
Libros
Una correspondencia entre sabios
Un libro recoge las cartas cruzadas entre Hans Magnus Enzensberger y Jorge Herralde, un diálogo inteligente por carta entre dos nombres imprescindibles de la cultura europea

Pese a las presiones de todo tipo, Jorge Herralde tuvo la inteligente fortuna de conservar el archivo que a lo largo de los años ha ido creando gracias a su labor como editor de Anagrama. Pero no solamente ha guardado ese fondo, imprescindible para conocer una parte de la historia de nuestro mundo en letra impresa, sino que además lo ha querido divulgar. Buena prueba de ello son algunos de los libros memoralísticos que ha ido publicando en los últimos años, así como el inicio de una colección en Anagrama que este sello publica junto con la Fundación Feltrinelli bajo el epígrafe de Archivo Herralde. La primera entrega de esta propuesta no puede ser más sugestiva porque contiene la totalidad de las cartas que entre 1971 y 2005 se cruzaron el creador del imprescindible sello barcelonés y Hans Magnus Enzensberger.
Por cierto, ¿quién era Enzensberger? Pues estamos hablando de uno de los grandes creadores alemanes, un poeta y ensayista con títulos como «El corto verano de la anarquía», «Conversaciones con Marx y Engels», «Perspectivas de guerra civil» o «¡Europa, Europa!». A ello se le suma su labor como fundador y director de revistas como «Kursbuch» o «TransAtlantik». A lo largo de su trayectoria recibió toda clase de reconocimientos, como la Orden de las Artes y las Letras de Francia o el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.
Gracias a una propuesta de Carlos Barral, Herralde empezó a publicar a Enzensberger en Anagrama en 1969 con la obra «Detalles». Se inició así una relación de fidelidad editorial y de amistad entre autor y editor que se plasmó, cosa excepcional en Anagrama, en la publicación de dos poemarios del alemán como son «Mausoleo» (1979) y «El hundimiento del Titanic» (1986).
El epistolario es una buenísima manera de poder mirar por el agujero de la cerradura cómo funcionó el mundo editorial. Herralde fue informando puntualmente a su autor de sus pasos desde el primer momento, como cuando en febrero de 1971, le comunica a Enzensberger que «en relación con el aspecto legal, mi amigo Carlos Barral me cedió los derechos, debido a sus dificultades con Suhrkamp Verlag a causa del retraso de la traducción. Suhrkamp aún no ha recibido los ejemplares por no obrar aún en mi poder el contrato correspondiente. Hace unos días he recibido finalmente una carta de la agencia literaria por la que se soluciona el aspecto burocrático».
Gracias a este epistolario también podemos saber más sobre lo difícl que lo tenía el mundo del libro en los años de la transición, como cuando en 1980 Herralde, tras anunciarle que Pere Gimferrer ganaba el Anagrama de Ensayo con «Lecturas de Octavio Paz», informaba a Enzensberger que «se han unido varios factores, creo que te comenté algunos en Barcelona: fuertes pérdidas de nuestra distribuidora que tuvieron que ser financiadas por los editores asociados; derrumbe del libro político, con lo que una parte de mi catálogo ha quedado obsoleto; agudísima crisis económica general que, obviously, se refleja inmediatamente en la venta de libros, etc. Como ves, el panorama es más bien lúgubre».
El alemán responde a estas noticias en una misiva en la que apunta a su amigo que «no me sorprende lo que cuentas sobre la situación española general y sobre los problemas para publicar en particular. Es un asunto muy triste y potencialmente peligroso. Muchos de nosotros hemos menospreciado las tensiones existentes en el seno de la economía española, en el de la sociedad en su conjunto –que la dictadura ha ocultado y que hasta un punto se han disimulado con el “nuevo comienzo”–. Me temo que al país lo aguarda una larga resaca y, lo que es peor. no hay remedio a la vista. En fin, es como si todos estuviéramos a borde de una forma u otra del Titanic».
Rara vez una editorial abre de esta manera sus archivos. Es una buena noticia que Herralde nos permita conocer, de la mano de Enzensberger, todo ese imprescindible legado.
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