
DANA
El miedo a que toque la lotería perdida por la DANA
En Massanassa la DANA arrasó con la única administración de lotería y en la Falla Poble han tenido que cambiar sus números con los que juegan todos los años. Ahora, sueñan aunque sea con “un quinto” que les dé “una alegría”

El pasado 29 de octubre, Vicente Martínez Naya avisó a su hermano Juan José de que el agua venía muy fuerte y estaba entrando por su local de seguros, pared con pared con su administración de lotería. Juan José abrió la caja fuerte para guardar los décimos del Sorteo Extraordinario de Navidad y de El Niño que tenía expuestos y ponerlos a resguardo, pero cuando comenzó a recogerlos, el agua reventó la pared que une ambos negocios y se llevó todo por delante. Ambos pudieron salvar la vida agarrados a una verja, pero sus negocios quedaron arrasados y los décimos desaparecieron.
Dos meses después, la única administración de Lotería de Massanassa sigue cerrada. En la persiana rota de la entrada se ruega a los clientes que vayan a la administración de Sedaví a por sus décimos, a excepción de los sorteos de Navidad y el Niño. Juan José no tiene tiempo para hablar: ha estado arriba y abajo intentando dar solución a clientes y asociaciones del pueblo que ya habían comprado lotería navideña.
“Preguntamos primero si se podían duplicar, pero al haber desaparecido no podía ser”, dice Elisabet Tárraga, presidenta de la Falla Poble de Massanassa. Esas series de décimos se invalidaron ante el temor de que acabaran en manos de otros. La administración de lotería ofreció reembolsar el dinero o cambiar el número, y aunque algunas asociaciones y fallas decidieron cancelar, Tárraga optó por seguir.
La lotería es una importante fuente de ingresos para las fallas. “A nosotros nos da unos 6.000 o 7.000 euros de beneficio”, calcula la presidenta, que asegura que es un dinero necesario para reconstruir parte del casal fallero, donde han tenido que quitar la cocina, un escenario y tienen electrodomésticos inservibles.
El problema vino con cómo anunciar el cambio: la falla llevaba vendiendo lotería desde julio para aprovechar las vacaciones de verano, donde muchos falleros se llevan a sus pueblos de vacaciones.
Desde la administración de Lotería no podían emitir nuevas papeletas al seguir cerrados, por lo que Tárraga y el lotero tuvieron que ir ante notario para certificar que las que ya habían con los números anteriores servían para los nuevos. “Tuvimos que contactar a gente y explicarles que no es ese número, sino otro”, explica. En las papeletas de la falla salen los números 78125 y 42987, pero este año ninguno de esos dos serán los suyos. El primero pasa a ser el 97194 y el segundo el 98447.
La falla lo explicó por redes sociales y hasta en anuncios en periódicos locales, sufragando los costes, pero aún así ha dado problemas. “Tu imagínate explicárselo a gente mayor, que el número que tienen en la mano no es el que juegan”, dice. Las papeletas han pasado a conocerse popularmente como “la lotería del barro” y no es un decir: “Yo he visto décimos manchados de barro”, explica Tárraga. “Hemos confirmado que sirven, mientras no estén rotos”.
Desde Massanassa intentaron comprar esos mismos números o intentar anularlo para que no estuviera en el sorteo, pero había otras series ya vendidas en lugares como Madrid y Alcalá de Henares, por lo que fue imposible. Ahora el miedo es que su número de toda la vida pueda ser premiado y no les toque a ellos. “Si eso pasa, nos tiramos de los pelos. Si no estuviesen en el bombo sería un desahogo, pero las administraciones nos dijeron que no los pueden sacar”, explica la presidenta.
Aún así, han vendido “muchísima lotería” y bien sea por superstición o por querer ayudar, las ventas se han disparado. “Un talonario de 150 euros de las clavariesas de Paiporta me duró dos horas, voló”, explica Tárraga, que asegura que la gente tiene la superstición de que como es uno de los pueblos más afectados, puede tocar premio. “La gente se volvió loca, me pedían cuatro o cinco cuando solían comprar una o dos y no tenía para todo el mundo”, ríe.
Ahora, Tárraga también tiene un presentimiento que de la desgracia puede salir una alegría: “Este año tengo esa esperanza, no sé si es que tengo más ilusión”, dice. Si toca, asegura que montarán “un fiestón” y dejarán de mirar con lupa los presupuestos para reconstruir el casal, y asegura que hace falta que les toque el Gordo, se conforman “un quinto aunque sea, para que la gente tenga algo, una alegría”.
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