Elecciones Catalanas

14-F

Líneas rojas y vetos cruzados auguran un colapso tras las elecciones catalanas

Los Comunes se descuelgan ahora con un aviso a Illa: rechazarán su investidura si incluye los votos de Vox

Carme Forcadell, Quim Forn, Raül Romeva, Jordi Sànchez, Jordi Cuixart y Oriol Junqueras saludan en un acto en los jardines del Palau Robert de Barcelona
Carme Forcadell, Quim Forn, Raül Romeva, Jordi Sànchez, Jordi Cuixart y Oriol Junqueras saludan en un acto en los jardines del Palau Robert de BarcelonaKike RincónEuropa Press

La fragmentación política de los últimos años ha ido extinguiendo prácticamente toda opción de conseguir mayorías absolutas en muchos rincones de España. Cataluña no escapa a esa tendencia y, tras las elecciones del 14 de febrero, los partidos se verán abocados a pactar para alumbrar un nuevo gobierno. Como consecuencia de este contexto, las alianzas postelectorales se han ido haciendo cada vez con mayor protagonismo durante las campañas y, visto la cantidad de vetos anunciados ya en estos momentos y los resultados que proyectan las encuestas –como la de NC Report que publicó ayer este diario– todo apunta a un escenario imposible y el fantasma de la repetición electoral empieza a asomar.

Lo cierto es que, pese a que la tensión política por el «procés» se ha rebajado mucho con respecto a las anteriores elecciones autonómicas y la gestión de la pandemia se ha colocado en primer plano, la dinámica de bloques –independentista y constitucionalista– parece todavía lejos de resquebrajarse. Las heridas del 1-O aún siguen muy presentes (consecuencias económicas y presos independentistas) y, aunque ha habido acercamientos entre el PSC y ERC en Madrid, las posibilidades de «mayorías híbridas» (por ejemplo, un tripartito) parecen remotas salvo un sensible giro postelectoral.

Así, el PSC, que es el partido que ahora ha tomado la delantera en la mayoría de sondeos –la encuesta publicada ayer situaba a Salvador Illa como vencedor en votos con un empate a tres en escaños con ERC y JxCat–, tiene la voluntad de fraguar un gobierno como el de Madrid y ha vetado incluir a partidos independentistas: es decir, incluiría a Podemos en el ejecutivo, pero dejaría fuera a Esquerra y trataría de gobernar con apoyos externos puntuales. Parece complicado que los socialistas catalanes puedan gobernar sin dar entrada a los republicanos ya que todas las encuestas dan mayoría en el Parlament al bloque independentista y es impensable que ERC se quede en la oposición.

Illa, que ya ha asegurado que se presentará a una investidura si vence, también se ha sacudido la «vía Manuel Valls» desde el primer momento en caso de que el bloque no independentista obtenga mayoría parlamentaria. Adaptada al 14-F, esta vía pasaría por que aceptara los votos de Vox para ser president, una maniobra que también el partido de Santiago Abascal rechaza ahora pese a amagar con ello hace unas semanas. Illa recuerda que Vox quiere meterle en la cárcel y zanja toda sospecha asegurando que no tiene nada que hablar con ellos.

Esquerra, que va perdiendo fuelle en la recta final de campaña, aunque mantiene opciones de victoria, ha apostado por un gobierno de frente amplio con JxCat, PDeCat, Comunes y CUP, pero se ha dado de bruces contra su inviabilidad ya que las cuatro formaciones interpeladas han mostrado su rechazo. Los republicanos han trazado como línea roja un acuerdo con el PSC y se han volcado durante la campaña a desterrar todas las sospechas, bastante arraigadas por el entendimiento entre ambas formaciones en Madrid. El fantasma de ese hipotético pacto lastra mucho las expectativas de Pere Aragonès entre el electorado independentista.

JxCat es la única formación que apuesta por reeditar el actual gobierno de coalición, muy desgastado por el caos en la gestión de la pandemia y por el estancamiento en el «procés». Aunque con condiciones: el partido de Carles Puigdemont ha asegurado que Esquerra debería dejar de ser «muleta» del Gobierno de Pedro Sánchez. Eso si vence en las urnas, porque, si queda por detrás, las condiciones serán todavía más duras para investir a Aragonès: podría exigir acentuar el desafío independentista mediante una declaración de independencia –ya que coquetean con ello–.

Los Comunes y la CUP serán dos actores determinantes para la gobernabilidad en la próxima legislatura. La formación de Jéssica Albiach apuesta por un tripartito con PSC y ERC, pero rechaza toda relación con JxCat –menos aun después de los insultos xenófobos de miembros de las listas de JxCat a la marca de Podemos en Cataluña– y también con Vox –ayer Albiach advirtió que no apoyaría una investidura de Illa si incluye los votos del partido de Abascal–. La candidatura que lidera Dolors Sabater también ha hecho saltar todas las alarmas en el independentismo al amagar con negarle el apoyo a Laura Borràs por la causa judicial que tiene abierta por presuntamente haber adjudicado a dedo contratos a dedo a un amigo cuando dirigía la Institución de las Letras Catalanas. Es decir, JxCat es el aspirante a la victoria con menos socios potenciales.

El PP, Ciudadanos y Vox podrían tener un papel central si el bloque no independentista consiguiera mayoría parlamentaria, pero es un escenario que se antoja muy difícil. Salvo que la excepcionalidad de la abstención y el castigo a los partidos del Govern supere las expectativas y haya sorpresas inesperadas. En cualquier caso, los tres han ido tomando posiciones y comparten como punto en común que nunca prestarán sus votos a candidatos independentistas. Además, los populares rechazan investir a Illa; los naranjas se han lanzado ya a ofrecerse a los socialistas catalanes para gobernar conjuntamente –en un intento por rescatar aquella coalición que finalmente no fructificó en la Moncloa–; y, Vox, que amagó con apoyar a Illa en un primer momento, ha rectificado y rechaza apoyarle.

Finalmente, el PDeCat también podría adquirir una influencia capital si finalmente entra en el Parlament –encuestas internas dan su entrada al hemiciclo–. El partido de Ángels Chacón descarta cualquier entente con la CUP, y con JxCat y ERC lo deja en el aire en función de su plan económico y del «procés».