Amamantando la vida

El frenillo lingual en lactancia, ¿moda o realidad?

En la madre, puede ser causa de dolor al amamantar, grietas en el pezón o mastitis y afectar a la producción de leche

Una madre amamanta a su bebé
Una madre amamanta a su bebéLa RazónLa Razón

Durante la toma al pecho, el bebé levanta la lengua hacia el paladar, para comprimir la areola-pezón y extraer la leche. En ocasiones algunos bebés, presentan un frenillo lingual corto también llamado anquiloglosia, que hace que la lengua quede más o menos anclada al suelo de la boca. Cuando hablamos de frenillo, nos referimos a una banda vertical de tejido (que tenemos todos debajo de la lengua) que une por su centro la parte inferior de la lengua al suelo de la boca, si este repliegue de tejido es más corto o grueso de lo habitual, la lengua quedará anclada al suelo de la boca, limitando los movimientos de la misma, hacia el paladar o fuera de la boca, y es entonces cuando hablaremos de anquiloglosia.

De modo que, si el bebé amamantado presenta esta anomalía, la lengua sufre una restricción de movimientos, que puede plantearle algunas dificultades para extraer la leche de forma adecuada.

Los lactantes con anquiloglosia pueden presentar dificultad para agarrarse al pezón y/o mantenerlo correctamente en su boca al amamantar, digo «puede», porque, el instinto natural tal vez llegue a compensar esta dificultad desarrollando otras técnicas para exprimir la glándula mamaria y no comprometer la lactancia.

No obstante, la lactancia materna es cosa de dos, y la presencia de una anquiloglosia puede afectar tanto a la madre como al bebé. En la madre, puede ser causa de dolor al amamantar, grietas en el pezón o mastitis, incluso la producción de leche puede verse afectada, y repercutir en el desarrollo del lactante, aumentando la ansiedad en la madre, y ser la causa de un destete no deseado.

Con toda esta amalgama de problemas frivolizar es un error, siendo frecuente que se les diga a las madres que esto de los frenillos es una moda actual. Con ello, lo único que estamos haciendo es minimizar la frustración que experimenta la diada madre-bebé, y no ayudamos de forma objetiva a abordar el problema.

En mi opinión, lo que afortunadamente está de moda es que cada vez más madres desean amamantar. Por lo que, si las tasas de lactancia han aumentado, es normal, que también lo haga el número de mujeres que presenten alguna dificultad al intentarlo, lo cual, no ha ido en correlación con el número de profesionales formados en lactancia para poder ayudar a estas madres.

Lamentablemente, hay un profundo y doloroso desconocimiento entre los profesionales sobre este tema, especialmente a la hora de saber valorar los frenillos tipo 3 y 4, que son los que pueden resultar más difíciles de observar a simple vista. Las madres con este tipo de frenillos, desesperadas, realizan un peregrinaje, pasando por el pediatra, matrona, enfermeras pediátricas, que gran parte de las veces, dan un diagnóstico, sin observar una toma al pecho, ni valorar el aspecto y la movilidad de la lengua.

Una lengua que, aunque presente un aspecto normal, el grosor y la fibrosidad de este tipo de frenillos, oculto bajo una capa de tejido mucoso, impide elevarla hasta tocar el paladar.

El problema

El desconocimiento de todo ello, hace que algunos profesionales se enquisten en el diagnóstico de la «moda del frenillo», y continúen perpetuando mitos, que hacen que muchas madres se sientan culpables por no producir leche suficiente o por tener pezones pequeños o que se yo la cantidad de excusas que las madres llegan a oír para justificar su problema de lactancia.

Durante años hemos sufrido un decaimiento del desinterés por el análisis de los frenillos, que con anterioridad a la inclusión de las leches de fórmula, los pediatras y matronas los cortaban en el paritorio.

La alimentación con biberón, hizo que los frenillos dejaran de ser un problema para la alimentación del lactante, porque las tetinas del biberón son mucho más grandes y largas, y no presentan dificultades ni se quejan. Con ello, se fue propiciando el decaimiento del interés por el análisis del frenillo.

La promoción de la lactancia materna en los últimos años ha hecho que el tema adquiera nuevamente importancia. Por esta razón, los profesionales que nos hemos formado en lactancia estamos viendo muchos frenillos, consecuencia del boca a boca que generan los grupos de apoyo a la lactancia, que recomiendan a las madres con problemas de lactancia, el que sean valoradas por alguien que sepa del tema.

No somos iluminados, sino personas que nos hemos preocupado en formarnos y conocemos que, la presencia de determinados signos y síntomas nos pueden hacer sospechar la presencia de una anquiloglosia.

Tenemos conocimiento de que, para su diagnóstico es necesario la exploración detallada de la boca del bebé, evaluar el grado de movilidad de la lengua, valorar el estado de la mama tras la toma y la técnica de lactancia.

Valorar, lo primero

Por lo tanto, sabemos valorar que problemas produce, y hasta qué punto estos son producidos por el frenillo, porque en el caso de que este no afecte a la lactancia, sabemos que no hay que prestarle más atención. Somos conscientes que, no siempre que existen problemas durante la lactancia, se trata de una anquiloglosia, pero tampoco la descartamos sin valorarlo.

Con frecuencia, nos encontrarnos con madres lactantes que acuden a consulta porque les han dicho que su bebé puede presentar una anquiloglosia, simplemente porque este se enfada y protesta al pecho, estira del pezón, lo muerde, lo coge y lo suelta o el bebé presenta una ampolla en el labio superior o mientras mama se le oye el típico chasquido de la lengua, incluso porque simplemente cuando el lactante llora, se observa que la lengua queda plana en la base de la boca.

Son estos casos, los que ponen la fama a la moda de los frenillos, situaciones o problemas, que en su gran mayoría, no son debidas a una anquiloglosia, sino a un agarre incorrecto, que impide que el pezón y parte de la areola entren lo suficiente o de forma adecuada en la boca del bebé, y hacen que el lactante utilice la mandíbula o los labios para afianzar y mantener el pecho en la boca, y en consecuencia, la madre presenta dolor, grietas o hace que el bebé se enfade, pelee con el pecho, porque no obtiene leche suficiente y como resultado, puede que no gane peso, incluso, al no extraerse la leche correctamente, el pecho se ingurgita, pudiendo dar lugar a una mastitis, etcétera.

Por lo que, les pediría a los profesionales en contacto con la diada madre-lactante, que abordaran este problema de forma analítica, y que sino pueden ayudar, deriven a la madre a la consulta de un profesional formado en lactancia materna, que pueda realizar una valoración de lo que está sucediendo, antes de decirle a la madre, que con el tiempo todo se arreglara y mientras tanto suplemente la lactancia con leche de fórmula.

Puedes enviar tus consultas a:

consultalactancia@larazon.es