Espionaje
En cuestión de cine aquello de “basado en…” se ha convertido, prácticamente, en la norma. Si no está basada en un libro o incluso en una película anterior, es, posiblemente, porque está basada en hechos reales. A veces se combinan varias opciones, y resulta ser una película basada en un libro basado en hechos reales, y ese es precisamente el caso de “El cátcher espía”. Tras un título bastante opaco, se esconde la historia de Moe Berg, un famoso deportista que, después de jugar en las grandes ligas de béisbol, fue contratado para espiar y asesinar al padre de la mecánica cuántica. Su nombre era Wener Heisenberg, uno de los científicos más prominentes de la historia y lo que era más importante: el líder de las investigaciones Nazis en pos de la bomba atómica.
La película es mediocre, casi tanto como su título sugiere, y la actuación de Paul Rudd no hace justicia a Moe Berg, un hombre misterioso que, rompiendo todos los clichés del mundo deportivo, se graduó magna cum laude en Lenguas Clásicas por la Universidad de Princeton y hablaba más de 7 idiomas, la mayoría con sorprendente fluidez. Dicen que Moe leía 10 periódicos diarios, y era conocido como el jugador con más cerebro de la liga, en gran medida por las exhibiciones de intelecto que solía hacer concursando en programas de radio. No obstante, hay algo que destaca en el metraje, y es, precisamente, la constante sensación de incredulidad que despierta en el espectador.
Heisenberg, el patriota
Estamos acostumbrados a ver historias inverosímiles en la gran pantalla, tal vez por eso nuestro cerebro sea tan reticente a aceptar como cierto lo que “El cátcher espía” nos cuenta. La historia parece ficción a cada paso y, sin embargo, es absolutamente real. El genio de los idiomas y estrella del deporte que es reclutado por la CIA para espiar y asesinar al brillantísimo científico que trataba de desarrollar una bomba nuclear para los nazis. Aquí hay que romper otra lanza a favor de la película, porque habría sido fácil, cómodo y efectista representar a Heisenberg como la bestia aria, pero el filme se atreve a más. Heisenberg no era un entusiasta del régimen Nazi, su relación era más compleja, de tolerancia y resignación.
Había dos amores que movían a aquel premio Nobel y que primaban sobre cualquier otra cosa. Por un lado, estaba su pasión por la ciencia, por otro la devoción que sentía por su tierra. Heisenberg no eligió exactamente trabajar para el régimen, había elegido quedarse en su país que, casualmente, había caído en el nazismo. Puede resultar hipócrita y reprobable, sin duda, pero responde a la realidad de muchos científicos alemanes que, sin comulgar necesariamente con los ideales nacional socialistas, se resistieron a abandonar su país y, de una forma o de otra, se vieron obligados a colaborar con su ciencia.
Nosotros o ellos
Dejando a un lado a los verdaderos directores de las abominaciones nazis, muchos de los civiles buscaban la victoria de su país, no por motivos ideológicos, sino porque nadie desea que la nación donde vive pierda una guerra. En aquel momento a Heisenberg le motivaba lo mismo que a su análogo transoceánico, Oppeheimer. Si no conseguía que su proyecto Uranverein desarrollara la bomba nuclear antes que el proyecto Manhattan, su futuro y el de la tierra que tanto amaba se verían condenados.
Es cierto que muchos científicos alemanes huyeron antes y durante el régimen, pero ese fue, sobre todo, el caso de aquellos con ascendencia judía. Muchos otros decidieron permanecer en su tierra a pesar de disentir en privado. No podemos obviar las implicaciones éticas que tiene esta decisión, quedarse por motivos patrios proveyó a los alemanes de una industria intelectual potentísima sin la cual las cosas habrían sido muy diferentes. No obstante, la postguerra les daría a muchos la oportunidad de resarcirse. Tras la victoria de los aliados, muchos genios alemanes fueron “reclutados” por los Estados Unidos en la llamada Operación Sujetapapeles (más conocida como Paperclip). Ese fue el caso de, por ejemplo, el que sería responsable del proyecto espacial estadounidense, Wernher von Braun.
En este contexto, el cometido de Moe era sencillo. Tenía que acercarse a Heisenberg y descubrir si los alemanes estaban cerca de tener la bomba nuclear. Si conseguía confirmar tal cosa debería eliminar al científico tan pronto como le fuera posible. Por suerte, los comentarios derrotistas de Heisenberg durante una cena convencieron a Moe de que aun les quedaba mucho para terminar su arma, por lo que se ahorró la bala y evitó apagar una de las mentes más brillantes que han explorado la física.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Los biopics no son biografías aunque están inspiradas por ellas y por lo tanto no son una fuente histórica fiable, por rigurosas que parezcan. En este caso, la idea general se ve conservada, pero no da lugar a transmitir detalles y la mayoría de las situaciones menores que presenta el filme son especulativas o directamente ficción por el bien de la narrativa. No obstante, pasa justo al revés que con otros títulos, de tal modo que, en esta película, lo más veraz es, precisamente, lo que parece más improbable, ejemplificando una vez más las decisiones tan extrañas que tomó Estados Unidos durante buena parte del siglo pasado.
REFERENCIAS (MLA):
- “Who Was Moe Berg? A Spy, A Big-League Catcher And An Enigma (Published 2018)”. Nytimes.Com, 2021, https://www.nytimes.com/2018/06/21/movies/paul-rudd-the-catcher-was-a-spy.html.
- Dawidoff, Nicholas. The Catcher Was A Spy. Kuperard, 2000.
- Tobey, William. “Nuclear Scientists As Assassination Targets”. Bulletin Of The Atomic Scientists, vol 68, no. 1, 2012, pp. 61-69. Informa UK Limited, doi:10.1177/0096340211433019. Accessed 5 Jan 2021.