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¿Mensaje alienígena o error? la ciencia destapa la violenta explosión cósmica que nos engañó durante 50 años
Casi 50 años después, un nuevo estudio desvela que la mítica señal «Wow!», fue mucho más potente de lo que se creía y propone una nueva hipótesis para su origen, alejada de la inteligencia extraterrestre

La célebre señal «Wow!», uno de los grandes enigmas de la astronomía moderna, vuelve al primer plano de la actualidad casi medio siglo después de su detección. Aquella potente y fugaz ráfaga de radio, captada el 15 de agosto de 1977 por el radiotelescopio Big Ear durante apenas 72 segundos, se consolidó en el imaginario colectivo como la candidata más firme a ser una comunicación extraterrestre. Se trata de un misterio que ha fascinado a científicos y aficionados durante décadas.
Ahora, un nuevo estudio ha vuelto a poner el foco sobre este evento, reexaminando todos los datos disponibles, incluido material que hasta ahora no se había publicado. El objetivo era doble: por un lado, descartar de una vez por todas las explicaciones más sencillas y, por otro, buscar pistas que pudieran desvelar su verdadera naturaleza. Los resultados arrojan una nueva luz sobre su posible origen, aunque alejan la hipótesis de un contacto inteligente y apuntan hacia un fenómeno de origen natural. Este esfuerzo se enmarca en un contexto más amplio donde algo muy raro está pasando en el universo, con numerosos fenómenos que desafían nuestra comprensión actual.
De hecho, una de las primeras conclusiones de la investigación es la de descartar las explicaciones más mundanas. El análisis confirma que la señal no fue producto de una interferencia de radio terrestre ni provino de ningún satélite cercano que orbitara la Tierra en aquel momento, una conclusión que confirman desde IFLscience tras revisar los archivos. Esta confirmación refuerza el carácter extraordinario del suceso, obligando a buscar la causa mucho más lejos en el cosmos.
El posible origen astrofísico de la señal
Asimismo, la investigación revela un dato de enorme relevancia: la intensidad de la señal fue considerablemente mayor de lo que se había estimado. Los nuevos cálculos apuntan a que alcanzó los 250 Janskys, una potencia cuatro veces superior a la que se le atribuía hasta la fecha. Este ajuste convierte al fenómeno en un evento aún más potente y particular, lo que complica su encaje con muchas de las teorías que se barajaban y lo sitúa como una explosión de energía descomunal.
Por otro lado, el análisis ha sacado a la luz la existencia de dos señales similares, aunque mucho más débiles, que han sido bautizadas como Wow2 y Wow3. El hallazgo clave es que estas emisiones, detectadas en la misma región del espacio, parecen estar asociadas a nubes frías de hidrógeno. Este descubrimiento ha dado pie a una nueva hipótesis que podría explicar el misterio sin necesidad de recurrir a inteligencias alienígenas. Esta conexión con el hidrógeno es particularmente intrigante, ya que se suma al misterio de otras nubes "imposibles" en la Vía Láctea que también desconciertan a los científicos.
En este sentido, la teoría más plausible que manejan ahora los astrónomos propone que la señal «Wow!», no fue un mensaje deliberado. Por el contrario, pudo tratarse de un destello natural provocado por una fuente de radiación muy intensa, como un magnetar (un tipo de estrella de neutrones con un campo magnético extremo), al interactuar con una densa nube de hidrógeno. Esta colisión cósmica habría generado la breve pero potentísima ráfaga de radio captada en 1977. Este tipo de evento se suma a otras enigmáticas y extrañas emisiones de gas detectadas en galaxias cercanas, reforzando la idea de que el cosmos está lleno de fenómenos naturales tan potentes como misteriosos.
En definitiva, aunque el estudio no cierra por completo el caso, sí ofrece una explicación astrofísica coherente y natural para un evento que ha alimentado la imaginación durante casi cincuenta años. Si bien no se puede descartar al cien por cien un origen artificial, el análisis de estos datos permite a los científicos refinar sus métodos de búsqueda y comprender mejor los fenómenos cósmicos. El enigma de la señal «Wow!», persiste, pero ahora la ciencia cuenta con un nuevo sospechoso de origen astrofísico.
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