Mar de Azahar

¿Saturnalia o Navidad?

Por mucho que se empeñen algunos, las Saturnales no eran las navidades de los romanos

La fecha elegida por la iglesia católica para conmemorar el nacimiento de Cristo fue el 25 de diciembre
La fecha elegida por la iglesia católica para conmemorar el nacimiento de Cristo fue el 25 de diciembreLa Razón

No hace demasiado tiempo que alguien a quien yo presuponía cierto nivel intelectual intentó convencerme, no con poca vehemencia, que las antiguas Saturnales eran lo mismo que nuestra Navidad. No quise discutir ni tampoco insistir en que cuando cualquier acontecimiento se quiere observar solo desde la propia ideología, la objetividad se pierde.

Por mucho que se empeñen algunos, las Saturnales no eran las navidades de los romanos, no. Una cosa eran sus festejos de invierno y otra distinta que los cristianos hicieran girar el nacimiento de su Salvador alrededor del día del solsticio (21 y 22 de diciembre), aunque para entonces los romanos ya celebraban unas fiestas paganas como si no existiera un mañana. De hecho, el arqueólogo Néstor F. Marqués nos cuenta que ambas llegaron a cohabitar durante un tiempo, aunque moleste.

En teoría, el día de las Saturnales era el 17 de diciembre, lejos del solsticio (que entonces era el 25, dado el desajuste de nuestro calendario). Desde la reforma juliana, la cosa se desbarató y, el emperador Augusto, como suele ser habitual desde que el hombre existe, tiró por la calle de en medio para contentar a todos: «Las fiestas durarán tres días», y con el tiempo llegaron hasta el 25. Así que a río revuelto, ganancia de pescadores malintencionados.

El final de la siembra

Estas fiestas paganas de los romanos loaban el final de la siembra y lo hacían con vacaciones, banquetes, música, luces, también loterías y, créanme, hasta con un dulce que portaba un haba en su interior. En sus fiestas de invierno, los romanos tenían por costumbre intercambiarse regalos y obsequiaban a los niños con una especie de figuritas de terracota. Ahora, hagamos lo que manda la tradición y lancemos al viento la pregunta del millón: ¿tomaban los romanos marisco en estas fiestas? Pues sí. Existe un mosaico en el Aventino que dibuja una especie de suelo con restos de gambas, cigalas, ostras…todo ello sin barrer.

Durante la cohabitación de ambas festividades, la Navidad fue ganando terreno en el Imperio, pero no será hasta finales del siglo II cuando podamos decir que tenemos la primera referencia a unas fiestas de carácter religioso. Fueron el emperador Constantino y el papa Julio I los que acordaron conmemorar el nacimiento de Cristo y hacerlo coincidir con las fiestas que los romanos hacían alrededor del solsticio de invierno, su dios, Saturno, y el sol invictus.

De esta forma se legalizó el cristianismo y la Nativitas, y por ello convivieron hasta que el cristianismo se convirtió en la religión del Imperio. Así pues, los cristianos, los romanos, los cristianos romanos o al revés, anduvieron celebrando cosas diferentes; porque lo importante, mal que pese a muchos, no es determinar si fue primero la gallina o el huevo, sino que con la diferencia se hace: integración. Y la integración nunca es excluyente. Y todo ello a pesar de que la fecha elegida por la iglesia católica para la conmemoración del nacimiento de Cristo fuera arbitraria, puesto que los evangelios describen que el nacimiento tuvo lugar cuando los pastores sacaban sus rebaños al aire libre, algo imposible en invierno y en Palestina. Pero esto no es importante en la esencia de lo que revivimos, así que no nos quedemos en la pura anécdota como hacemos siempre.

Según el canon religioso del cristianismo, los tres Reyes Magos eran visitantes de oriente en busca del recién nacido. Al encontrarlo, le obsequiaron con oro, incienso y mirra, regalos que tenían un especial significado en esa época, además de ser objetos costosos. Es por ello por lo que en muchos países se obsequia a los niños con regalos, tal y como hicieron los magos, y se deja un cuenco con agua y algo de comida para los camellos que transportaron a los Reyes.

Ya que hablamos de orígenes, no podemos olvidarnos de cómo surge esto de la noche de fin de año. Pues también aquí nos encontramos con los romanos, que, dicho sea de paso, eran unos tíos muy listos y estaban en todo. Cada enero, los habitantes de la antigua Roma veneraban al dios Janus, una deidad que poseía dos rostros: uno viejo, que simbolizaba al pasado, y uno joven, que se entregaba al futuro y miraba hacia adelante con ilusión. Así, los romanos nos enseñaron a cerrar un ciclo, olvidarse de lo malo y recibir con esperanza lo venidero.

Fue el papa Gregorio XIII quien introdujo, en 1582, el calendario Gregoriano y estableció el 1 de enero como primer día del año, que no era sino una medida para sincronizar el calendario con el ciclo social.

¿Y las uvas?

Muchos estarán pensando: ¿Y que nos cuentas de las uvas, mar de azahar? Pues poco qué no sepan. La costumbre de las doce uvas para despedir el año es una tradición exclusivamente española. Si viajan por el mundo, no esperen que se las ofrezcan después de la cena porque no tienen ni idea de esta excentricidad. Hay quien dice que se trata de una práctica burguesa, supuestamente francesa, que se traslada a las familias españolas bien acomodadas a finales del siglo XIX (no lo crean, yo he estado en París en fin de año y los franceses me miraron como si hubiera perdido la razón cuando las comí).

Lo cierto es que es una costumbre instaurada en nuestro país a partir del año 1909, promovida por los viticultores ante un excedente de cosecha y cuyo consumo se ligó a un símbolo de abundancia, relacionando las doce uvas con los doce meses del año.

Para acabar con todo este lío que les he contado, creo que no encuentro una reflexión personal mejor que la siguiente: sé lo que se celebra en la Zarzuela: la Navidad. Lo que no tengo tan claro es lo que se celebra en la Moncloa y, desde luego, lo que no acabo de entender es cómo Zapatero, con todas esas nuevas realidades democráticas y mejoras con las que se ganó a la ciudadanía, se olvidara de darnos el cambiazo por las Saturnales… Lástima, José Luis, esto se te pasó. No se puede estar en todo. No eres de la antigua Roma

Hasta dentro de unos días. Y no se olviden de una cosa: el mar les espera.