
Cambio climático
Por primera vez un bosque pasa de absorber CO2 a generarlo
Está ocurriendo en Australia, pero la Amazonía y los bosques de África Central y el Sudeste Asiático enfrentan presiones similares.

Durante milenios los bosques tropicales han trabajado sin descanso, limpiando nuestro aire y suavizando el calor de un planeta que se recalienta. Es uno de los mayores aliados de la humanidad en la lucha contra el cambio climático. Pero ahora, ese gigante está haciendo algo que nunca había hecho: no solo está dejando de limpiar el aire, sino que ha comenzado a devolver a la atmósfera el carbono que llevaba décadas almacenando.
Por primera vez, un estudio científico ha documentado este cambio. Es como si el sistema de filtrado de un coche empezara a liberar toxinas por la ventilación: una señal de alarma que debemos escuchar y resolver.
Hasta ahora, la ciencia nos decía que los bosques tropicales eran “sumideros de carbono”. Es decir, absorbían más dióxido de carbono (CO₂) del que liberaban, gracias al crecimiento de los árboles, sus troncos y ramas (lo que los científicos llaman “biomasa leñosa”). Actuaban como esponjas gigantes, secuestrando una parte crucial de las emisiones que producimos al quemar combustibles fósiles.
Sin embargo, el nuevo estudio publicado en Nature, revela que la biomasa leñosa de estos bosques australianos se ha convertido en una fuente neta de CO₂. En términos simples: estos bosques ahora están añadiendo más carbono a la atmósfera del que están quitando.
La causa no es la tala, aunque ayuda. El responsable tiene un nombre: cambio climático inducido por el ser humano. Los árboles y con ellos los bosques, están siendo sometidos a un estrés fisiológico insoportable, impulsado por tres factores clave.
El primero de ellos es el aumento de temperaturas, que están superando el umbral que pueden soportar. Cuando hace demasiado calor, el proceso de fotosíntesis se ralentiza, mientras que su “respiración” se acelera.
El segundo motivo es el aumento de la sequedad en el aire, que extrae con más fuerza la humedad de las hojas. Para no deshidratarse, los árboles cierran sus poros. Pero esta estrategia de supervivencia tiene un coste terrible: al cerrar los poros, tampoco pueden absorber CO₂. Mueren, literalmente, de sed y de hambre al mismo tiempo.
Y, finalmente, las sequías son cada vez más largas e intensas y sin agua en el suelo, el colapso es inevitable. Este cóctel de extremos climáticos está provocando un aumento drástico en la mortalidad de los árboles. Y un árbol muerto no solo deja de absorber carbono, sino que, al descomponerse, libera todo el carbono que había almacenado a lo largo de su vida.
Durante años, existía una esperanza: la "fertilización por CO₂". La teoría era que, al haber más dióxido de carbono en el aire, las plantas lo absorberían más fácilmente y crecerían más, compensando parte del daño.
Este estudio demuestra que esta esperanza se está desvaneciendo. El estrés climático es tan feroz que anula por completo cualquier beneficio del CO₂ extra. Las pérdidas por árboles muertos son tan grandes que ningún crecimiento adicional puede compensarlas. La naturaleza ya no puede seguir el ritmo de nuestra contaminación.
El problema es que Australia no es Las Vegas… Lo que ocurre en Australia no se queda en Australia. Es un sistema de alerta temprana para el planeta. Si estos bosques dejan de cumplir su función, significa que el cambio climático podría ser más rápido y severo de lo previsto.
Es un círculo vicioso: se crea un bucle de retroalimentación aterrador: nosotros emitimos CO₂, el clima se calienta, luego los bosques se estresan y liberan su CO₂ almacenado, hay más CO₂ en la atmósfera y las temperaturas aumentan. Es una espiral del que será muy difícil salir.
“Dependemos de los bosques más de lo que la mayoría de la gente cree – explica Hannah Carle, autora principal del estudio -. Lamentablemente, el aumento asociado de las pérdidas de carbono a la atmósfera no se ha visto compensado por un mayor crecimiento de los árboles”.
Este estudio no es una condena, es un diagnóstico. Nos está diciendo que no podemos confiar en que la naturaleza solucionará el problema del carbono por nosotros. El "plan B" de la naturaleza se está agotando.
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