el PSOE y Unidas Podemos para instalarse en La Moncloa. En Cataluña, recuperó parte del crédito perdido en las urnas a raíz del 15-M y del estallido del «procés». Es decir, volvió al poder en algunas de las plazas más importantes: retuvo feudos como L’Hospitalet, Cornellà o Santa Coloma pese a pinchar en Lleida y Tarragona, logró un acuerdo de gobierno en Barcelona con Colau y, sobre todo, alcanzó la presidencia de la Diputación de Barcelona, un organismo supramunicipal con un presupuesto de mil millones anuales y determinante para gestionar recursos. El pacto con JxCat para dirigir el ente de la mano de Núria Marín, alcaldesa socialista de L’Hospitalet, fue un claro ejemplo de la denominada «real politik»: la apodada «sociovergencia» dejó atrás todo lo que les separa en favor de un beneficioso acuerdo desatando la ira de ERC.
Superado este episodio, el PSC se ha dedicado internamente a preparar el asalto a la Generalitat. El partido ha cerrado filas en torno a Miquel Iceta, se han taponado definitivamente las fugas críticas y se ha recuperado el mensaje social en detrimento del «procés». Iceta basa su discurso en el argumento de que el Ejecutivo de Torra gestiona dividido y mal Cataluña –una tendencia acentuada a raíz de la pandemia– y echa mano de cifras e inversiones del Gobierno de José Montilla para demostrar que el independentismo ha hecho perder «una década» a los catalanes.
Precisamente, la gestión del coronavirus ha promocionado la figura del ministro de Sanidad, Salvador Illa, quien incluso ha llegado a sonar en algunos círculos mediáticos para dar el salto. Un extremo descartado por el propio protagonista, por Iceta y esta semana mismo por la delegada del Gobierno, Teresa Cunillera: «El ministro Illa vale mucho, está dando un resultado espléndido al frente del Ministerio de Sanidad en la crisis del coronavirus. En el futuro podrá ser lo que quiera, pero en este momento el candidato que tiene el PSC es Miquel Iceta. Es un buenísimo candidato, es un buen parlamentario, con sentido común y tiene un aguante tremendo». Cabe recordar que Illa es un hombre de confianza de Iceta y es secretario de organización del partido catalán.
De hecho, la convivencia del PSC con el PSOE y las alianzas derivadas del Gobierno de Pedro Sánchez también marcan las aspiraciones electorales de la formación en Cataluña. Iceta ha rechazado por activa y por pasiva el frente que busca el partido naranja con PSC y PP dadas las posibilidades de los socialistas de recuperar parte del electorado perdido en 2017 en favor de la candidatura de Inés Arrimadas. En el lado opuesto, las relaciones de los socialistas catalanes con Esquerra siguen muy maltrechas desde 2017 –el independentismo vetó la candidatura del propio Iceta como presidente del Senado– y lo que podía parecer un primer ensayo a raíz de la investidura de Pedro Sánchez con la abstención de ERC (siempre negado por sus protagonistas) ha terminado con los republicanos fuera de foco. «ERC solo tiene el proyecto de dividir Cataluña», asegura la portavoz parlamentaria Eva Granados rechazando de plano esta opción. El retraso de la Mesa de diálogo, la suspensión del tercer grado a los condenados del 1-O tras el recurso de la Fiscalía y el desmarque de los republicanos a negociar los presupuestos tras el acercamiento entre PSOE y Cs han hecho el resto.
Por tanto, y descartados «a priori» ambas alianzas, el PSC e Iceta se enfrentan al reto de desbancar al independentismo, inmerso en mil y una batallas internas pero con la voluntad de seguir anteponiendo el «procés» en la agenda política catalana.
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