Patrimonio inexistente
De los Thyssen a los Rolling Stones: los museos que perdió Barcelona
En las últimas décadas, varios centros han tenido que cerrar sus puertas en la capital catalana
Barcelona es una ciudad de museos, algunos de ellos con récord de visitas como pasa con el que lleva el nombre de Picasso. Sin embargo, la capital catalana, en los últimos cuarenta años, ha visto como algunos de ellos han desaparecido para siempre, a veces por falta de visitas, otras por ausencia de voluntad política.
El Museu Clarà. El escultor Josep Clarà hizo heredera a Barcelona del fondo que había creado y reunido a lo largo de su carrera. Hablamos de una colección formada por 800 esculturas y unos 10.000 dibujos. Clarà tenía su taller ubicado en el barrio de las Tres Torres que se convirtió en una casa-museo que se abrió al público en 1969. Muchos años después, en 1995, con Pasqual Maragall como alcalde de Barcelona, se decidió cerrar el museo alegando que solamente pasaban cuatro personas al día por sus salas. La colección quedó dispersa, aunque una parte importante de los fondos acabó en el Mnac. El edificio fue derribado y en su lugar se construyó una biblioteca que lleva el nombre de Clarà.
La Colección Thyssen-Bornemisza. El 7 de mayo de 1986 se abría en el Palau de la Virreina una exposición dedicada a los maestros modernos en la colección Thyssen-Bornemisza, con obras de Picasso, Matisse o Dalí. Era la primera piedra de una ambiciosa idea del alcalde Pasqual Maragall para intentar traer ese fondo pictórico a Barcelona, pero el Estado no vio con tan buenos ojos la operación como se demostró durante las negociaciones con el ministro de Cultura Javier Solana. La capital catalana se acabó quedando con las sobras de esa propuesta, exponiendo una pequeña parte de arte antiguo, 64 piezas de la colección Thyssen-Bornemisza en el monasterio de Pedralbes, con obras de Zurbarán o Rubens. Los horarios imposibles del espacio acabaron con llevar una parte de la colección al Mnac en 2004.
El Museo Militar del castillo de Montjuïc. A lo largo de su historia, Barcelona ha ido contando con diversos museos de corte militar, como el financiado por el empresario José Estruch. Sin embargo, el que se inauguró en el castillo de Montjuïc en 1969 ha sido uno de los que más polémica ha arrastrado. Además de acoger algunas pinturas de Cusachs y Martí Alsina, sus salas contenían sables, espadas, ametralladoras, morteros, pistolas y fusiles de todo tipo, además de maquetas, cascos y uniformes. Propiedad del Ministerio de Defensa y con parte de sus fondos procedentes de algunas colecciones privadas, el museo fue languideciendo poco a poco gracias a una museografía algo anticuada. En 2009 cerró sus puertas.
El Museu Barbier-Mueller. Situado literalmente frente al Museu Picasso, en la calle Montcada, la colección Barbier-Mueller de arte precolombino aterrizó en el Palau Nadal de Barcelona en 1997. Con solo un centenar de piezas, el museo formaba parte de un acuerdo entre el museo homónimo suizo y el Ayuntamiento de Barcelona. Los desacuerdos entre las dos instituciones acabaron con el cierre del centro que fue sustituido por el Museu de les Cultures del Món.
El Museu del Rock. El periodista radiofónico y musical Jordi Tardà se pasó parte de su vida coleccionista todo tipo de objetos de algunos de los más destacados nombres de la historia de la música rock. Durante años trabajó con la idea de convertir todo ese fondo en un museo, algo que finalmente hizo realidad en abril de 2011 en el centro comercial Les Arenes, con piezas de Beatles, Rolling Stones o Elton John en un espacio de 2.000 metros cuadrados, con el propósito de ir renovando sus fondos. Fue un fracaso estrepitoso y en febrero de 2012 cerró sus puertas por problemas económicos. Tras la muerte de Tardà, su colección fue vendida en una subasta.
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