Hambre

No me hables, que tengo irritambre

Los investigadores de la universidad de la Universidad Anglia Ruskin han encontrado una clara tendencia a experimentar emociones negativas cuando tenemos hambre

El hambre puede afectar al estado anímico
El hambre puede afectar al estado anímicoLa RazónLa Razón

Los investigadores de la Universidad Anglia Ruskin (ARU) del Reino Unido y la Universidad de Ciencias de la Salud Karl Landsteiner de Austria han dado con la excusa perfecta para ser borde con todo el mundo: achacar el mal humor al hambre. Si bien el efecto del hambre sobre el humor era conocido por estudios previos en condiciones de laboratorio, un nuevo estudio en situaciones reales ha acabado por confirmar la hipótesis: El hambre se asocia con mayores niveles de ira e irritabilidad, así como con menores niveles de placer. El resultado no es algo desconocido para el público general ya que, de hecho, en inglés existe una palabra que mezcla de “hungry” -hambriento- y “angry” -enfadado-: el término “hangry”, que se podría traducir al castellano como “irritambriento”, es decir, estar irritable por tener hambre. Lo novedoso del estudio es cómo han conseguido diseñar un experimento para medirlo en el día a día de las personas.

Cómo comparar el hambre y la irratibilidad

Para llevar a cabo el estudio, los investigadores reclutaron a 64 participantes adultos de Europa central y registraron tanto sus niveles de hambre como otras medidas de bienestar emocional durante un periodo de 21 días. Recoger los datos de las personas en estas situaciones tan diversas no es una tarea sencilla, porque con el uso de los cuestionarios tradicionales existe una variable que es muy complicado controlar, la de la implicación de los usuarios. Por esta razón se creó una app para móvil con las que los investigadores realizaban preguntas acerca de los sentimientos de los participantes y de sus niveles de hambre cinco veces al día. Como los participantes tenían acceso al dispositivo en todo momento, la recogida de datos se pudo realizar en los entornos cotidianos de los sujetos de estudio, como su lugar de trabajo y su casa. Así los investigadores pudieron obtener información útil en condiciones menos controladas que las del laboratorio.

El diseño experimental fue realizado por Stefan Stieger, profesor de Psicología de la Universidad de Ciencias de la Salud Karl Landsteiner. El profesor comentó que todavía no se había analizado en detalle el efecto del hambre en la vida cotidiana, por lo que para realizar el estudio decidieron elegir ese enfoque de “trabajo de campo”. En este caso, el estudio estaba pensado para que las preguntas les llegaran a los participantes cinco veces al día en ocasiones semialeatorias, respetando los horarios de sueño.

Los datos no mienten

Los resultados del estudio muestran que el hambre está asociada a sentimientos más fuertes de ira e irritabilidad, así como a una menor valoración del placer. Es decir, que el hambre vuelve a la gente más arisca y reduce el placer de otras situaciones (como practicar sexo) que se daban a lo largo del día. Además, estos efectos fueron significativos incluso después de tener en cuenta factores demográficos como la edad, el índice de masa corporal, el comportamiento alimentario y los rasgos de personalidad individuales.

Y no solo eso, si no que la investigación también descubrió que las emociones negativas como la irritabilidad, la ira y el malestar están causadas tanto por las fluctuaciones diarias del hambrecomo por los niveles residuales de hambre medidos mediante medias a lo largo del periodo de tres semanas. En este caso, los datos muestran que el hambre se asoció con el 37% de la variación de la irritabilidad, el 34% de la variación de la ira y el 38% de la variación del placer registrado por los participantes; unas proporciones significativas. El autor principal del artículo, Viren Swami, catedrático de psicología social de la Universidad Anglia Ruskin (ARU) comentaba tras realizar el estudio: “Muchos de nosotros somos conscientes de que tener hambre puede influir en nuestras emociones, pero, sorprendentemente, existen pocas investigaciones serias al respecto”. Por ello querían contribuir con su investigación a entender más los comportamientos relacionados a esta respuesta fisiológica.

En busca de la felicidad

En este caso, el estudio solo se centraba en medir la influencia del hambre en experimentar emociones negativas, y no en mitigarlas, pero al tener en cuenta estos resultados, puede ser más sencillo etiquetar emociones. Es decir, reconociendo que nos sentimos enfadados simplemente porque tenemos hambre podemos reducir los comportamientos negativos o comprender que solo necesitamos ir a comer para volver a sentirnos bien. Además, este tipo de estudios puede ayudar a entender los comportamientos de ciertas personas al seguir dietas estrictas y cómo esas emociones negativas pueden propiciar el abandono de las mismas.

Por último, es cierto que este enfoque requiere un gran esfuerzo tanto para los participantes como para los investigadores a la hora de diseñar este tipo de estudios. Sin embargo, los resultados obtenidos proporcionan un alto grado de generalización en comparación con los estudios de laboratorio, lo que permite obtener una imagen mucho más completa de cómo las personas experimentan las emociones originadas por el hambre en su vida cotidiana.

QUE NO TE LA CUELEN

  • Uno de los problemas de este estudio es que su número de participantes es escaso, por lo que es poco probable que sea representativo de las poblaciones centroeuropeas. Por ello, es importante replicar sus resultados con poblaciones más representativas y diversas, para determinar el grado de generalización de estos resultados.

REFERENCIAS (MLA)