Reconstrucción

La lucha del comercio local por reabrir en la «zona cero» de la dana

Tres meses después de la riada, los propietarios de muchos locales siguen sin poder facturar. «Nos va a costar tres años volver a la normalidad»

Maribel ha tenido que abrir su tienda como ha podido para empezar a facturar y sostener a su familia
Maribel ha tenido que abrir su tienda como ha podido para empezar a facturar y sostener a su familiaD.S.C.

Maribel Alujer ha colgado unos globos de colores en la puerta de su comercio. «Quería darle algo de color», dice la dueña de Dulzia. Casi tres meses después de la dana ha podido levantar la persiana de su comercio, la única tienda de chuches en la zona nueva de Massanassa. A pesar de la decoración, no está de fiesta. «Ojo, reabro, no inauguro, que no estoy para invitar a nada a la gente». Muchos de los comercios de la zona cero de la dana se esfuerzan por reabrir tras casi un trimestre cerrados y sin poder facturar. Tras sacar lodo durante semanas, los pequeños negocios se han tenido que buscar la vida para encontrar mano de obra para volver a dejar como nuevos sus locales y material para poder reabrir.

Con su marido en un ERTE y dos hijos de 10 y 14 años, asegura que «tenía que abrir» cuanto antes, pero el 30 de octubre no lo tuvo claro. «Los primeros días veía que no abría, pero luego pensé: con 50 años, ¿dónde trabajo?». A ello se unían padres e hijos que le paraban y le animaban a reabrir. «Me pedían que abriera, que las golosinas de supermercado no saben igual», ríe.

Dulzia luce ahora un rosa resplandeciente, mismo color que antes de la reforma, aunque hay más espacio que antes de que la dana se llevara por delante el negocio que abrió en 2013. Las chucherías más demandadas están de vueltas, pero en las baldas aún se ven cajas vacías. «No he podido comprar de todo, no he tenido ni tiempo ni dinero», explica la dueña, que prefiere ir poco a poco. «Da una tristeza ver persianas rotas y oír que hay gente que no puede abrir», añade. De los cincuenta socios de la Asociación de Comerciantes y Empresarios de Massanassa han podido reabrir la mitad, asegura Martín González, vicepresidente de la asociación.

Una vez quitaron el lodo, se encontraron con dos problemas: la falta de profesionales y la financiación. «La falta de pagos del consorcio es el cuello de botella y otro problema son los obreros. Estamos tantos peleando por abrir que no hay suficiente mano de obra», explica. El pintor de Alujer se quedó sin coche y hasta el día 26 de diciembre no le arreglaron la persiana, lo que le ha retrasado. Aún así, es afortunada porque no tiene maquinaria y solo ha tenido que comprar nuevos muebles.

González es dueño delRestaurante Lios, en la calle de enfrente de Dulzia, y calcula que aún le faltan dos semanas para poder reabrir. «Un restaurante es un servicio más complejo pero otro tipo de negocios de oficina, que al final lo que repones son mesas, sillas y ya está. Yo llevo electrodomésticos como el lavavajillas, la cortadora de fiambre, el horno, las cámaras de frío…», enumera. En Navidad muchas fábricas pararon, lo que ha ralentizado la entrega de material. «Ahora mismo el problema son los tiempos de entrega de todo: el lavavajillas, el mueble cafetero, la freidora, me faltan cosas», coincide Vicente Paredes, dueño de la Cafetería Sucre, a una calle del negocio de González. El consorcio le ha podido adelantar ya un 40% del dinero, pero asegura que es «una rara avis» entre los comercios de la zona.

Préstamos personales

Paredes ha tenido que pedir un préstamo «con la esperanza de que en algún momento el consorciopague». Por el momento, él tan solo ha ingresado de ayudas los 5.000 euros para autónomos de la Generalitat Valenciana y las impulsadas desde Marina de Empresas del empresario Juan Roig. «Después de 12 años de negocio y de haber acabado tu inversión inicial tenía, digamos, una vida encauzada y tranquila a nivel económico y vuelves a verte tener que levantar un negocio».

El 22 de enero, el Ayuntamiento de Massanassa anunció una ayuda de mil euros para comercios del municipio. «El ayuntamiento se ha portado muy bien: no nos ha cobrado el agua del último trimestre, que te puedes imaginar el dispendio de agua para quitar el lodo y limpiar. Además, a los propietarios de los locales les ha quitado el IBI del último y primer trimestre y la licencia de obras no la está cobrando», explica González.

A todos los gastos se suma lo que han dejado de recaudar tras tres meses con la persiana bajada y la campaña de Navidad de por medio. «A mí me podrán pagar la obra pero lo que yo facturo del 6 de diciembre al 7 de enero no hay seguro que me lo vaya a pagar, en hostelería eso hace casi todo el año», dice el vicepresidente. Aún así, la respuesta de los clientes les insufla de optimismo. «El pueblo me está respondiendo», dice la dueña de Dulzia. «En mi caso yo les digo con que vengáis la mitad de lo que me habéis dicho, tengo lleno hasta agosto», ríe González, algo en lo que coincide el dueño de la cafetería. «Yo miro al futuro con cierto optimismo: soy joven, tengo 41 años y me gusta lo que hago y todo eso suma», pero no esconde los nervios. «Tengo una serie de gastos y no me puedo permitir bajar la facturación, si no me da algo», dice.

El vicepresidente de la asociación cree que será un camino largo: «Cuando reabrimos tras la pandemia hubo un boom, pero al año bajó. En 2024 ya estábamos en números de prepandemia, ahora tardaremos tres años en retomar la marcha normal», calcula.