
Espacio
El telescopio James Webb detecta posibles huellas químicas de vida en el exoplaneta K2-18 b
El exoplaneta K2-18 b se acaba de convertir en la mejor apuesta para encontrar vida extraterrestre

Es posible que dentro de poco todo esto caiga en el olvido, como ha ocurrido tantas otras veces en la historia de la búsqueda de vida extraterrestre. Sin embargo, hoy la comunidad de astrobiólogos están de celebración. A 124 años luz de aquí, los científicos han dado con un planeta ocho veces mayor que la Tierra que podría albergar vida. De hecho, se acaba de convertir en uno de nuestros mejores candidatos para encontrar formas de vida fuera de la Tierra. Potenciales vecinos a, tan solo, unos 1.174.040.000.000.000.000 kilómetros de aquí. Una distancia que, comparada con las escalas de nuestra galaxia, no es tan enorme.
El nombre del planeta K2-18 b, una combinación de números y letras poco evocadora que, sin duda, se transformará en algo más icónico en caso de que acabemos confirmando que está habitado. Por ahora solo podemos sostener hipótesis y, por qué no, cultivar un poco la esperanza. Y es que, el telescopio espacial James Webb, acaba de encontrar en K2-18 b moléculas que podrían indicar la presencia de vida, concretamente: dimetil sulfuro (DMS) y el dimetil disulfuro (DMDS). Dos sustancias que, aquí en la Tierra, las encontramos como productos de la actividad de los seres vivos. ¿Significa esto que hay vida generándolas en K2-18 b? Probablemente no, pero es científicamente posible que sí.
Conociendo K2-18 b
El contexto suele ser importante y, en este caso, aparte de las moléculas en cuestión, K2-18 b resulta ser un planeta cubierto de agua, un mundo océano en el que apenas hay tierra emergiendo sobre sus mares. Una peculiaridad que lo convierte en un candidato interesante para la aparición de formas de vida. La realidad es que no conocemos mejor disolvente polar en toda la química conocida e imaginable y, por lo tanto, mejor sustancia en la que puedan tener lugar las reacciones químicas necesarias para la vida. La importancia del agua va más allá del chovinismo terrestre que podamos arrastrar.
Otra buena noticia es que K2-18 b orbita a la distancia adecuada en torno a su estrella, calentándose lo justo para permitir que esta agua se encuentre en forma líquida. Una cuestión que lejos de ser trivial supone uno de los primeros criterios para analizar la habitabilidad de un exoplaneta. Lo cierto es que K2-18 b está mucho más cerca de su estrella que nosotros del Sol, pero se compensa con que, la suya, es mucho menos intensa, una enana roja que, en resumidas cuentas, es más fría y pequeña que nuestro astro Rey. Buenas noticias que, en realidad, todavía falta confirmar, porque según otros investigadores, esos supuestos océanos podrían ser magma o la densa atmósfera de un gigante gaseoso. Pero entonces… ¿podemos estar seguros de algo?
¿Cómo podemos saberlo?
Lo cierto es que a 124 años luz no podemos tener demasiadas certezas. Para ser estrictos, los científicos no han encontrado agua, ni DMS, ni DMDS. Lo que han encontrado son datos que cabría esperar si hubiera todas esas sustancias. De hecho, sospechan desde 2022 que también hay dióxido de carbono y metano, gases que también cabría esperar en presencia de vida. En cualquier caso, para detectar el DMS y el DMDS han empleado una técnica conocida como “Espectroscopía de tránsito”.
Simplificándolo mucho, cuando un exoplaneta pasa entre su estrella y nosotros, la luz que lo atraviesa interactúa con las sustancias de su atmósfera, que dejan su huella en ella. Al captar esa luz, podemos analizar esas huellas, un patrón de líneas a partir del cual podemos deducir con qué sustancias ha interactuado y, por lo tanto, parte de la composición atmosférica del exoplaneta en cuestión. Concretamente, los expertos han empleado el MIRI (Mid-Infrared Instrument) del telescopio espacial James Webb. Un instrumento especialmente diseñado para detectar componentes orgánicos volátiles como el DMS y DMDS.
Dos problemas
Evidentemente, el proceso es más complejo e implican el diseño de simulaciones digitales de posibles atmósferas hasta dar con una que encaje con los datos analizados. En resumidas cuentas: puede que en K2-18 b no haya ni DMS, ni DMDS, ni agua, pero ahora mismo no tenemos una mejor forma de explicar los datos recogidos. Ahora bien, imaginemos que, efectivamente, hay DMS y DMDS en K2-18 b. Aunque en la Tierra sean el producto de la actividad de determinadas formas de vida, cabe la posibilidad de que en K2-18 b no sea así. Podría haber otros procesos atmosféricos o geológicos implicados que todavía no conocemos.
Sin duda, K2-18 b seguirá bajo los focos de los expertos en astrobiología y cabe la posibilidad de que nos dé más sorpresas a lo largo de los próximos años. Mientras tanto, puede que efectivamente esté cubierto de someros mares templados y que, en ellos, bancos de algo similar al fitoplancton liberen dimetil sulfuro y el dimetil disulfuro en grandes cantidades, inconscientes de que, nosotros, a 124 años luz de allí, estamos poniendo en duda su existencia.
[[H3:QUE NO TE LA CUELEN:
- Es muy pronto para anunciar vida a bombo y platillo. De hecho, si tenemos que hacer una apuesta con la ciencia y el rigor en la mano, lo más cabal es suponer que acabaremos descubriendo que K2-18 b carece de vida. Sin embargo, ahora mismo, con la información que tenemos, la ciencia nos permite soñar y, desde luego, sitúa a K2-18 b como uno de los planetas con más posibilidades de albergar vida de todos los que conocemos.
REFERENCIAS (MLA):
- Madhusudhan, Nikku, et al. New Constraints on DMS and DMDS in the Atmosphere of K2-18b from JWST MIRI. The Astrophysical Journal Letters, vol. 945, no. 2, 2025, pp. L15.
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