Historia y Arte

Salvador Dalí: De atentar contra Alfonso XIII a admirador de Juan Carlos I

El artista se consideró monárquico metafísicamente pese a que en su juventud estuvo encarcelado como sospechoso de conspirar contra el Rey

Gala y Salvador Dalí en el momento de entregar a los Reyes de España el cuadro "El ensueño del príncipe"
Gala y Salvador Dalí en el momento de entregar a los Reyes de España el cuadro "El ensueño del príncipe"La Razón

Un anciano está agonizando en una de las habitaciones de la clínica Quirón de Barcelona. Es consciente que no le queda mucho tiempo, pero todavía tiene fuerzas para hacer algunas peticiones. Hay motivo para ello: es el pintor vivo más universalmente conocido. Quiere demostrar, pese a que se está consumiendo su vida, que todavía tiene fuerzas para crear, tanto como artista como escritor. Por eso, cuando pese a que muchos creían que no saldría vivo de allí, todavía puede plantar cara a las adversidades y escribe un par de composiciones literarias en homenaje al Rey Juan Carlos. El Monarca visitó a Salvador Dalí por última vez el 5 de diciembre de 1988. El artista acababa de salir de la UCI y le hizo entrega de una edición especial de «Laureada y Oda a la Monarquía», su último poema, prometiéndole que volvería a pintar. Dalí no pudo cumplir su promesa porque moriría muy poco después, el 23 de enero del año siguiente.

Aquella visita de diciembre de 1988 venía a demostrar la buena relación que Dalí mantuvo con el Rey Juan Carlos. La visita que hoy realizarán al Teatro-Museo de Figueres la Princesa de Asturias y de Girona y la Infanta Sofía constata que los lazos de afecto con el genio surrealista aún perduran en Zarzuela. Sin embargo, las cosas fueron muy diferentes al principio.

Salvador Dalí procedía de una familia de Figueres en la que su padre y su tío Rafael eran unos fervientes federalistas, hombres que se identificaban totalmente con el catalanismo.

El joven Salvador Dalí acarició estas ideas y las hizo suyas. Pero fue mucho más allá y no dudó en vestirse de anarquista, como apuntaba en sus diarios de juventud. En una de las entradas de esos cuadernos, la del 22 de noviembre de 1919, al hablar de lo crispado del ambiente político que se vive en el Congreso en Madrid, afirma que «dan ganas de lanzar una bomba en el Parlamento, para que se derrumbe de una vez tanta farsa, tanta mentira, tanta hipocresía».

Ese joven Dalí, que a partir de 1922 se instalaría en Madrid para estudiar la carrera de pintor, no fue visto con buenos ojos por las autoridades de la época que veían en él a un tipo peligroso. La cosa llega al punto de que en mayo de 1924, coincidiendo con una visita de Alfonso XIII a Figueres y ante el miedo de que alguien pueda atentar contra él, se decidió el encarcelamiento preventivo de los sospechosos habituales. Uno de ellos era Salvador Dalí que ingresó en la cárcel de la localidad ampurdanesa junto con sus amigos Jaume Miravitlles y Martí Vilanova. La detención tuvo lugar el 21 de mayo de 1924 y los tres permanecieron incomunicados, pasando luego por el presidio de Girona hasta que fueron puestos en libertad el 11 de junio. Todavía hoy sigue siendo un misterio el por qué de aquella detención.

En la conferencia pronunciada por Jaume Miravitlles durante la Guerra Civil, quien fuera comisario de propaganda de la Generalitat ofrecía alguna información que podía aclarar el miedo que tanto él como Dalí habrían causado a las autoridades ante una visita de Alfonso XIII: «Para manifestar de una manera violenta el odio que nos producía el absolutismo monárquico, encarnado por la bandera que ellos llamaban nacional, pero que nosotros no reconocíamos como tal, el pintor Dalí y yo subíamos al Institut de segunda enseñanza de Figueres y quemábamos la bandera española, que en aquel momento, para nosotros era la bandera de la Monarquía, del Imperialismo y de los germanófilos». Dalí recordaría ese episodio, el de su paso por la cárcel, como uno de los más felices en su biografía.

Con el paso del tiempo, especialmente tras el final de la contienda y al constatar los efectos que había tenido todo aquello en su familia, Dalí fue cambiando sus posicionamientos políticos. En este sentido, resulta interesante que tras el regreso de su particular «exilio», en 1948, retomara el contacto con Francesc Pujols. En sus conversaciones con el filósofo de la Torre de les Hores, surgió la monarquía como forma de gobierno más perfecta. Pujols le sugirió a Dalí que cuando fuera a ver a Franco debería convencerlo para que restaurara la monarquía en España. De todo ello daría buena cuenta el propio artista en el libro «Pujols per Dalí», uno de sus textos menos referenciados.

Al pintor le fascinaba la idea de jugar a ser un pintor de la corte, emulando a Velázquez que trabajaba al servicio de Felipe IV. No es extraña, por tanto, que en algunas de sus composiciones incluyera referencias al imaginario velazqueño, como «Las Meninas», pero también al monasterio del Escorial que podemos ver en obras como en la gráfica «La coronación del Rey de España» de 1963.

Al igual que Velázquez retrató a Felipe IV, Salvador Dalí también quiso plasmar al Rey Juan Carlos, pero a su manera. Eso es lo que hizo en «El ensueño del príncipe», fechado en1979. Es una obra de grandes dimensiones y que el propio artista, en compañía de su esposa Gala, entregó al Monarca en el Palacio de la Zarzuela en 1979. Una copia de este trabajo se encuentra en la actualidad, por voluntad del propio Dalí, en el recorrido del Teatre-Museu de Figueres. Sin embargo, el artista había empezado a trabajar mucho antes en el cuadro, hacia 1973, partiendo de un retrato oficial ampliado del entonces príncipe, lo que explicaría el título que le puso Dalí.

Era, de esta manera y con el cuadro en Zarzuela, el final del recorrido de un pintor que se declaraba monárquico «no políticamente, pero sí metafísicamente».