Opinión

Tubos de escape

Existe una obligación moral -para quién tenga moral, claro está- de recordar que la causa del gran diluvio de Valencia es el cambio climático

Dos meses después de las devastadoras inundaciones provocadas por la dana, miles de coches se acumulan en campas llenas de barro, polvo y escombros
Coches amontonados y embarrados como consecuencia de la dana que asoló Valencia el 29 de octubreKike Taberner

Alicante empieza el año con un gran cambio que, a su vez, impone y de manera implacable Europa, la implantación de la Zona de Bajas Emisiones, ZBE; un plan de obligado cumplimiento en ciudades de más de 50.000 habitantes para que el planeta Tierra, ese que el ser humano ha maltratado sin piedad, sea un lugar menos contaminado y tóxico, en el sentido más amplio de ambos términos. O, dicho de otra forma, una plan para plantar cara al cambio climático, restringiendo el uso de vehículos a motor en las ciudades en función de lo que contaminen.

Todo bien si no fuera porque, tras el 29 de octubre, existe una obligación moral -para quién tenga moral, claro está- de recordar que la causa del gran diluvio de Valencia es el cambio climático. Y que una dana -fenómeno atmosférico que produjo la gran riada y la gran tragedia- se volverá a producir en nuestra querida Comunidad Valenciana; es lo que hay.

Y no, en ningún caso se trata de alarmar a la población ni de crear psicosis ante un aviso de lluvias torrenciales. Se trata de que seamos conscientes de que el hecho en sí mismo de usar el vehículo propio hasta para ir a la vuelta de la esquina contamina y mata nuestras ciudades. Y propicia el calor a destiempo, en meses como noviembre o diciembre, y el aumento de la temperatura del mar, gasolina para que se forme una dana. Así que, cuando escucho argumentos en contra del transporte público como excusa para seguir pegados al propio vehículo, me dan ganas de llorar.

Pues eso, que las Zonas de Bajas Emisiones, con multas o sin ellas, nos recuerdan que todos somos responsables de cuidar el medio ambiente. Que luego llega una dana y nadie piensa que los tubos de escape también son responsable de un desastre natural. Es más cómodo no pensar y luego, llorar.