Gastronomía
Buñuelos, churros y chocolate, la dulce trilogía soñada
Es el momento idóneo para descubrir la ubicuidad de tres personalidades dulces, distintas, que operan en goloso monopolio durante la semana fallera
Los churros y los buñuelos, dos enemigos acérrimos, dos antagonistas con personalidades impredecibles y separación de bienes gustativos con permiso de la balsa de aceite caliente que comparten, están dispuestos a protagonizar miles de encuentros durante la semana fallera con un presente cualitativo, salvo algunas excepciones con dulce intriga incluida. Una sucesión de complicidades gustativas nos llevará a conocer la sociedad limitada que forman los buñuelos y los churros bajo la presencia de un mar de chocolates, una dulce trilogía. La coartada es perfecta.
La pareja se dará el «sí, quiero» hasta el próximo 20 de marzo, según han desvelado fuentes municipales, la exclusiva de la boda ya está vendida en más 250 puestos ambulantes que con mayor o menor fortuna generarán querencias.
El buñuelo se exhibe, sin olvidar la histórica y necesaria rivalidad con los universales churros que madrugan e iluminan una mañana diáfana con la recuperación del espíritu miliciano goloso que trae la fiesta. El viaje a través de las chocolaterías supone vivir una variada alquimia de (re)encuentros. Los buñuelos y churros tienen un efecto amnésico que resplandecerá cuando la jornada llegue a su fin. Recordaremos los buñuelos que abanderaron una madrugada de fallas mientras el olvido perdurará en aquellos churros que pasaron de puntillas durante la noche. Las experiencias anteriores desaconsejarán afrontar otro encuentro directo con los buñuelos y churros aceitosos. Una ruta llena de interrogantes se encargará de dictar sentencia después del primer recorrido que será suficiente, para constatar la excelsa calidad de algunos, la inercia de otros y el quiero y (no) puedo de varios.
Mientras algunos buscan las particulares versiones de churros, otros se decantan por los kioscos de buñuelos que conocen sobradamente y no necesitan presentación. Sobran razones. Los buñuelos, con nombre propio, con los que tenemos una relación intermitente, llegan siempre sincronizados con Las Fallas, pura simbiosis, de manera casi perpetua, para deslumbrar a miles de paladares. Nos rendimos a la evidencia. El viaje por el centro de la ciudad va dirigido a acompasar los impulsos acunados de los buñuelos caseros. Pocas son los que pueden presentar las credenciales de superar el paso del tiempo. Buñolería El Contraste (San Valero, 12). Todo gira en torno a los buñuelos que sobreviven al pasado. No serán todos los que son pero son todos los que están.Horchatería Fabián (Ciscar, 5), Santa Catalina (Plaza Santa Catalina, 6) y Horchatería El Collado (Plaza doctor Collado. 13), frente al horizonte cotidiano de los buñuelos del «carrer», la calidad de los establecimientos clásicos se desborda hasta alcanzar un registro cualitativo de referencia.
Todas las docenas de churros y buñuelos tendrán un matiz de sabores que explicarán el orden de las filias y las fobias. Solo un consejo, moderen la ingesta fría del producto para evitar sabores con efectos retroactivos y el desahucio gustativo sufrido en otras fallas pretéritas. Intenten redimir viejas historias.
Vigilen la trayectoria vital de la masa de los buñuelos que van a comer y observen el baño en la honda sartén de cada docena demandada, sin perder la referencia del swing de la «macro espumadera» favorita. Huyan de las reencarnaciones aceitosas, aparcadas sin continuidad, y busquen con detenimiento las docenas salidas en directo de la sartén en plena hora punta.
Seguro que se escuchará el eco gustativo, «¡Umm!, qué buenos, están todavía mejor que los que probamos ayer», incluso no faltará quién se ponga de los nervios al correr hacia la churrería favorita en busca de más provisiones, una vez que ha sido consumida la primera docena. Hay churros y buñuelos que habitan su propio mundo y cuyo sabor es una dulce postal enviada con voluntad planeada que nos permitirá descubrir filones golosos bajo un torrente de colas.
Los buñuelos, los churros y el chocolate son el preludio y el epílogo de las jornadas falleras. Sabor dulce a tres bandas, una vertical golosa sin límite. La semana fallera es el momento idóneo para descubrir la ubicuidad de tres personalidades dulces, distintas, que operan en goloso monopolio.
Los puestos ambulantes que forman una red de servicio 24 horas, de dulce reportaje, donde los paladares laten desbocados sin área de descanso favorita, despacharán miles de litros del crudo líquido de cacao sinfín. Encuentren el más cercano a su posición, pero tengan claro que no todos son iguales. Las buenas decisiones surgen de las buenas intenciones.
Los buñuelos y churros: dorados, crujientes, sin sospechosa presencia de aceite en su masa, nos mueven, nos entretienen y les decimos contentos hasta la madrugada que viene. A la espera del goloso desenlace cotidiano en Fallas nos despedimos. Buñuelos, churros y chocolate, la dulce trilogía soñada.
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