Historia

El cantante que pidió ser enterrado en la fosa común

Jorge Sepúlveda fue uno de los intérpretes de boleros más célebres durante los años del franquismo

Portada de uno de los discos de Jorge Sepúlveda
Portada de uno de los discos de Jorge SepúlvedaLa Razón

Hoy está algo olvidado, pero hace unas décadas formó parte de la banda sonora de muchos hogares españoles. Se llamaba Jorge Sepúlveda y fue una de las voces más célebres de su tiempo gracias a temas como “Mirando al mar” o “Santander” que se adueñaron de las ondas radiofónicas de un país. Lo que no es tan conocido es el final del cantante y que tiene mucho que ver con el compromiso social de Sepúlveda.

Pero empecemos por el principio y ese se sitúa en Valencia, concretamente el 8 de diciembre de 1917, fecha del nacimiento de Luis Sancho Monleón, verdadero nombre de nuestro protagonista. Pese a empezar a ganarse la vida como pintor decorador, la música fue siempre desde joven su verdadera pasión. Comenzó ensayando con la valenciana Coral del Micalet creando poco después el dúo Castejón Sancho. Sin embargo, la Guerra Civil lo trastocó todo e hizo que volara por los aires su futura carrera. El joven no lo dudó y se alistó como voluntario poniéndose al servicio de la República inmediatamente llegando a obtener el grado de sargento. Pero de su paso por el frente también se llevó una herida en la mano que le dejó inutilizados tres dedos, además de su ingreso en el campo de concentración de Albatera.

Cuando logró la libertad, empezó a ganarse la vida como contable de una empresa de transportes. Pero eso iba a durar poco porque la música seguía siendo objeto de devoción por su parte. Actúa en varias ciudades hasta llegar a Madrid, en 1941, con un repertorio formado por tangos y boleros, en la sala Casablanca. Poco a poco empezó a llamar la atención del público, pero también del sector. El director artístico de Columbia, Nicasio Tejada, decidió apostar por él firmando un contrato que desembocó en la grabación de sus primeros temas. Igualmente su voz se asoció con orquestas, como la de Adolfo Araco y que durante quince protagonizó la programación de la nueva sede de Radio Nacional de España.

Durante las décadas de los 40 y los 50, Jorge Sepúlveda también alcanzó la fama en América actuando en algunas de las principales salas y teatros de Argentina o Cuba, incluso llegó a cantar en Nueva York. Mientras eso sucedía su éxito no paró de crecer en España asociándose su aterciopelada voz con algunos de los principales compositores del momento. El bolero pasó a ser una música querida y solicitada, también en la programación de la naciente Televisión Española. Sepúlveda fue un rostro popular, en espacios como “Mundo camp”.

A mediados de los 70, con Franco muerto y enterrado, el cantante se quiso apuntarse en una asociación en defensa de los militares republicanos. Su salud empezó a decaer y decidió retirarse poco a poco, casi en silencio, instalándose en Palma de Mallorca donde viviría en silencio y lejos de los focos hasta el 16 de junio de 1983, fecha de su muerte a los 66 años. El músico no quiso funeral, pero fue despedido aclamado por sus muchos seguidores, aquellos que habían vivido acompañado de sus canciones. Tuvo una última voluntad que fue cumplida: Sepúlveda pidió que sus restos fueran inhumados en una fosa común del cementerio de Palma de Mallorca. ¿El motivo? Ahí también están enterradas algunos de los republicanos que perecieron durante la Guerra Civil. Jorge Sepúlveda quiso estar al lado de ellos para siempre y allí sigue, en la fosa común número siete de la ciudad mallorquina.