La espada de Boabdil, en Madrid
El Museo Arqueológico recoge el esplendor de Al-Andalus a través de 264 piezas de orfebrería y obras de metal
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Las sucesivas industrializaciones han arrinconado los oficios y reducido lo manual a la tienda jipi, los mercardillos de turno y los puestos de playa que venden ajorcas y tarjeteros de cuero. El hombre contemporáneo está ahora redescubriendo la orfebrería a través del pasado, de las obras que produjo y que ornaron los salones regios con sus cristalerías finas, cuberterías trabajadas y otras finezas de orífice pulcro y amañado. El Museo Arqueológico de Madrid dedica una exposición inédita y original sobre las artes del metal en Al-Andalus; una iniciativa que es algo más que la reunión sin más de conjunto de adornos, sino la recuperación encubierta y solapada de toda una civilización. Un recorrido que va desde el metal que se extrae de las minas, con sus herramientas toscas y duras, y sus empleados enflaquecidos y exhaustos, hasta su elaboración final, cuando acaba fraguando en una figura, un adorno o un arma, como la espada de Boabdil, que el Museo del Ejército de Toledo ha prestado para esta ocasión. Una pieza cuidada con una vaina alargada que conserva la riqueza original que le prestó el maestro armero y que juega con las distintas naturalezas y formas del hierro con la delicadeza del marfil, que es una articulación de difícil y rara conjugación.
Y es que en esta muestra el metal es el reflejo de todo un esplendor, de una cultura, porque los objetos no solo definen el talento de una persona, sino también a la sociedad en la que vive. Los distintos objetos reunidos van desde candiles, como el de al-Rasiq, una pieza elaborada, en la que pueden entreverse las influencias que la tradición romano-bizantina ( y la más lejana de los sasánidas) dejó en el sur de la península ibérica durante los siglos que duró la dominación musulmana, hasta los distintos adornos que rodean el culto y el rito de la oración, como lámparas y campanas reutilizadas que sirvieron para embellecer las mezquitas. Un abanico de utensilios que van hablándonos de lo que supuso Córdoba y el Al-Andalus a lo largo de la Edad Media.
Aquí existen piezas que remiten a la vida cotidiana, uno de los aspectos que durante años no trataron los investigadores, como son broches, anillos, tijeras, dedales, collares o esencieros, como el de la esposa de Abd al-malik ibn Jalaf, que es una obra frágil, de recamado cuidadoso. Pero también hay otros que ilustran el día a día de las altas jerarquías de los gobernadores y califas. Es una oportunidad para contemplar una pareja de surtidores con formas de cervatillos procedentes de Madinat al-Zahra, un conjunto palaciego erigido a las afueras de Córdoba y que durante años supuso un faro de elegancia y de cultura. Aquí pueden verse dos de las tres figuras que han llegado a nuestros días (la tercera está en Doha). Unas representaciones que remiten a la leyenda de un enclave urbano que reunió una de las bibliotecas más impresionantes de la Península Ibérica de aquel momento, atrajo a grandes sabios de diferentes culturas y el lujo que revestía el interior de sus estancias, como el gran salón que todavía puede contemplarse en el yacimiento arqueológico, tenía eco en Europa entera.
Este conjunto de obras también remite a los avances de la ciencia y las letras, como demuestra un elaborado tintero procedente del Instituto Valencia de Don Juan, o un libro miniado que narra la utilidad de los diferentes animales. Pero también se pueden ver astrolabios, que después serían esenciales para la navegación, y un globo celeste procedente de la Biblioteca Nacional de Francia que es un fiel reflejo del dominio del cielo y las matemáticas que existió en el Al-Andalus. Unos conocimientos que cohabitaban con la filosofía, la literatura y la medicina. Y, por supuesto, con el desarrollo de los oficios, que, como se puede ver en esta exhibición, era una de las principales fuentes del lujo en Al-Andalus.