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Jeff Bezos ha volado al espacio, pero… ¿cuándo me toca a mí?

Estamos entrando en la era del turismo espacial y pronto se convertirá en algo relativamente normal entre las grandes fortunas, pero ¿cuánto llegará a ser asequible para el público general?

Hace unas horas Jeff Bezos se convirtió en astronauta, o eso dicen los comunicados de Blue Origin, la empresa de turismo espacial que él mismo fundó en el año 2000. Sin embargo, no está tan claro para los aficionados al espacio, aquellos que llevan años siguiendo las misiones de cada una de las agencias, tanto la NASA, como la ESA, la JAXA, etc. Estrictamente, un astronauta es alguien que ha viajado al espacio y tanto Jeff como el resto de los pasajeros cumplen ese requisito. Han estado unos 4 minutos sobrevolando la línea de Kármán, la cual es con sus 100km de altitud, la frontera entre la Tierra y el espacio según la mayoría de las instituciones. Falta tal vez en la ecuación la intensísima preparación física que siempre hemos asociado a los astronautas o la exploración de nuevas fronteras y no solo el refrito de viejos éxitos. Faltan detalles que relacionamos con la astronáutica, pero que estrictamente no tienen por qué ir de la mano.

En cierto modo, lo que acabamos de vivir es una banalización del espacio en el mejor de los sentidos posibles. Hasta ahora había (salvo excepciones muy puntuales) una única forma de viajar al espacio: siendo astronauta. Ahora estamos a punto de ver un cambio. El turismo espacial será en unos años un artículo de súper-lujo relativamente normal. Y aunque no esté al alcance de todos, son muchas las fortunas que podrán permitírselo en comparación con el número de personas que, hasta ahora, han viajado al espacio, una cifra que no alcanza las 600. Podríamos decir que el panorama se presenta lucrativo para estas empresas, lo suficiente como para sobrevivir a sus inicios y, con suerte, ir abaratando costes, como pasó en el pasado con los vuelos de avión, los teléfonos o los ordenadores. Así pues, cabe hacernos la pregunta de rigor: ¿llegará a abaratarse tanto que sea asequible para la clase media?

Viajar al espacio como quien va a Almería

En todo existen grados y la popularización de la tecnología no es una excepción. Cuando apareció la primera computadora comercial su valor era de más de 1 millón de dólares. Ahora, los ordenadores más baratos rozan los 150 euros y son incluso más potentes que aquellas máquinas. Recientemente hemos visto como en unos años, la secuenciación del genoma ha pasado de ser una técnica absolutamente prohibitiva (más de 2 millones de dólares en sus inicios) a apenas 600 en unas pocas décadas. Lo mismo ha sucedido con los teléfonos, los viajes en avión y, en general, toda tecnología puntera.

En este caso hablamos de algo más complejo que un teléfono móvil, cierto es, pero a fin de cuentas es un compendio de piezas tecnológicas sustituibles, optimizables y cuya fabricación puede ser escalada según aumente la demanda, haciendo que se abaraten los costes. El auge de estas empresas permitirá que se industrialice lo que, hasta ahora, ha sido mucho más artesanal de lo que podría parecer.

Es normal que, cuando un nuevo producto ve la luz, no esté demasiado optimizado. A medida que su industria vaya cosechando éxitos y reinvirtiendo en investigación y desarrollo, podrán pulirse los aspectos más engorrosos. Por ejemplo, ahora mismo no podríamos si quiera plantearnos la industria del turismo espacial si no fuera por la existencia de cohetes reutilizables, capaces de aterrizar solos. Esto abarata sobremanera el coste de las misiones, reduciendo varios órdenes de magnitud el gasto de las empresas del sector. Por supuesto, esto no significa que debamos caer en el tecno-optimismo.

Quién sabe si en unos años encontraremos la forma de construir un ascensor espacial que abarate incluso más los despegues o si daremos con la manera de construir una estación en el punto 1 de Lagrange, entre la Tierra y la Luna. Se trata de especializaciones salvajes, pero no descabelladas. El despegue es tremendamente caro, tanto por la cantidad de combustible empleada como por el peso que incrementa este y sus contenedores en la nave que ha de ser alzada. Tanto con un ascensor como con bases orbitando a la Tierra, podrían reducirse los costes de estas misiones, según algunos expertos. Posiblemente haya que esperar décadas para que estas estrategias (u otras más eficaces) puedan ser planteadas, pero son giros que cambiarán el estado del sector.

La otra cara de Arthur C. Clarke

Como decíamos, se trata de una cuestión de grados. Es muy difícil que los viajes espaciales lleguen a ser tan baratos como unas vacaciones en Almería, pero recordemos que hay vuelos que cuestan varios miles de euros según a dónde pretendamos viajar dentro de nuestro planeta. No es descabellado pensar que, dentro del tiempo suficiente, los viajes espaciales se habrán abaratado lo justo como para ser accesibles tras unos años de ahorro moderado. Por supuesto, ese “tiempo suficiente” está todavía bastante lejano y aunque nadie puede saberlo a ciencia cierta, parece poco probable que nuestra generación llegue poder barajar el espacio entre sus opciones de veraneo, ni siquiera en forma de vuelo suborbital.

No podemos permitirnos olvidar que hubo un tiempo en que subir a un barco o a un avión era una aventura, una experiencia que se paladeaba como fin en sí mismo y no como medio para llegar a algún sitio. Ahora, con vuelos por 15 euros de Madrid a Londres, el avión se ha convertido en una suerte de autobús alado, desnudado de toda la poesía que una vez tuvo.

Los románticos dirán que ha sido una pérdida, pero si dejamos a un lado sus implicaciones ecológicas, podemos decir que, ante todo, ha supuesto una democratización del transporte. ¿Viviremos lo mismo con los viajes espaciales? ¿Llegará el momento en que los banalicemos hasta convertirlos en poco más que aviones verticales? Sea como sea, la respuesta tardará bastantes décadas en llegar, pero si algo nos ha enseñado la historia es que, frente a la famosa frase donde Arthur C. Clarke dice que “cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, nosotros debemos tener presente que “cualquier tecnología suficientemente popular es desprovista de su magia”.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • A pesar de todo, el precio que se propone ahora para estos viajes es desorbitado, rondando el cuarto de millón de dólares en los casos más económicos (como el de la Virgin Galactic de Richard Branson), en la cual para muchos expertos no se está saliendo realmente al espacio.

REFERENCIAS (MLA):