
Fallas 2025
Las fallas llegan para hacer barrio a la nueva Valencia
La Falla Suissa-Alquería del Favero nace en la zona nueva de La Punta y une a vecinos multiculturales que ya son amigos

En una plaza enorme y rodeada de algunos edificios que no cumplen ni los diez años se eleva una carpa fallera. Parece una rara avis entre aceras anchas y rascacielos frente al puente que cruza el río Turia para llevar al extinto circuito de Fórmula 1.
Como aquel trazado, el PAI de Moreras ubicado en el barrio de La Punta junto a Nazaret fue durante una década más un esqueleto de la burbuja inmobiliaria. Ahora, cinco años después de que tras la pandemia se aceleraran las construcciones de vivienda nueva, el PAI ya se va pareciendo a un barrio común en Valencia.
El PAI de Moreras cuenta ahora con una comisión fallera: la Falla Suissa-Alquería del Favero, más popularmente conocida como «Moreres». Crear una falla desde cero es «valiente e inconsciente», ríe Jose Santos, primer presidente de la comisión.
Una voluntad familiar
La creación de esta falla no se entiende sin la propia historia familiar de este policía local y un trozo de tela de fallera que llevaba diez años guardada en un cajón. En mayo de 2014, su mujer acababa de dar a luz a Javier, el primer hijo del matrimonio, y decidió comprarse una tela para poder ponerse al año siguiente. Ella quería hacerse el traje de fallera cuanto antes, pero el indumentarista le convenció a esperarse después de verano, pero entonces se quedó embarazada de nuevo de su hija Prados y de la rabia, decidieron desapuntarse de su comisión. La tela se quedó guardada en un cajón, hasta que la pequeña Prados se puso a hablar, la familia se mudó a la nueva zona de Valencia y resurgió el espíritu fallero.
«Mi hija tiene ahora nueve años y desde que tiene uso de razón está achicharrándome con que quiere ser fallera», dice. Jose pensó en crear una falla nueva para su hija, pero su mujer le dijo que «no, imposible».
Un año después, se le acercó una vecina a ella preguntando por si su marido quería seguir haciendo una falla porque habían varios vecinos interesados y ya no pudo decir que no. «Empezamos ocho alocados en un bar, yo no les conocía de nada», asegura Santos, ya con el polar fallero.
Unos trámites costosos
El presidente asegura que al principio habían hasta 180 interesados pero el «90% no habían sido falleros» y no sabían «qué suponía ser fallero». A partir de ahí comenzaron los trámites burocráticos, una «lucha constante» que para él ha sido lo peor.
Tras conseguir que Junta Central Fallera aprobara la falla en junio del año pasado, Santos buscó registrar la asociación para poder tener un CIF y una cuenta donde comenzar a cobrar las cuotas, pero desde la administración le dijeron que tardaría tres meses, con el mes de agosto inhábil.
Llegó a finales de noviembre y todavía no tenía el registro. «Eso fue un hándicap porque no podía cobrar la cuota y sabía que si la pedía de golpe la de seis meses muchos se iban a tirar para atrás», asegura. No le faltaba razón: de los 180 interesados en un inicio se quedaron en menos de la mitad al principio, unos 80, lo que obligó a reducir el presupuesto previsto. «Los ocho fundadores hemos tenido que costear cosas de nuestro bolsillo como los estandartes», por ejemplo.
Las dos fallas, obras de los artistas Paco y David, costaron cinco mil euros, y el propio Santos las tuvo que firmar a título particular antes de tener registrada la asociación para poder llegar a tiempo. El monumento grande compite en la penúltima categoría, la 8ªB con el lema «Plantem per ous», una referencia al esfuerzo de la comisión por nacer con una gallina como figura central y varios «ninots» relacionados con el mundo avícola y la historia de Valencia y la falla.
Aún así, las dificultades no acababan: faltaban representantes. Santos consiguió una fallera mayor, pero en la sección infantil no tenían e hizo a su hijo Javier y su hija Prados el presidente y fallera mayor infantil. Ambos llevarán en sus trajes parte de las telas que su madre compró para ella hace diez años. «Cuando desfilen en la ofrenda voy a necesitar un babero», dice orgulloso su padre.
Una falla que hace barrio
La comisión cuenta con gente de todo tipo: hay falleros de Bélgica, Rumanía, Inglaterra y vecinos que compraron viviendas como segunda residencia y también vecinos que vivían todo el año y buscaban hacer barrio. «Antes había gente que vivía en el décimo y al del noveno no sabía quien era, la falla es un centro donde la gente hace amigos en el barrio», dice Santos.
Tal ha sido el éxito que al final se han apuntado 110 falleros, entre ellos 47 niños, y Santos espera «doblar» el número de cara al año que viene, optimista ante la buena acogida del barrio a la nueva falla. «Desde que hemos plantado la carpa habrán venido unas quince personas que querían apuntarse y les digo que no pueden porque el censo se cerró el 27 de febrero», dice el presidente.
El año que viene tendrán oportunidad porque la Falla Suissa-Alquería del Favero ha llegado para quedarse. Una comisión que busca hacer barrio y traer la tradición a la nueva Valencia, esa multicultural y llena de rascacielos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar