
Política
Carlos Mazón reconoce sus errores, pide disculpas y dimite: lea el discurso íntegro de su comparecencia
El presidente de la Generalitat Valenciana ha comparecido para pedir disculpas por sus errores, ha criticado la campaña del Gobierno y la falta de ayudas y ha anunciado su dimisión

Este es el discurso íntegro de la comparecencia en el que el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, ha reconocido errores propios en la gestión de las primeras horas de la dana, en la que ha criticado la campaña política del Gobierno contra su ejecutivo por intereses partidistas, la falta de ayudas del Gobierno central durante estos 12 meses durante la tragedia y en la que finalmente ha anunciado su dimisión:
"Buenos días a todos y a todas. Muchas gracias por venir a esta comparecencia. Después de haber hablado con Su Majestad el Rey esta misma mañana para agradecerle siempre su apoyo y su fuerza, a él y a Su Majestad la Reina, con la Comunitat Valenciana especialmente durante este año. Pero la verdad es que desde siempre nos ha apoyado. Quiero empezar agradeciéndole, por supuesto a Su Majestad, su lealtad, su grandeza y apoyo a la Comunitat Valenciana en todo momento.
Y paso trasladarles la comparecencia que tenía prevista. Así que, buenos días de nuevo. Buenos días a todos y gracias por acudir a esta comparecencia especial, anunciada y meditada. Cumplido el primer aniversario de nuestra peor tragedia como pueblo, he decidido por primera vez en 12 meses hacer un balance más personal.
Siempre he mantenido el mismo criterio ante una situación tan grave como la que hemos afrontado. Hablar de mi situación personal o de mi futuro político me parecía una frivolidad. Ese desgaste lo asumí desde el principio. La riada que destruyó material y anímicamente a la provincia de Valencia y a la Comunitat Valenciana fue un tsunami inimaginable, de unas proporciones que aún no somos capaces ni de visualizar. Un territorio equivalente a todas las Islas Baleares destrozado completamente por el desbordamiento de un barranco mortal, por el récord histórico de lluvias en España y por una revolución meteorológica sin precedentes en nuestra historia.
Esta tierra está acostumbrada a las gotas frías de cada año, como las dos alertas rojas que llevamos este otoño, pero no a la furia de la naturaleza que vivimos el 29 de octubre del 2024.
Durante este año, desde la Generalitat Valenciana hemos hecho todo, absolutamente todo, lo humanamente posible para la recuperación de las condiciones básicas de normalidad. Reitero hoy, una vez más, que jamás un gobierno autonómico ha abordado un reto remotamente parecido. Las dimensiones materiales, anímicas y psicológicas de la riada no necesitan ser recordadas. El sublime impacto en número de hectáreas, viviendas, vehículos, cosechas, centros públicos y privados, infraestructuras de todo tipo y sobre todo en salud mental y personal, nos obligó al mayor esfuerzo imaginable.
Colegios, centros de salud y hospitalarios, tranvía, metro, puentes, pasarelas, carreteras, lodos, enseres, vehículos de todo tipo y hasta la albufera de Valencia. En tiempo récord, son retos superados o en proceso de finalización. ¡Qué pronto se dice y qué pronto se ha hecho!
Cuando empezamos a reconstruir la provincia calculamos que íbamos a tardar más de tres años en reparar lo que hemos conseguido hacer en meses. Todo este despliegue lo estamos haciendo solos, sin una sola aportación a fondo perdido del Gobierno, con la mera insultante e increíble única autorización para endeudarnos aún más. Más deuda para los peor financiados y los más abandonados, negándonos incluso el FLA extraordinario.
La falta de ayuda en las dramáticas primeras horas fue clamorosa y sigue siendo hoy igual de clamorosa. Queríamos ayuda, la pedimos y jamás la recibimos. Pero el daño que se ha producido no es solo material. Es sobre todo emocional. El primero y más importante, por el recuerdo de las 229 personas que perdieron su vida. El dolor es inimaginable no solo para las familias, sino también para todo el pueblo valenciano y español que aquellos días se volcó en sacar lo mejor de sí mismo para ayudar en un escenario apocalíptico. Las imágenes de solidaridad de aquellos días son el mayor rayo de esperanza de estos últimos 12 meses. Las heridas materiales se están curando.
El vicepresidente Gan Pampols vino con el encargo de diseñar un plan que permitiera que lo que sucedió el año pasado no pueda volver a ocurrir. Todo el Consell. Todos se han volcado en reconstruir Valencia. Cada uno de ellos en el ámbito de sus competencias. Y lo han hecho de una manera ejemplar. Es verdad que hay cosas que quedan por hacer, algunas escandalosas, como las obras del Barranco del Pollo, que el Gobierno de España se niega a ejecutar igual que se negó a hacerlas incluso cuando ya estaban presupuestadas.
Pero hoy no he venido aquí para hablar de la recuperación material. He venido a hablar de las secuelas emocionales de la riada, especialmente de las de las víctimas, pero también de las del resto de la sociedad valenciana. Como decía al principio de esta comparecencia, hoy es el primer día, como excepción, que haré referencia a mi persona. Tras estos días de recordatorio y aniversario duros, profundos, desgarradores. Y, por qué no decirlo, crispados y en ocasiones crueles.
Quiero compartir la reflexión que llevo haciendo desde la riada. Y es momento de reconocer los errores propios, aquellos que me sitúan en el centro de la crítica política como máximo responsable de la Generalitat Valenciana en el peor día de nuestra historia y en los inmediatamente posteriores. Me gustaría enunciarlos expresamente. Permitir que se generaran toda clase de bulos, muy dolorosos, por no dar explicaciones a tiempo. No pedimos la declaración de emergencia nacional porque, según el propio Gobierno no iba a traer más efectivos ni iba a hacer que llegaran antes. La realidad es que los días posteriores descubrimos que nos quisieron dejar solos por estrategia política. El presidente de mi partido me lo aconsejó y tenía razón.
Mi ingenuidad manifiesta de creer que por recibir de forma amable al gobierno los primeros días la ayuda se iba a acelerar. Y sobre todo, mantener la agenda de ese día. Es cierto que con los datos de mediodía con la Confederación Hidrográfica del Júcar, certificando que el barranco del Pollo estaba seco y el Júcar podía absorber el agua de un magro en tendencia descendente con el temporal yéndose a Cuenca a las seis de la tarde, según la AEMET, sin una gota de agua en Paiporta o Catarroja era inimaginable que unas pocas horas después el Pollo pasara de estar seco a ser una trampa mortal.
Pero también es verdad que en la otra punta de la provincia y sin relación con el Pollo, a mediodía, el temporal se centraba en Utiel y yo debí haber tenido la visión política de cancelar mi agenda y desplazarme hacia allí. Con ello cometí otro error, permitir que se instalara en el imaginario social la idea de un presidente ajeno a la emergencia durante aquella fatídica tarde. Sin olvidar que, como ha quedado acreditado la información clave de esa misma tarde, que fue el desbordamiento mortal del Barranco del Pollo, nunca la supimos.
Sé que cometí errores, los reconozco y voy a vivir con ellos toda mi vida. He pedido perdón y hoy lo vuelvo a repetir. Pero ninguno de ellos fue por cálculo político o por mala fe. No sabíamos que el Barranco del Pollo se desbordaba. No supimos que había fallecidos hasta la madrugada del 30. Ni que la tragedia pudiera tener esa magnitud. Desde la misma mañana del día 30 nos hicimos cargo de un trabajo ingente e inimaginable. Prácticamente solos. Y seguro que hubo cosas que debieron funcionar mejor, pero jamás escatimamos en recursos, en esfuerzo y en trabajo incansable ante una devastación inimaginable.
Más allá de estos errores que reconozco sin ambages, también es cierto que ha habido una campaña brutal en la que algunos han intentado convertir en deporte nacional, en llamarme asesino. Para ello no han escatimado ni en mentiras ni en presupuesto. Han llegado a decir que aquella tarde estuve de cumpleaños con políticos o ex políticos, incomunicado, con el móvil apagado, diseñando el urbanismo depredador y, por supuesto, el repugnante ataque machista que ni siquiera voy a mencionar. Todo ello mientras a la vez los mismos afirmaban sin ningún género de dudas, que yo estaba interfiriendo o retrasando la alerta. Y todo ello para tener una excusa para tapar los tremendos fallos que tuvieron aquella tarde las agencias del Gobierno y para de nuevo, ofrecer la peor cara de un ADN ya conocido en la izquierda. Aprovechar la muerte y la tragedia para hacer política.
Mientras unos utilizan la desgracia como excusa, yo no voy a poner ninguna. La realidad es que hoy soy foco de crítica, ruido, odio y crispación. Quizá sea ese el gran escollo que quede por superar, un escollo que se produce en paralelo al renacer que está viviendo Valencia, con una recuperación que en todo lo que tiene que ver con la Generalitat, avanza a paso firme a pesar del dolor y los numerosos obstáculos.
Hace un año trasladé a la sociedad valenciana que me comprometía a garantizar la reconstrucción. Desde entonces he salido de todos los cálculos políticos personales, porque sé que mi vida personal y política cambió el 29 de octubre para siempre. Nunca he sido ajeno al estado de ánimo de la opinión pública, pero he intentado batallar para que se conociera la realidad de muchas cosas que sucedieron el día 29 en la gestión de la emergencia y que explican la magnitud de la tragedia y sus verdaderas causas.
Hace meses parecía imposible que alguien creyera muchos de los argumentos que hemos defendido desde el principio, que la Confederación Hidrográfica del Júcar no avisó del desbordamiento del barranco, que la AEMET dijo que a las seis de la tarde que el temporal se iba a Cuenca, que nadie había previsto la magnitud de las lluvias, que los medidores no funcionaban o que las obras habrían evitado la tragedia.
A día de hoy todo esto se ha podido demostrar, pero sé que el ruido que hay alrededor de mi persona es la excusa perfecta para ocultar la asunción de responsabilidades del Gobierno, tanto en la información errónea que trasladaron el 29 de octubre como en el retraso de la ayuda en los días posteriores, como en la pésima labor de reconstrucción que están llevando a cabo.
Yo, sin embargo, no voy a llamarles asesinos por errar en sus predicciones. Estos meses han sido durísimos y no quiero ni por un segundo que me malinterpreten. Las víctimas tienen todo el derecho a expresarse como consideren. Siempre he puesto por delante de absolutamente todo la responsabilidad y el compromiso de la recuperación de mi tierra contra viento y marea. Liderar ese trabajo bien encauzado ya requiere de una fuerza especial que ni yo ni mi familia tenemos. Ya no.
Y como lo primero es la misión que este pueblo sigue teniendo por delante, debe tener el impulso que merece alguien que con la mayoría que claramente votaron los valencianos, complete y consolide este nuevo tiempo que necesita la Generalitat. Que demuestre que el Gobierno ya no tiene excusas para poder seguir arrastrando los pies, que ya no haya campaña de odio ni señalamiento contra nadie que justifique abandonar y despreciar a toda una tierra.
Me dirijo, por tanto, también en este momento a esa mayoría parlamentaria viva, vigente y en marcha, la que ha acabado con el impuesto de sucesiones y muchos otros con la imposición Hospitales, colegios, tranvías. La que ha traído la gratuidad educativa total de 0 a 3 años, la que declara la guerra a la burocracia, reclama el agua que nos merecemos, protege nuestra agricultura con sentido común y, en definitiva, defiende la libertad. Es la mayoría que está liderando la reconstrucción y no podemos permitir que nadie la pare. Apelo a la responsabilidad de esa mayoría para elegir nuevo presidente de la Generalitat.
Les puedo asegurar que por voluntad personal habría dimitido hace tiempo. Ha habido momentos insoportables para mí, pero sobre todo para mi familia. Creía de corazón que me sería más fácil demostrar desde esta atalaya lo que ocurrió en la gestión de la emergencia. La información de la que no dispusimos, las ayudas que no llegaron y, sobre todo, que podría ayudar a levantar esta tierra después de la devastación. Pero ya no puedo más.
Sé que el futuro presidente será capaz de continuar con la reconstrucción y quizá precisamente mi marcha haga que se enfoque esta tragedia con la objetividad que requiere. Solo quiero pedirles una última reflexión. El Gobierno de España, con su presidente a la cabeza, ha negado herramientas en la reconstrucción solo para dañarnos políticamente. Ha querido usar a las víctimas como ariete y ni pidiendo ayuda o recursos nos lo dieron ni siquiera en los días posteriores a la tragedia, cuando los necesitábamos con urgencia.
Espero que cuando baje un poco el ruido, la sociedad pueda distinguir entre un hombre que se ha equivocado y una mala persona. Pero ahora toca afrontar el futuro con la esperanza y la fortaleza. Fortaleza que la Comunitat Valenciana está demostrando cada día. Ha sido un honor servir a mi tierra como president de la Generalitat. Muchas gracias a todos los que me han ayudado a hacerlo realidad. Muchas gracias y buen día para todos".
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