Guerra Civil española
Antoni Campañà: las imágenes recuperadas de la Guerra Civil
Una muestra rescata el legado que había permanecido oculto de uno de los más grandes fotógrafos catalanes del siglo XX
Nos han contado muchas veces la Guerra Civil a través de imágenes de Capa, Taro o Centelles, por citar a los más conocidos. Pero hay veces que aparece un nuevo relato de los hechos en el lugar más insospechado, como en el garaje de una casa particular en Sant Cugat del Vallès. Eso es lo que encontraron los herederos de Antoni Campañà cuando revisaron sus cosas tras su muerte y encontraron una caja roja, ya mítica, en la que se había ocultado un tesoro documental y artístico incalculable. Era un conjunto de fotografías, prácticamente inéditas en su mayoría, con las que se podía contar la contienda bélica desde la perspectiva de los dos bandos.
Aquello sucedió en 2018 y no ha sido hasta ahora cuando se ha podido cerrar ese círculo exponiendo el legado de Campañà en una gran exposición que acaba de abrir sus puertas en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac). En ella se puede constatar que el fotógrafo fue uno de los grandes autores catalanes de su tiempo, alguien que se movía entre contrastes y con una mirada moderna.
La muestra se estructura en una serie de ámbitos a partir de 300 imágenes, muchas de ellas inéditas y que no habían sido positivadas por su autor lo que hace que parte de estos materiales se presenten públicamente por vez primera al público. Todo ello se acompaña de documentación interesante para comprender a Campañà y su circunstancia, como sus libretas de apuntas o la caja roja en la que encerró hasta su fallecimiento aquel tesoro fotográfico, el mismo que ha servido para comprender mejor lo que ocurrió entre 1936 y 1939.
Pero no solo es la Guerra Civil el protagonista de la exposición. En este sentido, «es la primera vez que se expone a Campañà en su globalidad como fotógrafo», puntualizó ayer en rueda de Prensa uno de los comisarios de la muestra, Arnau González i Vilalta, quien habló de ella acompañado junto con el director del museo, Pepe Serra, y los otros dos comisarios: el periodista Plàcid Garcia-Planas y el nieto del artista, Toni Monné. Y es que, a lo largo de su carrera profesional, Campañà llegó a realizar también fotografía industrial, en especial para la marca Seat, así como para una editorial de postales. Los deportes, los paisajes o la vida cotidiana fueron también algunas de las temáticas que fueron atrapadas por su objetivo.
Solamente de la Guerra Civil llegó a realizar más de 5.000 fotografías, pero el ocultar ese trabajo ha hecho que sea un gran desconocido para el público. Arnau González, a este respecto, no pudo evitar asegurar que el protagonista «podría haber sido Centelles antes que Centellas, pero no quiso... Era tal el trauma que no quiso ser el referente gráfico de la Guerra Civil, mucho antes que Centelles recuperara sus negativos. Estas imágenes de Campañà podrían haber marcado gráficamente nuestra mirada sobre la guerra».
Los horrores vistos en aquellos días y que pudo fotografiar, como los saqueos a las iglesias o los primeros asesinatos, causaron en él una profundísimas huella. Pero lo que más le preocupaba al fotógrafo es que su tyrabajo pudiera ser usado como pruebas condenatorias en algunos de los procesos puestos en marcha por los ganadores de la guerra durante el inicio de la represión franquista en Cataluña. Puede que todo eso se le pasara por la cabeza cuando decidió esconder –aunque no destruir– la potentísima labor llevada a cabo antes del 1 de abril de 1939,. Como contaba ayer su nieto, aquel era un tema que era tabú para Campañà.
Campañà se inició muy pronto en la fotografía y se convirtió en uno de los fotógrafos pictorialistas más premiados en todo el mundo. En este sentido, su obra está en la actualidad integrada en las colecciones del Mnac como uno de los representantes del pictorialismo catalán, con la obra titulada «Tracción de sangre».
Pero el artista se integró bien pronto en las corrientes estéticas de la vanguardia europea y utilizó las técnicas pigmentarias del pictorialismo pero con una mirada que bebe de la Nueva Visión. Eso lo expresa con el uso de diagonales, picados y encuadres atrevidos. Todo ello lo aprende en 1933, cuando aprovechando la luna de miel viaja hasta Alemania para conocer lo que su nieto denominó «la nueva objetividad». «Mi abuelo era la bomba, una persona muy inquieta que sabía perfectamente lo que quería», dijo Toni Monné.
De esta manera, antes de la guerra, pudo realizar reportajes fotográficos, como el regreso de Lluís Companys en 1936 o al portero Ricardo Zamora en acción. El golpe de Estados de julio de 1936 lo cambió todo, también las aspiraciones del artistas que decidió documentarlo todo, por muy doloroso que pareciera, como un coche ametrallado en plena plaza Catalunya de Barcelona o el masivo entierro de Durruti en la capital catalana. Pero también captó la llegada de las tropas del bando nacional a Cataluña. Todo, sin importar el color y el dolor.
Tras la contienda siguió fotografiando, sin dejar su mirada moderna, como cuando retrató a Salvador Dalí para la revista «Triunfo» o cuando capturó con su cámara el regreso de Josep Tarradellas en 1977 para reinstaurar la Generalitat. Murió sin querer reconocimiento público.
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