Cultura

De negrines y pasionarias: lo que Dalí le escribía a Buñuel

La publicación en la red por parte de la Filmoteca Nacional de las cartas del pintor al cineasta permite conocer mejor como fue aquella amistad

Una de las cartas de Dalí a Buñuel
Una de las cartas de Dalí a BuñuelFilmoteca Nacional

La noticia ha pasado desapercibida, pero es importante porque arrojará nueva luz sobre una de las etapas más destacadas de nuestra cultura. Y es que ya se puede consultar «on line» el archivo personal y profesional de Luis Buñuel, propiedad del Estado y depositado en la Filmoteca Nacional. A través de una página web (https://archivobunuel.com) tenemos la oportunidad de mirar y remirar entre documentos, algunos muy significativos, como los que nos ayudan a entender algo mejor una amistad tan compleja y con abundantes luces y sombras, como la que Buñuel mantuvo con Salvador Dalí.

Un poco de contexto a este relato. Los dos genios se conocieron en 1922 cuando el de Figueres llegó por primera vez a Madrid para estudiar en la Academia de San Fernando y donde ya estaba Buñuel desde 1917. Si bien en un primer momento Dalí se escondió en su enfermiza timidez y en su cuarto, poco a poco, especialmente gracias a su talento como pintor, se ganó el apoyo del resto de residentes, un grupo en el que también estaban, entre otros, Federico García Lorca, Pepín Bello o José Moreno Villa. Ambos amigos protagonizaron sueños noctámbulos por ese Madrid o escapas a Toledo en la peculiar orden que fundó el de Calanda. Sin embargo, Dalí, atraído por Lorca, durante un tiempo trabajó en varios proyectos junto al poeta, aunque no se materializaron en su mayoría, una relación que creó una especie de celos en Buñuel. La publicación del poemario «Romancero gitano» distanció a Lorca y Dalí, algo que aprovechó Buñuel para que ambos volvieran a reencontrarse y trabajar en un guion cinematográfico llamado «Un chien andalou», hoy considerada como la película más importante del grupo surrealista. El éxito alcanzado por ambos creadores se prolongó en un nuevo rodaje, «L’âge d’or», aunque la cordialidad inicial se perdió cuando Dalí constató que Buñuel quería negarle su participación en el guion en los títulos de crédito de la película. La amistad quedó rota porque, además, había aparecido por medio una mujer llamada Gala.

Con este telón de fondo podemos entender algo mejor la correspondencia que se guarda en la Filmoteca Nacional. Precisamente, sobre la supresión del nombre de Dalí en los créditos de sus colaboraciones cinematográficas con Buñuel, existe una fascinante carta en el archivo, probablemente de 1934, en la que el pintor, en ese momento instalado en París recrimina a su amigo. Como en todas las cartas, con bastante dolor por nuestra parte, se han corregido las fascinantes faltas de ortografía del pintor: «Amigo Buñuel: Acabo de ver “Un Chian Andalou” en el Studio 28 y cual no será mu estupefacción mi indignación al ver que no se alude a mi colaboración para nada. Como comprenderás se trata de un perjuicio moral y material tan monstruoso que inmediatamente he puesto el asunto en manos de un abogado ya que hay materia para ello de sobras, ya que puedo exigir una crecida indemnización por días que se ha dado». En la postdada añadía que «estoy cabreadísimo». Poco después Buñuel respondió asegurándole que «Un Chien Andalou» no le pertenecía provocando otra carta indignada de Dalí.

Hay una misiva mucho más dura en el archivo y es aquella que nos demuestra la herida que provocó la Guerra Civil. En 1939, Buñuel, junto con su familia, era un exiliado que intentaba buscarse la vida como podía en Nueva York mientras que Dalí había tocado el cielo en la ciudad de los rascacielos. Así que el aragonés le pidió ayuda económica, pero su antiguo amigo le demostró una falta de generosidad: «No te puedo mandar absolutamente nada y eso es una decisión tomada después de grandes dudas y reflexiones». En una nota a la carta, Dalí ajustaba cuentas con Buñuel al reprocharle que «en el pasado nuestra colaboración ha sido mala para mí. Acuérdate que me fue necesario un esfuerzo para que mi nombre fuera reproducido en el Chien Andalou». Juan Luis Buñuel, hijo del autor de «Viridiana», le aseguró al hispanista Ian Gibson, que su padre siempre llevaba este manuscrito en el bolsillo y lo mostraba cada vez que alguien le citaba a Dalí.

Unos días antes, Dalí le había escrito otra extensa carta en la que hablaba de la situación en España tras el final de la sangrienta contienda bélica: «El acabamiento de los negrines y pasionarias me ha producido un pequeño asco. ¿Qué les costaba de hacerse matar o de hacer la paz dos meses antes de que tomaran Tarragona? Todo esto es la apoteosis de la mediocridad. ¡Eso no perdona nunca!»

La amistad se rompió, aunque en el archivo hay algunos intentos por parte del pintor de volver a retomar el contacto, como los telegramas de felicitación tras el triunfo de Buñuel con su trabajo como realizador cuando la película «Los olvidados» ganó en el Bienal de Venecia.

Con los años, Salvador Dalí, siempre fascinado por el séptimo arte, buscó repetir aquella colaboración y hasta le propuso, como se puede leer en un telegrama, que ambos volvieran a escribir conjuntamente, en este caso, la segunda parte de «Un chien andalou». se sabe que Buñuel siempre estas peticiones con un refrán: «Agua pasada no mueve molinos».

En noviembre de 1982, el pintor, ya enfermo y viudo no pudo evitar enviarle un telegrama más afectuoso: «Querido Buñuel, cada diez años te mando una carta con la que no estás de acuerdo pero insisto. Esta noche he concebido un film que podemos realizar en diez días a propósito no del demonio filosófico sino de nuestro querido diabloncillo. Si te da la gana pasa a verme en el castillo de Púbol». Buñuel le contestó: «estupenda idea sobre film diabloncillo, pero me retiré del cine hace cinco años y ya no salgo de casa. Lástima».