
Memoria histórica
El atentado terrorista que Barcelona quiso olvidar
Todavía se desconocen los nombres de los autores del crimen, así como el de la víctima

La historia criminal de Barcelona puede sorprendernos si pensamos en un atentado terrorista del que no sabemos aún ni los autores materiales ni el nombre de la víctima. Es uno de esos sucesos sobre los que se ha preferido que el tiempo y la indiferencia hagan su trabajo sucio. Es el crimen que conmocionó a la ciudad y que se ha preferido olvidar: no hay nada que recuerde ese hecho en el lugar de lo hechos que es la plaza Reial, a dos pasos -casi literalmente- de las Ramblas.
Miremos atrás y viajemos hasta el 9 de febrero de 1892, son las siete y media de la tarde. En la plaza hay movimiento de personas. En los cafés cercanos las mesas están llenas. Alrededor de la fuente principal hay varios bancos en los que es fácil ver a algún barcelonés sentado a esas horas. La plaza es punto de encuentro también de militares, policías y confidentes, de aquellos que quieren apurar el día hasta las últimas horas. La paz del momento queda rota con el estallido de una bomba situada en una jardinera. Un hombre de cuarenta años, probablemente un trapero al que nunca se le pudo poner nombre y apellidos, muere en el acto. Varias personas son heridas, entre ellas una sirvienta de nombre María Rosa Cardona, a la que se le tuvieron que amputar las piernas, que en aquel momento estaba paseando con su novio. Muchos comercios igualmente quedaron dañados tras el estallido del artefacto.
En poco tiempo empezaron a surgir los sospechosos habituales de la época. Para la policía estos eran los anarquistas. Por si acaso, se clausuró el diario “El Porvenir Anarquista” a la par que se detenían a sus redactores. Se sospechaba de ellos porque para el día 10 de ese mismo mes estaba prevista la ejecución de varios anarquistas en Andalucía y que finalmente se llevó a cabo.
La Audiencia de Barcelona finalmente sobreseyó la causa a los nueve meses y soltó a los periodistas encausados.
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