Lugar de culto
En el paraíso privado de Dalí
Una exposición conmemora los 25 años de la apertura al público de la casa-museo de Port Lligat
Cuando un joven Salvador Dalí fue expulsado del hogar familiar por querer mantener una relación con una mujer casada, Gala, decidió buscar refugio y nueva habitación en una modesta casa de pescadores. Se encontraba en la bahía de Port Lligat y, con el tiempo, ese edificio iría creciendo y se convirtió en la gran obra de Dalí. De aquí salieron algunos de los más importantes cuadros del genio surrealista, como «Torero alucinógeno», «Cristo de San Juan de la Cruz» o «Retrato de Gala con dos costillas de cordero en equilibrio sobre su hombro».
Hoy Port Lligat es uno de los vértices del triángulo alrededor del pintor ampurdanés formado por el museo de Figueres y por el castillo de Púbol. En estos días se conmemoran los 25 años de la apertura al público de la casa-museo de Port Lligat por lo que la Fundació Gala-Salvador Dalí ha decidido conmemorar la efeméride con una exposición fotográfica que recoge algunos momentos de la vida en la casa. Son imágenes captadas entre 1931 y 1980 por Batlles-Compte, Melitó Casals, Meli; Juan Gyenes, Oriol Maspons, Pietro Pascuttini, Carlos Pérez de Rozas, Ricardo Sand y Robert Whitaker. Es una pequeña aproximación al material fotográfico que conserva la fundación porque, como apuntó ayer Montse Aguer, directora de los museos dalinianos, allí se conserva un imponente fondo con más de 16.000 imágenes.
Precisamente Aguer es una de las comisarias de esta muestra, junto a la responsable de documentación de su fundación, Rosa Maria Maurell, y a Maria Carreras, del Centro de Estudios Dalinianos, Maria Carreras. Con todo quiere testimoniar la atmósfera de Portlligat en vida del artista y su esposa Gala, desde una perspectiva casera, pero sin olvidar todo cuanto creó allí el pintor.
Que el interés por este paraíso privado pervive lo demuestra el hecho de que, hasta el pasado año, unos 2,8 millones de personas han entrado en una casa en la que se han invertido 2,3 millones de euros para rehabilitación y mantenimiento. Todo esto se ha revertido en 23 millones de euros en forma de ingresos por taquilla. Para el presidente de la Fundació Gala-Salvador Dalí, Jordi Mercader, estas cifras que Mercader eran «impensables» cuando arrancó el proyecto hace 25 años.
No se puede olvidar que la inicial modesta casa de pescadores que adquirió Dalí fue creciendo hasta formar un conjunto único de 522 metros cuadrados donde se amontonan todo tipo de objetos, desde los materiales para pintar hasta el oso disecado que se encargaba de dar la bienvenida a todas las visitas.
Todo lo que era Salvador Dalí está en todo el inmueble. Todavía se conservan en las dependencias sus útiles para trabajar, como el complejo sistema que le permitía trabajar sin problema en las descomunales telas de grandes dimensiones que aquí pintó, como «La pesca del atún» o «La santa cena». También podemos ver alguno de los aparatos de última tecnología en aquel entonces, con los que podía escuchar la música que le gustaba, desde Wagner hasta los sonidos más modernos. Pero, y puede que sea lo más interesante, en alguna de las grabadoras recogía sus pensamientos, sus impresiones sobre el arte y lo mucho vivido.
No es raro que el artista asegurara que si alguien quería conocerlo realmente lo que tenía que hacer era acercarse hasta Port Lligat, incluso si quería hacer negocios con él. Por aquí pasó, por ejemplo, Walt Disney cuando los dos creadores acariciaban la idea de hacer una película de dibujos animados, proyecto que nunca pasó del papel.
El espacio en el que se sitúa la piscina con forma fálica es una de las mejores obras arquitectónicas de Dalí, combinando lo surreal con el Pop Art antes de que Andy Warhol metiera mano en ese terreno. El pintor incluyó desde anuncios, como los de Pirelli a una cabina telefónica, así como su célebre sofá inspirado en los labios de Mae West.
Todo esto puede hoy visitarse en un espacio daliniano que sigue siendo único.
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