Testimonio literario
El documento del último viaje de Federico García Lorca
La tarjeta de ferrocarril que se reproduce aquí fue la que empleó el poeta para trasladarse a Granada en julio de 1936
En su última entrevista, en la que concedió a su amigo el dibujante Luis Bagaría y que apareció en el diario «El Sol» el 10 de junio de 1936, Federico García Lorca se distanciaba de la Granada de los Reyes Católicos. El hecho de que Boabdil el 2 de enero de 1492 devolviera las llaves de la ciudad a Isabel y Fernando fue, en palabras del poeta, «un momento malísimo, aunque digan lo contrario en las escuelas. Se perdieron una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una arquitectura y una delicadeza únicas en el mundo, para dar paso a una ciudad pobre, acobardada; a una «tierra del “chavico”, donde se agita actualmente la peor burguesía de España».
Fiel a sus principios, el 2 de enero de ese 1936, Lorca no estuvo en Granada sino en Madrid, concretamente en la estación de tren, concretamente en las oficinas a las que acudió para poder tener la tarjeta de identidad número 242.964. Expedida en la estación de Madrid, en ella se indicaba que el autor de «Bodas de sangre» era residente en Madrid, para ser exactos en el número 102 de la calle Alcalá. La tarjeta tenía validez hasta el 1 de enero de 1937, pero Lorca no la pudo usar tanto tiempo: fue asesinado durante la segunda mitad del mes de agosto de ese sangriento 1936 por orden de las autoridades fascistas de Granada, su Granada.
Firmado por el propio poeta, el documento tiene una fotografía de carné en la que vemos a Lorca vestido con ese abrigo con el que solía pasear por Madrid, además de lucir una corbata de tonos claros con uno de esos gruesos nudos tan característicos de la época. Se sabe, gracias a las pesquisas del escritor Alberto Conejero, que la imagen fue captada en el estudio Vittaphot que tenía su sede en el número 4 de la calle Príncipe de Madrid. Allí se sabe que acudió Lorca en compañía de su querido amigo y amante Rafael Rodríguez Rapún quien también se fotografió en ese lugar. El poeta regaló a quien fue secretario de la compañía teatral La Barraca, que dirigió junto con Eduardo Ugarte, alguno de los retratos de Vittaphot y que afortunadamente conservan en la actualidad los herederos de Rafael.
El 13 de julio de 1936, un Lorca asustado por la situación que se vivía en Madrid –donde los unos habían matado al teniente José Castillo y los otros, como respuesta, habían hecho lo mismo con el político José Calvo Sotelo– decidió coger el tren que lo llevaría lejos de aquel caos, a Granada, para pasar una breve temporada antes de viajar hasta México donde lo esperaba su actriz fetiche Margarita Xirgu.
Lorca fue a Atocha con esa tarjeta en el bolsillo. Lo acompañaron a la estación su confidente Rafael Martínez Nadal y el joven actor Juan Ramírez de Lucas, con quien mantenía una relación sentimental secreta. Nadal y Lucas dejaron testimonio de esa despedida que nadie podía pensar que era la última. Granada, a partir del 18 de julio de ese fatídico 1936, se convirtió en el lugar más peligroso para el autor del «Romancero gitano». Sus enemigos no dudaron en asesinarlo al igual que a muchos otros inocentes, siendo una víctima más de la brutal represión que se llevó a cabo en la ciudad de la Alhambra a manos de los responsables del golpe de Estado allí, con el gobernador civil José Valdés a la cabeza.
En 1964, el periodista Mino Monicelli publicó en Italia una pequeña monografía dedicada a Lorca. Estuvo años trabajando en el proyecto y logró hablar incluso con la familia del poeta. De esta manera pudo acceder a Concha García Lorca, hermana de Federico, quien le facilitó copia de la tarjeta viajera. «Es la última cosa que Federico entregó a su hermana Concha», explica Monicelli en «Federico García Lorca vivo».
Gracias a la generosidad del Centro de Estudios Lorquianos, en Fuente Vaqueros (Granada), se puede reproducir ahora el documento a partir de la copia que logró Monicelli.
La tarjeta con la que Federico García Lorca salió de Madrid para no volver jamás es el documento mudo de su marcha hacia el horror de la muerte, de aquel asesinato. Sí se sabe que ese 1936, Lorca la usó en unos pocos, poquísimos viajes para volver siempre a Atocha. Precisamente ese año en otra entrevista, esta con el periodista Felipe Morales, aseguró, hablando de sus paseos en tren, que en ese medio de transporte «veo cambiar las cosas, sucederse los paisajes y las vacas tristes. Pero nadie me habla. Tú te habrás fijado que en el tren no cabe el diálogo. Te preguntan algo y tú dices: ¡Hum! con la cabeza, y ya está. Lo contrario que en el barco, donde siempre te encuentras acodadas en la borda a todas las personas que te son antipáticas».
Hay un epílogo interesante a ese último viaje. En las escasas páginas conocidas de los llamados diarios de Ramírez de Lucas sobre su relación con Lorca, al hablar de esa despedida en Atocha, cita alguien que también estaba allí. Rafael Rodríguez Rapún estuvo en Atocha para decir adiós al poeta, a quien había sido su pareja.
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